Sabiduría del
Amor, Jesús
Navidad
Desde que hay Navidad es posible el acceso a la Sabiduría, es posible conocer el proyecto más maravilloso que viene del Corazón mismo de Dios: la salvación del hombre.
Cuando nos perdemos en un bosque buscamos un camino salvador. ¿Qué ruta escoger? ¿Hacia dónde dirigir nuestros pasos? ¿Quién nos indicará el sendero que debemos seguir?
La vida humana es un laberinto de posibilidades. Deseamos el bien, la luz, la verdad, el amor. Al mismo tiempo, las pasiones, las mentiras, el egoísmo, oscurecen el camino y aumentan la confusión del alma.
Nos duele sentir lejos del corazon esa sabiduría profunda que permite el encuentro con lo que más amamos, con lo que dura, con lo eterno: con Dios.
En medio de las tinieblas del mundo, la Sabiduría quiso poner su tienda entre nosotros. En cada Navidad celebramos el encuentro con la Verdad que es Amor y se hace Carne.
San Pablo se maravillaba al contemplar cómo el “misterio escondido desde siglos y generaciones” ha sido “manifestado ahora a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria” (Col 1,26-27).
Desde que Cristo vino al mundo, brilla la luz: la Sabiduría está presente en un Niño en brazos de su Madre. La sencillez del acontecimiento supera nuestra capacidad de asombro: no podíamos sospechar que Dios fuese tan cercano, tan humilde, tan pequeño. No podíamos recibir de un modo tan directo un saber que lleva a la vida, que salva del pecado, que apunta hacia el Amor.
Como los primeros cristianos, como san Pablo, como los millones de creyentes de todos los tiempos y de todas las culturas, también nosotros podemos reconocer “en Jesús a la Sabiduría eterna que existe desde siempre, la Sabiduría que desciende y se crea una tienda entre nosotros”. Esa sabiduría que san Pablo encontró en Cristo, a quien reconoció como “fuerza y sabiduría de Dios”, como “sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención” (1Co 1,24-30) (cf. Benedicto XVI, audiencia general del 22 de octubre de 2008).
La Navidad cambia la historia humana. Lo que no pudieron enseñar los grandes filósofos en Atenas o en otras ciudades del imperio. Lo que no pudieron ofrecer los médicos en sus libros profundos y llenos de recetas. Lo que no conocieron reyes, generales, adivinos, poetas. Lo que tanto busca el corazon humano. Lo que esperamos a veces sin saberlo. Lo que nos saca del egoísmo y nos introduce en el mundo del amor fraterno. La verdadera sabiduría, la que vence con su Luz la oscuridad, ya es una realidad.
“Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,11). Debajo de su pequeñez, de su humildad, de su pobreza, se esconde la Verdad.
Desde que hay Navidad es posible el acceso a la Sabiduría, es posible conocer el proyecto más maravilloso que viene del Corazón mismo de Dios: la salvación del hombre.