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Soy católico, pero...

"De diálogo en diálogo"

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Aquellos últimos días de vacaciones en la Sierra de Chihuahua, habían transcurrido placenteramente para Juan y su esposa. Y para continuar así, el plan para aquel día era visitar la hermosa cascada de Cusárare por lo que a temprana hora se disponían a abandonar el hotel donde se hospedaban.

 

            Salieron de su habitación y al contemplar a las personas que paseaban en los jardines Juan recordó que la noche anterior había arribado a ese mismo hotel, un camión procedente del Distrito Federal, mismo que trasladaba a un grupo de vacacionistas pertenecientes a un club de personas mayores de edad. Era un grupo agradable y tranquilo que se encontraba de viaje por parte del norte del país.

 

            Al ir caminando, dispuestos a su paseo de aquella mañana, Juan observó que muy cerca de la puerta del hotel se encontraba charlando un grupo de señoras de aquel grupo de recién llegados. Al observarlas Juan notó que destacaba de entre ellas, más que nada por su manera de hablar, una señora de unos cincuenta y cinco  años, morena y bajita de estatura, quien en esos momentos mantenía fascinadas con su plática al resto de aquellas señoras, mismas que por otro lado prácticamente hubieran podido ser descritas con las mismas características físicas de la primera.

 

            Mientras Juan avanzaba hacia la salida del hotel acompañado de su esposa, se preguntaba cuál sería el motivo de aquella animada charla, ya que era evidente, que con ella mantenía deslumbradas a sus compañeras.

 

            Y fue justamente cuando pasaban junto a aquel grupo, que Juan con desilusión escuchó la vieja y tristemente célebre frase: "...por eso, yo soy católica, pero no practicante". Al escuchar aquello no pudo evitar volver su mirada hacía aquella señora, quiso conocer a una más de los muchos católicos que irónicamente se enorgullecen de pertenecer a ese extraño club; de los que son, pero no son; de los que están, pero no están, al club de "los católicos no practicantes". Juan sintió el tener que contentarse con conocerla, le hubiera gustado conversar con ella, explicarle que aquello que decía no era posible, pero sintió que no era el lugar ni el momento para hacerlo. Así que sin detener su marcha continuó caminando hacia la puerta de salida ya cercana,  y sin poder evitar escuchar a lo lejos algo más del discurso con el que aquella señora cautivaba a su público.

 

            Momentos después, mientras esperaban fuera del hotel, Juan le preguntó a su esposa: "¿Escuchaste lo mismo que yo?."

 

            "Sí -le contestó ella-, y por desgracia son muchas las personas que piensan como ella, y además no sólo lo piensan, sino que lo dicen. Quizás eso los hace sentirse importantes, ya que mucha gente les presta atención."

 

            Juan asintió al comentario de su esposa con un movimiento de cabeza, mientras que su rostro denotaba tristeza.

 

            "Sabes, -prosiguió Juan- me hubiera gustado hablar con ella, quizás no iba a convencerla, pero me hubiera gustado por lo menos explicarle que lo que ella dice es ilógico, ¿Cómo puede decir que es católica, pero al mismo tiempo claramente declara que no lo es?".

 

            Ambos guardaron silencio ya que en esos momentos llegaba la camioneta que los llevaría a su paseo de aquel día.

 

             Ya en el trayecto hacia aquel paraje que tanto les habían recomendado, Juan se reprochaba en sus pensamientos: "¿Por qué no hablé?, ¿Por qué no me detuve y le dije a esa Señora lo que pienso sobre lo que dijo?. Yo creo que fue por prudencia, pero, ¿No sería mas bien por vergüenza ó cobardía?. Bueno, espero que esta tarde, ya en el hotel logre reconocer a esa señora y  pueda sostener con ella una pequeña charla".

 

            Y una vez tomada esta determinación, Juan se dispuso a disfrutar del bello paisaje que aparecía frente a él, se aprestó a deleitarse con la imponente majestuosidad de aquellas hermosas montañas.

 

            Y así pasó aquel día, más Juan no tuvo la oportunidad que esperaba. Esa misma mañana aquel grupo de personas había seguido su viaje hacia Sonora. Juan ya nunca podría sostener aquella deseada plática.

 

 

 

            "¡Pues, yo me considero católico, pero no lo practico!"

 

            Juan se sobresaltó, acababa de escuchar nuevamente aquella aseveración. Más en esta ocasión era de labios de Jorge Andrade, quien era una persona con un puesto importante en la empresa en la que aquel día se encontraba. Para Juan definitivamente esta frase no era nueva, pero lo que llamó de gran manera su atención fue la seguridad y podría decirse hasta jactancia, con la que Jorge se había expresado. Como si al afirmar aquello hubiera disfrutado, como si de alguna forma él sintiera que el decirlo le daba cierto estatus entre los demás presentes, como si gozara haciendo patente que no era muy devoto.

 

            En unos instantes Juan evaluó rápidamente la situación. El hombre que había hablado era uno de los jefes de esa empresa, y lo hacía en su oficina, además no estaban solos, estaban ahí otras tres personas. Juan, hasta ese momento no había intervenido mucho en la plática, pero ahora quería hacerlo. Pero, ¿Y la prudencia?, ¿y si ocasionaba algún problema?.

 

            Pero en eso, Juan recordó lo ocurrido en aquellas vacaciones en la Sierra, y se dio cuenta de que aquel sentimiento de duda al principio y de reproche después aún perduraba en su mente. El evocar aquel momento finalmente lo ayudó a tomar una decisión; hablaría.

 

            Juan se encomendó en su mente y en su corazón, y con voz no inquisitiva, pero si firme, le preguntó a Jorge: "¿Y cómo Jorge, como es eso  de que eres católico pero no lo practicas?, eso suena bastante ilógico." (1)

 

            Todos los presentes al unísono volvieron sus sorprendidos rostros hacia Juan. Más Jorge sin inmutarse y sin perder tiempo le contestó: "Sí Juan, yo me considero católico, pero no participo, porque no estoy de acuerdo con muchas cosas que pasan en la Iglesia, ni con algunas cosas que la Iglesia no permite. Yo tengo mi opinión muy personal  de como debe ser mi relación con Dios. Pienso que en algunos aspectos la iglesia es anticuada, y que no evoluciona, no se da cuenta de que los tiempos exigen algunos cambios. La verdad es que según mi manera de vivir y de pensar yo siento que la Iglesia es muy rígida ."

 

            Por lo inmediato de su respuesta y por la seguridad y fluidez con que Jorge expuso sus puntos, Juan intuyó que este discurso no era nuevo, que Jorge ya se lo sabía de memoria y que no era la primera vez que hablaba de esto. Incluso sospechó que Jorge agradecía su intromisión, ya que seguramente contaba con que alguien reaccionara a sus comentarios, para así poder continuar con su discurso. Y Juan, había caído en la trampa.

 

            Jorge en esos momentos esperaba tranquilo la respuesta de Juan, evidentemente disfrutaba del momento. Por su parte los demás presentes también esperaban expectantes la contestación de Juan. Seguramente unos esperaban que pudiera defenderse, pero también era evidente que otros estaban del lado de Jorge. Aquello al menos era lo Juan suponía, pero; ¿ Y si acaso todos los presentes concordaban con Jorge y esperaban divertidos una graciosa huida por parte de Juan?.

 

            Juan mientras tanto se sentía tranquilo, la situación estaba como para que se preocupara, sin embargo sentía paz. Y esa paz fue la que lo animó a seguir: "Bueno, pero me sigue sonando ilógico, entiendo que no estás de acuerdo con muchas cosas, pero ¿cómo dices que eres algo, cuando al mismo tiempo dices que no lo eres?. Sabes, hace unas semanas se realizó un congreso católico en la ciudad de Parral, y leyendo la reseña  de los temas, me llamó la atención algo que manifestó uno de los conferencistas que es sacerdote; y refiriéndose a lo que tú comentas, él afirmó; “Decir: Soy católico, pero no practicante, es una aberración.”

 

            Jorge titubeo, se enderezó en su silla  y buscando con la mirada el apoyo de los demás, le preguntó a Juan con voz gutural, muy distinta al tono de voz que utilizó cuando expresó con orgullo su rebelión contra la Iglesia: "¿Cómo que una aberración?, yo simplemente digo; que sí me considero católico, no puedo decir que voy a misa todos los domingos, pero si voy de cuando en cuando."

 

            "Muy bien, -contestó rápidamente Juan- pero tu mismo acabas de decir que no practicas tu religión católica, porque no estas de acuerdo con muchas cosas".

 

            "Pues sí, no estoy de acuerdo por ejemplo con la confesión, ni con eso de que hay que ir a misa todos los domingos; yo pienso que a misa se debe ir cuando uno siente el llamado en el corazón. Además también tengo mi propia manera de pensar sobre algunas cosas como el aborto, el divorcio, y otros puntos en los que creo que la Iglesia está equivocada".  Esta fue la contestación de Jorge, quien con cada palabra erguía más su cuerpo y levantaba la voz, al tiempo que era animado por algunos de los presentes, quienes asentían con sus cabezas, haciendo notar con esto que pensaban igual que él.

 

            Juan, tranquilamente retomó la palabra:"¿Te das cuenta Jorge?, es precisamente por eso que acabas de decir, que el Padre en su tema  afirmaba, que decir que se es católico, sin practicarlo, es una aberración”. Notando que Jorge no acababa de entenderlo, expresó pensativo: “¿Cómo explicártelo con un ejemplo?."

 

            Juan se inclinó hacia atrás y observó hacia el techo de aquella oficina, buscaba en su mente alguna comparación que pudiera servir.

 

            Por fin, después de unos instantes Juan dirigió su mirada hacia Jorge y con voz tranquila le preguntó: "¿Qué dirías tú, si yo te dijera que soy futbolista?."

 

            Jorge, sintiéndose sorprendido por la pregunta no respondió, tan sólo se encogió de hombros y con un ademán de sus manos invitó a Juan para que continuara con su ejemplo.

 

            Juan entonces prosiguió: "Bueno, pues lo primero que quizás tu me preguntarías sería: "¿En cuál equipo estás? -Jorge asintió encogiéndose nuevamente de hombros-. ¿Y qué pasaría?, si yo te contestara: "En ningún equipo". Tú extrañado me preguntarías, "Bueno pero ¿en cual liga juegas?", y si yo muy tranquilo te contestara: "En ninguna".  Y tú me siguieras preguntando: "Bueno, dime ¿Cuándo juegas, en dónde juegas?". Y yo en el colmo de mi necedad te respondiera: "En ningún lado, la verdad es que yo nunca juego".

 

            Seguramente, a ti te parecería un necio, -prosiguió Juan- tu pensarías: "No es posible, como es que dice que es futbolista, pero que no pertenece a equipo alguno y además nunca juega"

 

            Es probable que desesperado seguirías preguntando: "¿Bueno, pero si no juegas futbol, como puedes seguir asegurando que eres futbolista?, no entiendo, ¿Estás seguro de lo que dices?."

 

            Y como respuesta yo te dijera: "Sí, soy futbolista, lo que pasa es que no juego porque no estoy de acuerdo con las reglas de ese deporte."

 

            Y tú tratando de hacerme entender me dijeras: "Bueno, pero es que en toda actividad hay normas que seguir, si el fútbol puede jugarse es porque tiene ciertas reglas."

 

            "Sí, pero no estoy de acuerdo con ellas."

 

            "Muy bien, pero ¿has leído el reglamento?, ¿Sabes cual es el fundamento de las reglas que no te gustan?.

 

            "No, para que leer el reglamento, no lo necesito, simplemente no estoy de acuerdo con él porque yo creo que las cosas deben ser de otra forma."

 

            "O sea, que no conoces a fondo las normas, ni te interesa conocerlas, simplemente las descartas, sin siquiera saber por qué existen y por qué se hicieron. Entonces no eres futbolista; nunca juegas, no tienes equipo, no conoces a fondo las reglas ni te interesa conocerlas; ¿Cómo puedes seguir asegurando que eres lo que dices ser?."

 

            "Qué pensarías Jorge, si aún con todo esto yo tercamente te dijera: "Pues no importa que nunca juegue y que no sepa como se juega, yo te aseguro, que soy futbolista."

 

            "No te parece Jorge que eso es una locura, que es ilógico y que es aberrante".

 

            Jorge se acomodó en su silla, y tomándose algunos instantes respondió conciliadoramente: "Bueno en éste caso sí, pero yo no digo que esté en desacuerdo con todo, si voy en ocasiones a misa, mis hijos están en el catecismo, es más, yo me casé por la Iglesia, no me gustan algunas cosas, pero otras si".

 

            Tomando de nuevo la palabra, Juan le preguntó: "¿Recuerdas un texto bíblico, en el que se nos dice; que Dios nos prefiere fríos o calientes, pero que a los tibios los vomita?." (2)

 

            Jorge se reclinó hacia atrás en su asiento, entrelazó sus manos sobre su vientre, y al tiempo que su rostro esbozaba una sonrisa expresó: "Sabía que tarde o temprano ibas a hablar de la biblia, sabía que cuando hablabas del reglamento del ejemplo del futbolista, finalmente tu intención era relacionarlo con la Biblia. Pero bueno, lo reconozco, ¿Para qué mentirte?, la verdad es que nunca he leído la Biblia, así que realmente  no conozco esta parte de la que hablas".

 

            "Pues así está escrito -prosiguió Juan-, eso quiere decir que no podemos andar primero conque si quiero y después  mejor no quiero. No podemos decir: si soy, para luego decir no soy porque no me conviene ó porque no me gusta".

 

            "O sea, somos ó no somos" -lo interrumpió el mismo Jorge-.

 

            "Así es, -le respondió Juan- es como si una persona afirmara: "Soy el mejor panadero del mundo" y al empezar a cuestionarlo, reconociera que nunca a hecho pan, y aún así él siguiera afirmando que es panadero. Es como si alguien asegurara que es padre ó madre sin tener hijos. Como si alguien dijera que es doctor, sin haber estudiado medicina y sin haber consultado a alguien en toda su vida. O por último, como si alguien dijera: "Yo soy ganadero, y al preguntarle: ¿En donde tiene su rancho?, éste contestara que en ningún lado, que no tiene rancho, y al preguntarle: ¿Cuántas cabezas de ganado posee?, él contestara: "Ninguna, la verdad es que no me gusta la vida de rancho y no me gusta criar ganado porque no me gusta como huele".

 

            "¿Qué pensarías Jorge de estas personas, si después de esto, te siguieran asegurando que son lo que evidentemente no son?".

 

            "Pues está de pensarse".  -masculló Jorge-.

 

            Juan al escuchar esto se dio cuenta de que era el momento apropiado de terminar con aquella charla, así que sin decir nada más, guardó silencio.

 

            Por unos segundos un silencio reflexivo flotó en aquella oficina, y así permaneció hasta que su dueño decidió terminarlo.

 

            "Bueno, -exclamó Jorge balanceando su cabeza y dando una ligera palmada con su mano derecha sobre su escritorio- ni hablar, no se hable más del asunto. Ahora sí, a trabajar".

 

            Y con esto quedó concluida aquella discusión.

 

            Ya en calma, unas horas mas tarde Juan meditaba:"Gracias a Dios no pasó nada de consecuencias,  aunque en fin, lo peor que hubiera podía suceder es que perdiera mi trabajo. Y de cualquier forma, ¿Por qué preocuparme?, Él me concedió este empleo, bien me hubiera podido dar otro."

 

FIN

 

 (1)  Quien dice “Yo creo”, dice “Yo me adhiero a lo que nosotros creemos”. La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe.

      Desde su origen, la Iglesia apostólica expresó y transmitió su propia fe en fórmulas breves y normativas para todos (Romanos 10;9, Colosenses 15;3-5). La Iglesia quiso también recoger lo esencial de su fe en resúmenes orgánicos y articulados destinados sobre todo a los candidatos al bautismo.

      Esta síntesis de la fe no ha sido hecha según las opiniones humanas, sino que de toda la Escritura ha sido recogido lo que hay en ella de más importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe.

Catecismo de la Iglesia Católica No.185-186

 

(2)  Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!. Pero eres sólo tibio; ni caliente ni frío. Por eso voy a vomitarte de mi boca.”

Apocalipsis 3;15-18

 

 

 

Del libro: "De diálogo en diálogo"

De: José Luis Contreras Saénz.

Chihuahua, Chih., Méx. Septiembre 27, 1999.

2,696 palabras.

 

 

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