VISITA AL SANTISIMO SACRAMENTO
Si quieres, puedes hacer una estación mayor, rezando seis Padrenuestros, Avemarías y Glorias; uno de ellos por las intenciones del Papa. Pero, sobre todo, habla y escucha. Adora y ama. Renueva el ofrecimiento de la misa de tu vida y haz comuniones espirituales. Puedes decirle así:
a) Oh Jesús, mi amigo inseparable, el amor de mi vida y rey de mi corazon. Tú estás, todos los días, esperándome en la Eucaristía, y yo ni me entero. Perdóname, Jesús, por mi indiferencia y por mi cobardía para acercarme hasta Ti. Tú me esperas y, a veces, me dejo llevar del respeto humano y del qué dirán. Perdóname, tú sabes que soy un pobre hombre, pero te quiero con toda mi pobreza y mi debilidad.
Hace muchos años que salí de tus manos y pronto quizás llegará el día en que volveré a Ti... Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas, pero mi corazon quiere ser todo para Ti. Me espanta mi pobreza y mi miseria, pero me consuela tu ternura. Estoy aquí, delante de Ti, como un cantarillo roto, pero con la ilusión de una vida mejor.
Señor,¿qué te diré, cuando me pidas cuentas? Te diré que mi vida humanamente ha sido un fallo, que he volado muy bajo, que he cometido muchos errores, pero ahora te pido perdón, porque sé que Tú eres Amor y Misericordia. Señor, quiero ser tu amigo. Acepta en este atardecer la ofrenda de mi vida. Está llena de agujeros como una flauta. Tómala en tus manos divinas y haz que tu música pase a través de mi para que llegue a mis hermanos. Que sea para ellos ritmo y melodía, alegría de sus pasos cansados.
Señor, te amo. Déjame que te lo diga con el corazon lleno de alegría, porque siento en este instante tu amor dentro de mí. Sí, te amo, Jesús, gracias por haberme creado, por haberme redimido, por haberme perdonado, por haberme escogido. Gracias, por haberme esperado tanto tiempo en la Eucaristía. Te prometo que no te dejaré solo y que todos los días vendré a visitarte y a pasar unos minutos en tu compañía. Bendíceme desde tu santo cielo del sagrario con el Padre y el Espíritu Santo. Saludos a mi dulce Madre María, que está contigo y a quien tanto quiero también. Señor, yo confío en Ti. Soy un pobre hombre, pero te quiero y quiero quererte sin medida y para siempre. Amén.
b). Oh mi Jesús sacramentado, yo te amo por tu paciencia infinita, porque día tras día me esperas en la Eucaristía. Te amo por todos aquellos que, alguna vez, han blasfemado y te han profanado en la Eucaristía. Te amo y te adoro en cada uno de los sagrarios del mundo entero, especialmente, en aquéllos en que estás más olvidado y abandonado. Te amo en aquellas hostias consagradas, que han sido tiradas o robadas o están siendo profanadas. Te amo y te adoro en aquellas partículas en que estabas presente, que han caído al suelo por descuido, y que han sido pisoteadas. Te amo en aquellos sagrarios, que están apolillados y tal vez rodeados de telarañas y hormigas. Te amo por todas las veces que no te amé y pasé indiferente ante Ti, presente en este sacramento, y por las veces que no creí en tu presencia real. También por las veces que no asistí a la misa o por todas las veces que asistí sin fe y sin amor, por compromiso social.
Te amo, porque Tú eres lo único realmente importante, el tesoro de los tesoros, Dios de Dios, luz de luz... Oh Jesús sacramentado, que brillas por encima de nuestras vidas con el resplandor de la hostia blanca. Oh Jesús divino, amigo de los hombres. Tú eres el Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo... Dame tu paz.
c). ¡Seas por siempre bendito y alabado mi Jesús sacramentado! Permíteme adorarte en todos los sagrarios del mundo y en cada hostia consagrada. Bendito seas por todas las comuniones en las que me he encontrado contigo. Perdóname por tantas veces en que te recibí sin ser plenamente consciente de lo que recibía. Quiero adorarte, Señor, y consolar el dolor que te causan aquéllos que te reciben, sin darse cuenta de tu presencia amorosa en la Eucaristía.
Haz tu morada permanente en mi corazon. Quiero estar siempre en adoración ante Ti, mi Dios. Consuela y cura a mis hermanos y familiares enfermos. Bendice a los tristes y abandonados. Sana mi cuerpo y mi alma. Tú eres la fuente de toda santidad, hazme santo. Dame la gracia de cumplir fiel y plenamente la misión que me has encomendado en este mundo. Quiero que mi mente y mi corazon sean UNO contigo.
Madre mía, conságrame Tú a Jesús y aparta de mi corazon toda soberbia y egoísmo para poder amarlo y adorarlo con un corazon puro y limpio. ¡Oh Jesús, estás vivo y presente entre nosotros en este sacramento del amor! Yo te amo en unión con todos los ángeles y santos del cielo. Yo te alabo con toda la Iglesia peregrina y con todas las almas del Purgatorio. Yo te amo y te adoro en todas las Iglesias del mundo. Hazme una hostia viva y santa, para que viva siempre en unión contigo, mi Jesús sacramentado. Amén.
D). ¡Qué bien se está cerca de Ti, Jesús Eucaristía! Tú eres manantial de santidad, fuente inagotable de gracias celestiales. De rodillas, con el corazon abierto, te pido tu bendición. Ven a mí, Jesús, y dame tu paz. Aquí estoy con todos mis pecados del pasado y con toda la ilusión de un porvenir mejor. Ten compasión de mí, Jesús. Quiero ser tu amigo, concédeme el don de tu amistad. Gracias por escucharme. Sin Ti mi vida no tiene sentido. Ayúdame en mi caminar. Ayúdame a continuar por este camino del amor... Ayúdame a serte fiel hasta la muerte. Te necesito. Ayúdame. Perdóname. Un momento cerca de Ti vale más que un millón de años fuera de Ti. Gracias por tu compañía.
Sé luz de mis ojos ciegos, sol en mi oscuridad, fuego para amar a mis hermanos, sé amor para todos dentro de mi corazon. Irradia sobre mí los raudales de tu luz y destruye todas las oscuridades de mis egoísmos, cobardías, mentiras y pecados. Jesús Eucaristía, mi Dios y mi Todo, sacramento de amor, alimento de las almas, consuelo en mis desgracias y fortaleza en mi debilidad. Jesús Eucaristía, contigo todo lo puedo. Tú eres más grande que cualquier dificultad. Tú eres más grande que todos mis pecados. Gracias por tu misericordia y tu perdón, gracias por tu comprensión, gracias por tu alegría. Inunda mi corazon con la paz que sale del manantial inagotable de la Eucaristía. Gracias Jesús.
¿Quién soy yo y quién eres Tú? Tú eres mi Dios omnipotente, mi Maestro, mi Redentor y Salvador, mi Creador, que te has hecho pan para poder vivir en mí y conmigo. Me das tu Corazón palpitante para que esté al unísono con el mío. No hay palabras para expresar lo inexpresable de tu amor. Hay momentos en que siento tu mirada sobre mí y me siento feliz de ser importante para Ti. Tu mirada es ternura y cariño y la siento en lo más profundo de mi ser. Gracias por amarme tanto y esperarme sin cansancio todos los días en este sacramento. En Ti quiero amar a todos, me ofrezco por todos y me uno a todos los santos y ángeles del cielo, que son mis hermanos.
María, Madre mía, enséñame a amar a Jesús y préstame tu Corazón Inmaculado para amarlo como tú. Amén.
e). Jesús, tu Corazón eucarístico está triste, porque hay muchos sagrarios en los que te sientes abandonado. Nadie te visita ni de día ni de noche. Muchas Iglesias están cerradas durante la semana o apenas abiertas para la misa de la mañana. En muchos pueblos, te pasas los días y las noches solitario, esperando a las almas que nunca llegan. ¿Es que en esos lugares no hay enfermos que quieran sanar? ¿No hay hambrientos que quieran comer? ¿No hay afligidos que quieran consuelo o necesitados que necesiten ayuda? ¿Es que no saben que en el sagrario estás Tú, el amigo divino, el médico de los cuerpos y de las almas, el consolador, el Dios todopoderoso? ¡Cuánta paciencia debes tener, Jesús, para no cansarte de tus hijos, que no te quieren visitar y te olvidan tan fácilmente!
Yo quisiera visitarte en todos los sagrarios del mundo y gritar a todas las gentes: Jesús está solo y no quiere ni debe estar solo. Allí está la fuente de la vida, el alimento del alma, la paz del corazon, la alegría del espíritu, el Dios amigo. Por eso, Señor, quiero visitarte todos los días, al menos espiritualmente, en todos los sagrarios y hacerte compañía, especialmente en aquéllos en los que estés más abandonado y olvidado. Quiero agradecerte por los que no lo hacen, pedir por los que no piden, comulgar por los que no comulgan, asistir a misa por los que no lo hacen y, sobre todo, amarte por los que no te aman.
Quiero visitarte todos los días en unión con María y voy a procurar buscarte muchos amigos y adoradores, especialmente entre los niños. Si es preciso, iré de puerta en puerta, buscando un poco de cariño para Ti... pediré a los católicos que vayan por turnos a visitarte, que no te dejen solo. Y, los que estén impedidos o enfermos, que vayan a visitarte en espíritu, echando a volar su pensamiento y su corazon hasta el sagrario para darte la alegría de su amor. Quiero ser tu misionero, centinela perenne del sagrario, adorador perpetuo, sobre todo en las horas nocturnas en que estás más solo. Quiero estar siempre vigilante contigo para defender a mis hermanos de las asechanzas del Maligno. ¡Cuánta luz sale del sagrario! Venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor.
Y ahora escucha a Jesús:
1.- Jesús: Amigo mío, Yo te amo. Quiero que siempre escuches estas palabras mías en lo profundo de tu corazon. Sí, yo te amo y te he amado desde toda la eternidad y te seguiré amando por los siglos y siglos sin fin. Tú eres mi hijo, mi hermano, mi amigo y YO TE AMO. Y no sólo te lo digo yo. Mi Padre y el Espíritu Santo, que están conmigo en la hostia santa, también te dicen: YO TE AMO.
Por eso, cuando te sientas solo y creas que nadie te quiere, ven aquí y escucha estas palabras, que salen de mi Corazón divino. No temas, no te angusties. Si nadie te quiere, YO SI TE QUIERO. No te asusten tus pecados pasados, no me tengas miedo. Ven a Mí. Yo te espero para darte paz y todo lo que necesites.
Hijo mío, si supieras cuánto te amo, morirías de alegría. Por eso, aleja de ti la tristeza, la angustia o la desesperación. Y recuerda que, siempre que me necesites y tengas problemas, yo estoy aquí, esperándote, y te amo. No importa la hora en que vengas, siempre estoy despierto y vigilante, esperándote. No tengas miedo, solamente confía en Mí.
No tengas miedo a nada ni a nadie. Yo estoy contigo. ¿Acaso puede haber alguien o algo que te pueda derrotar o destruir? ¿La muerte de un ser querido? ¿Una enfermedad incurable? ¿La infidelidad del ser amado? Yo estoy aquí y soy la verdad, el camino, la vida y la resurrección. No temas, yo te daré la fuerza necesaria en el momento oportuno. Sólo te pido que confíes en Mí.
Y nunca odies, nunca mates ni con el pensamiento. No digas: no puedo perdonar. Yo soy el camino, déjate llevar y acepta mis designios sobre tu vida. ¿Alguna vez has pensado en el suicidio o en abandonarlo todo y marcharte? Ven aquí. Tengo todo lo que necesitas y quiero darte mi perdón, mi amor y mi paz. Confía en Mi. Ven a Mí, yo estoy aquí en el sagrario. Yo soy la luz. Yo soy tu Dios. No tengas miedo. Confía en Mí y ámame. YO te amo y te necesito.
Jesús, gracias por tu amor, gracias por mi vida y por mi familia. Gracias por todos los regalos que me has concedido a lo largo de toda mi vida. Gracias por mi fe católica. GRACIAS. Te quiero mucho y confío en Ti.
2.- Jesús: Querido amigo, cuando allá en el principio de los siglos decidí crearte, yo te amé. Desde entonces, siempre te he llevado con mucho amor en mi Corazón y he soñado contigo y te he dicho palabras de amor en el fondo de tu ser. ¿No lo crees? ¿Crees que no tengo sentimientos? Yo te amo, hijo mío.
Me gusta, cuando vienes a visitarme y me dices que me quieres. Me siento contento con tu respuesta de amor. Hijo mío, yo te amo, tú eres mi hijo. «Tú eres mi hijo, muy amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias» (Mt 17,5). Tú eres parte de mi vida y «Yo nunca te dejaré ni te abandonaré» (Jos 1,5; Heb 13,5). Y ahora, cuéntame tus pecados, tus fracasos, tus penas y tus alegrías. Cuéntamelo todo. Todo me interesa, porque eres mí amigo. Tú eres todo para mí. Lo que más me duele es que desconfíes de mi amor.
Y, cuando lleguen días oscuros en que el demonio te haga dudar de mi presencia eucarística, no razones mucho. No dudes, ama. La Iglesia te habla de mi presencia en la hostia santa, el Evangelio también, todos los santos sin excepción me amaban y lo confirman muchos milagros. Cree en mí y ámame.
Amigo mío ¿estás cansado? Yo soy tu fortaleza en la debilidad. ¿Eres pobre y necesitado? Yo soy tu tesoro. ¿Estás solo y triste? Yo soy tu compañía y tu consuelo. Ven a mí y no temas. Yo te acompaño en tu caminar. Y conmigo ¿a quién puedes temer?
Sí, Jesús, «aunque pase por un valle de tinieblas, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan» (Sal 23,4). Quiero ser tu amigo.
3.- Jesús: ¡Cuánto amo a las almas puras! Quiero que tu alma sea un templo, un sagrario, una custodia, un cáliz, donde pueda estar y sentirme a gusto contigo. Cuando encuentro un alma pura, me siento atraído y quiero llevarla a la santidad. Mis mejores sonrisas y gracias las reservo para ellas.
¿Sabes qué es un alma pura? La que es transparente en todas sus obras y hace de la sinceridad la norma principal de su vida. Un alma pura es un alma limpia, sin mancha... Un alma que busca siempre mi voluntad y no la suya. Un alma así me glorifica más que una multitud de almas vulgares. Me siento tan solo en el sagrario... Son tan pocos los que me buscan con fe y amor en la Eucaristía... Y aquí estoy yo con todas mis bendiciones para repartirlas a los que vengan a visitarme y me siento triste ante tanta indiferencia, ante tanta falta de fe y de amor para conmigo, que soy un Dios de amor. ¡Cuánto me consuelan las almas puras, las almas eucarísticas! Gracias por tu deseo de pureza y hacerme tan feliz! Consuélame, ámame. Tus lágrimas y tus besos de amor me confortan. Yo te necesito.
Necesito que escuches mis lamentos por tantas ofensas que recibo. No olvides que también soy hombre y tengo un corazon sensible y necesito comprensión y amor.
Yo quiero que tú me imites en la humildad y silencio del sagrario. Quiero que tu cuerpo sea mi templo, tu corazon mi altar y tu alma mi custodia. Te quiero toda pura y limpia para mí. Quiero que seas toda mía. TODA DE JESUS.
Adórame dentro de ti. Allí he puesto mi jardín y quiero que esté lleno de virtudes. Pero ¡cuántos trabajos y sufrimientos para que tu alma tenga un jardín hermoso y florido! ¡Cuánto hay que podar y escardar y quitar y poner!... ¡Cuánto silencio y humildad, cuánta pureza necesitas todavía!... Pero no te desanimes, yo te espero y tengo paciencia contigo. Lo que más me agrada es tu buena voluntad y tu deseo de superación y de santidad. Yo soy el divino jardinero y te ayudaré a limpiar el jardín de tu alma.
Ayúdame para que tu alma esté siempre en Primavera. Tengo sed de amor. Tengo sed de ser amado por tus hermanos. Todo lo que hagas para que otros me amen, te lo recompensaré. Tú ámame siempre. Yo pensaré en ti y en todas tus cosas hasta en los más mínimos detalles.
Jesús, Tú eres la fuente de la pureza. Dame tu pureza, porque quiero ser puro y limpio de corazon y quiero extender por el mundo la fragancia de tu pureza inmaculada, promoviendo la presencia de sagrarios y de adoradores de tu presencia eucarística.
4.- Jesús: Cuando vienes a visitarme al sagrario, mi amor te envuelve, aunque no lo sientas. Por eso, te pido que hagas un verdadero acto de fe en mi presencia eucarística. Cree en Mí y piensa que yo, tu Dios, te miro con infinito amor.
¿Te imaginas lo que esto significa? ¿Que todo un Dios infinito y todopoderoso está pendiente de ti? Tengo todo mi amor y todo mi tiempo exclusivamente para ti. Tú eres tan importante para Mí que te amo con todo mi infinito amor. Tú eres mi hijo y yo quiero ser tu amigo. Quiero que me cuentes todos tus secretos y problemas y tentaciones, cuéntamelo todo y te daré mi paz. No te preocupes de mi silencio. Yo te amo en el silencio. Durante toda mi vida terrena supe guardar silencio, durante treinta largos años. Yo guardo silencio para que tengas tiempo para hablarme, pero también te pido que guardes silencio para que me escuches en el fondo de tu alma.
Estoy aquí contigo y te miro a los ojos con amor y bondad. Háblame. ¿No tienes nada que decirme? ¿No tienes nada que agradecerme? Yo me siento feliz, cuando tú me dices: Jesús, yo te amo. Y te respondo desde el sagrario: Yo también te amo. Háblame, cántame, mírame, sonríeme, bésame con tu alma y dime muchas veces: Jesús, yo te amo; yo confío en Ti.
Te amo, hijo mío, no lo dudes y recuerda que el sagrario es la fuente viva del amor, la fuente del amor vivo. Y quiero que tú seas un sagrario viviente y me lleves siempre en tu corazon. Imítame en el silencio, que guardo en la hostia consagrada. Yo estoy aquí, intercediendo ante el Padre. Y así te quiero a ti, intercediendo por tus hermanos en adoración silenciosa. Yo en la hostia me dejo romper, comer, llevar y traer en el más absoluto silencio y obediencia sin mostrar gusto o disgusto. Déjate también tú romper, si es preciso, para servir a tus hermanos. Debes ser una hostia viva, un amigo fiel, una misa viviente.
Jesús, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas mis cosas. Haz de mí lo que tú quieras. Yo te amo y confío en Ti. Gracias por tu amor.
Yo creo en tu poder para transformarme. Hazme apóstol de la Eucaristía entre mis hermanos. Quiero seguir tu camino a tiempo completo y para siempre. Quiero lo que Tú quieras, Señor. Quiero servirte en mis hermanos y ser un instrumento de tu amor en el mundo. Gracias por llamarme y ser mi amigo. Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.
5.- Jesús: Querida esposa, alma consagrada. Tú estás siempre conmigo. Tú eres la flor más hermosa del jardín de mi Corazón. Te quiero con TODO MI CORAZÓN... Gracias, por venir a acompañarme, amarme... Ahora, quiero reposar un poco en tu corazon y recibir tu ternura y tu cariño de esposa. Son tantas las ofensas que recibo... Son tantos los consagrados que se olvidan de Mí y me dejan tan solo en el sagrario... Hay tanta indiferencia y frialdad en sus almas. Por eso, te necesito. Ayúdame a salvar almas.
Cuando estés trabajando, adórame en el altar de tu corazon. Quiero que estés siempre en mi presencia, que hagas continuos actos de amor, que vivas tu misa mística perpetua en el altar de tu corazon. Quiero que seas un instrumento de mi amor en el mundo, que seas mi intermediaria, que seas madre de todas las almas. Que hagas de tu vida un acto continuo de amor.
Aquí, en el sagrario, encontrarás toda la fuerza que necesitas para ser santa. Aquí, al pie del sagrario, está la fuerza de la vida. Aquí está la fuente de vida eterna. Aquí he formado a todos los santos y yo quiero que tú seas santa. No te olvides de pedirme siempre por mis sacerdotes, mis hijos predilectos, a quienes tanto amo y quiero que tú ames. Quiero que seas madre de todos los hombres, pero en especial de los sacerdotes. Te los encomiendo y quiero que estén siempre presentes en tu corazon. Pide por ellos y ayúdales con tu vida y oración. Gracias, por tu ayuda. Gracias por tu amor. YO TE AMO. No tengas miedo. Yo siempre estoy contigo.
Jesús, gracias por tantas expectativas que tienes sobre mí. Gracias, porque a pesar de todo, sigues confiando en mí. Gracias por haberme escogido. Gracias por mi vocación religiosa.
6.- Jesús: Querido hijo, soy un mendigo de amor y en la humanidad sólo encuentro indiferencia y frialdad. Estoy buscando corazones puros y sinceros, que me amen sin interés ni egoísmo. Busco quien me consuele y no lo hallo. «Las aves del cielo tienen sus nidos, las zorras tienen sus madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza». ¿No podrías tú darme hospedaje en tu corazon? ¿No lo tienes limpio y presentable? ¿Por qué no me pides perdón en la confesión? Quisiera sentir la alegría de perdonarte... y, después, de poder unirme a ti en la comunión. Todos los días vengo a la tierra en cada Eucaristía que se celebra, esperando a los hombres y muchos ni se enteran. ¿Por qué no vienes cada día a celebrar conmigo el gran misterio de la redención? Yo te invito y te estoy esperando, porque quiero hacerte verdaderamente feliz y llenarte a ti y a tus seres queridos de mis abundantes bendiciones. No temas, confía en Mí. No te angusties demasiado por tus preocupaciones. Déjalas en mis manos. Date un tiempo para Mí. Quiero estar a solas contigo y hablarte al corazon. Quiero que sepas que te amo. Y quiero también que tú me ames.
Dame tu amor, tus caricias, tu compañía. Soy un Dios celoso y te quiero TODO para Mí. No temas, lánzate sin miedo a mis brazos. Y siempre que tengas problemas o estés caído o abatido, dime sencillamente: Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.
7.- Jesús: Desearía que te consagres a Mí. Quisiera que me ames y que te acerques a Mí con las manos abiertas, con el corazon abierto, con la mente abierta a todo lo que quiera darte o pedirte. ¿Tienes miedo de que te pase algo malo? ¿No sabes que todo el Universo está en mis manos? ¿No sabes que controlo hasta el último electrón del Cosmos? Ven aquí y descansa tranquilo entre mis brazos. No temas por lo que puede sucederte. Todo está bajo mi control. Descansa.
¿Quieres darme una alegría? Ofréceme todo lo que tienes: tus padres, hermanos, familiares, tu hogar, tu trabajo, tu cuerpo, tu alma, tus diversiones, tus necesidades, tus pecados, tus ilusiones... Dame todo. Y, después, dame la oportunidad de coger algo o de poner algo en tus manos. ¿Estás dispuesto? ¿Confías en mi amor por ti? ¿Crees en mi amor? ¿Crees que yo todo lo hago por amor? No temas, te quitaré algunas cosas y te daré otras, pero déjame hacer. No me digas lo que tengo que hacer en tu vida. Yo soy Dios y lo sé todo y TE AMO.
Consagrarse a Mí significa que me entregues todo sin condiciones y que me dejes actuar a Mí. Cuida de mis cosas y yo cuidaré de la tuyas. ¿Trato hecho? ¿De verdad? Te aseguro que no saldrás perdiendo, conmigo todos ganan. Así que no temas, déjame todo lo que tienes en mis manos, necesito las manos libres. Después no me pidas cuentas, aunque te duela. Yo soy buen médico y sé cuándo tengo que operar y dónde y sé lo que necesitas. No tengas miedo... Déjame amarte y hacerlo todo por tu bien, de acuerdo a mis planes, que son mejores que los tuyos. Tú ves sólo el presente, yo veo el futuro y, por eso, te pido que confíes en Mí. Entrégamelo todo sin excepción. Pon en mis manos tu salvación eterna, tu santificación, tu progreso, tu virtud, tus defectos, tus deseos, todo. Yo cuidaré de tu salud, de tus familiares y seres más queridos. Confíamelos sin temor.
Si te consagras a mí, debes velar por mis intereses. ¿Sabes cuáles son mis intereses? Las almas, sólo las almas. Ellas son mi tesoro, mi amor. Por ellas, me hice hombre y sufrí y morí en la cruz. Por ellas, estoy prisionero en el sagrario. Dame almas, sé un apóstol, sálvame almas. Para ello, te pido que ores mucho por ellas.
Además, te pido sacrificios. Acepta con paz todas las penas y trabajos de cada día. Lleva tu cruz diaria con resignación y ofréceme tus dolores y enfermedades por la salvación de las almas. Si eres capaz de ofrecerme todo tu dolor con paz... ¡qué rico apostolado estás haciendo ya! Haz también sacrificios voluntarios: privarte de una golosina, de un programa de televisión, de un gusto o de un capricho y dámelo todo con alegría. Yo quiero apóstoles alegres, con la sonrisa a flor de labios. Y, después, ofréceme todas las obras de cada día: tu trabajo, tu descanso, tu caminar, tu hablar, tu paciencia y tu comprensión con los demás, tu sonrisa y tu amor sincero... Y, a lo largo del día, levanta tu alma a Mí. También me gustaría que buscaras nuevos apóstoles que se consagren a Mí, que repartas literatura católica, buenos libros, que harán mucho bien a sus lectores... Es tan fácil ser apóstol. ¡Hay tantas maneras de hacerme feliz y hacer algo por la extensión de mi reino!
No te preocupes de hacer nuevas novenas u oraciones, No quiero cargarte con nuevas y costosas prácticas de piedad como Novenas, Triduos, etc., solamente deseo que vengas cada día a visitarme al sagrario y me cuentes cómo te ha ido. Cuéntamelo todo y me sentiré feliz de que seas mi amigo y yo estaré orgulloso de ti. Si estás cansado, si te sientes angustiado, derrotado... y no tienes palabras para expresarte, no te preocupes. Ven a Mí, con confianza, quédate a mi lado, en silencio. Yo te entiendo y lo sé todo. Yo soy tu Dios. Y te amo infinitamente.
Y cada día renueva tu consagración y tu amor a Mí con una breve oración, que podría ser ésta u otra parecida: «Jesús, por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida». Y, siempre que puedas, búscame para recibirme en la comunión. En la misa y comunión te colmaré de gracias a rebosar.
Jesús, hago un pacto contigo de cuidar de tus cosas y de tus intereses para que tú cuides de los míos. Te confío y pongo en tus manos mi vida, mi alma, mi salvación, mi libertad y progreso espiritual, mi salud y cualquier obra buena que pueda realizar, mi familia, mi trabajo y mis cosas para que tú dispongas de ellas según tu voluntad. Jesús, Yo confío en Ti.
Quiero extender tu reino por el mundo y ser apóstol de tu Corazón eucarístico. Quiero que la Eucaristía sea el centro de mi vida y buscar por todas partes, muchos amigos de tu divino Corazón, que se consagren a Ti. En la Eucaristía nos encontramos cada día, en unión con María, para formar juntos UN SOLO CORAZÒN. ¡Jesús, amarte es mi cielo! Me siento orgulloso de ser tu amigo. Dame tu bendición
CONSAGRACIÓN AL CORAZON DE JESUS
Yo N.N., me consagro a Ti, Sagrado Corazón de Jesús. Tu Corazón eucarístico está vivo y palpitante de amor por mí en la Eucaristía y yo te doy gracias con toda mi alma por haberme creado y redimido, por haberme perdonado y por mi vocación. Te doy gracias por mi familia y por todos los hermanos que me rodean. Y por medio del Corazón Inmaculado de María, te consagro mi vida y mis acciones, mis penas y sufrimientos, para no servirme ya de ninguna parte de mi ser, sino para honrarte, amarte y glorificarte. Esta es mi voluntad irrevocable, ser todo tuyo y hacerlo todo por tu amor, renunciando a cuanto pudiera desagradarte. Deja, Señor, que llegue hasta ti con las manos vacías, para que Tú las llenes de tu infinita Misericordia.
Oh Corazón de mi Jesús, te elijo como el protector de mi vida, la garantía de mi salvación, el remedio de mi fragilidad, el reparador de mis pecados y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Aparta de mí todo lo que te desagrada. Que tu amor se imprima en lo más hondo de mi ser de modo que jamás te olvide ni me separe de Ti. Te suplico que mi nombre esté siempre escrito en tu divino Corazón, porque quiero vivir y morir como verdadero hijo tuyo y amigo tuyo. Bendice a mi familia.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío
A JESUS POR MARIA
Que Dios te bendiga por medio de María.
Tu hermano y amigo Ángel Peña. Agustino Recoleto.