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Anécdotas Parte I





   

LIBRO DE ANECDOTAS

 

PRESENTACION

Este compendio de anécdotas es un libro dinámico, es un libro que se irá escribiendo día con día, de acuerdo como su escritor vaya viviendo los hechos que aquí narra. 

Esta obra consta de anécdotas de trabajo, de escuela, de vida cotidiana y también espiritual. Y tal como es la vida, el tono de estas breves historias van desde lo gracioso hasta lo dramático; incluyendo, claro está, algunas situaciones que también se presentan en el aparente aburrimiento cotidiano.

Este es pues, un libro dinámico que constantemente, si Dios quiere, ira aumentando su número de anécdotas, y que terminará de escribirse el día que este católico común ya no pueda escuchar, no pueda observar, ni sentir más.

"LAS ANECDOTAS"

 

UN PAR DE VIOLINISTAS (Mayo 28, 2000)

Ayer tuve la oportunidad de asistir a un concierto con la Orquesta filarmónica de Chihuahua, y cuando éste se encontraba a punto de finalizar, a la mitad de la última pieza que interpretarían, algo llamó mi atención: una de las parejas de violinistas estaba teniendo algunos problemas. 

Ya antes había notado que los violinistas estaban colocados en parejas y que cuando se llegaba el momento de dar vuelta a las páginas del libro de partituras, uno de ellos, el de la izquierda, se levantaba y daba vuelta a la página mientras el otro seguía tocando.

Y así, al igual que el resto del concierto, el segundo violinista de aquella pareja  se levantó y dio vuelta a la página, pero instantes después, cuando se disponía seguir tocando, una ráfaga de aire la devolvió a su lugar. Por segunda ocasión el violinista se inclinó y dio vuelta a la hoja, pero, aún no se acomodaba el violín cuando el aire nuevamente movió la hoja a su posición original; y por tercera ocasión estiró su mano y movió la hoja, pero por tercera vez no tuvo éxito.

Nuestro violinista no se levantó más, después de incorporarse tres veces sin éxito, las siguientes ocasiones se contentó con volver la página a su sitio utilizando el arco de su violín, y después de otros dos intentos, se rindió, la fuerza del viento era demasiada. Nuestro sufrido artista finalmente dejó su arco extendido hacia el libro de partituras, resignado a no poder realizar por esa ocasión una de las cosas que seguramente más le agradan en la vida; tocar el violín.

Mientras tanto la función continuó, el resto de la orquesta interpretaba con maestría un tango de Gardel (este fue un concierto de música latinoamericana), e incluso el segundo violinista de aquella pareja continuó tocando, haciendo uso de su memoria para suplir las líneas de la partitura que no alcanzaba a observar.

Y así, viendo batallar a aquella pareja de violinistas y acompañado con el fondo musical, me puse a reflexionar; y pude imaginarme a aquella orquesta como a una sociedad, en la cual cada integrante interpretaba lo mejor posible su instrumento musical y contribuía con el grupo a que todo saliera de la mejor manera, poniendo cada cual su parte para crear un ambiente de armonía.

Y pensando en esto pude además visualizar a aquella pareja de violinistas como a un matrimonio; un matrimonio que dentro de la sociedad tiene que aportar su parte para que el mundo que los rodea sea mejor. Y de esta forma, aquel detalle de que uno de los violinistas es el encargado de dar vuelta a la página para que el otro, de más experiencia y habilidad, siga tocando, me llevó a pensar que en el matrimonio también hay habilidades que uno domina más que el otro, y que cuando su vida en pareja necesita de las habilidades de uno, el otro debiera ser un apoyo para que éste pueda servir mejor. Y aún más, el ver al segundo violinista como dejaba su arco extendido, resignado a no poder seguir contribuyendo con su música, me llevó a pensar en el sacrificio. ¿Cuántos frutos darían nuestros matrimonios católicos si llegado el momento uno de cada pareja estuviera dispuesto a sacrificarse para que el otro pudiera servir mejor?.

Después de todo, medité finalmente, en el matrimonio todo es recíproco, y así estaríamos constantemente cambiando de lugar; y dependiendo de los talentos que Dios requiriera de la pareja, uno sería primer violín y el otro su apoyo. Después de todo, nadie tiene todos los talentos, pero lo que sí es cierto, es que como pareja, Dios espera que pongamos a trabajar todos los dones que como dos que se vuelven uno nos ha confiado.

...y dijo: el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá con su mujer, y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos, sino uno solo...

Mateo 19;4-6

PASO UN ANGELITO Y FUUM... (Mayo 6, 2000)

 

Cierto día me deleitaba contemplando la belleza de nuestro primer hijo. El pequeñín contaba entonces con un año y medio de edad y yo jugueteaba con él; me detuve un momento y pensé: Sin duda es un niño precioso, pero, no se puede negar que sus orejitas son un poco…

 

Y empecé a hablarle. El seguramente no entendía nada, pero abriendo sus graciosos ojos puso toda su atención a mis palabras.

 

Y le pregunté: Chiquito, ¿Quién te hizo tan bonito?.

 

Y me respondió como le habíamos enseñado: “Ochito” (Diosito).

 

Si–le respondí-, pero déjame contarte lo que sucedió el día que El te estaba dibujando tu carita. Fíjate que un día, antes de que tu nacieras, estaba Diosito pensando como ibas a ser. Y él decidió hacerte muy bonito, y con mucho cuidado te dibujo tus ojitos, tu boquita, tu nariz, y te pinto cada uno de tus cabellos, tus cejas y tus pestañas. Y cuando ya nada más le faltaban tus orejitas… ¿Qué crees que sucedió?. Pues que cuando te las iba a dibujar repentinamente pasó volando por ahí un angelito que andaba jugando, distrajo a Diosito y fuum, se le fue el lápiz.

 

Cuando terminé de contarle este cuento solté una gran carcajada y él alegremente me siguió. 

 

Ahora, después de algunos años, este hijo mío volvió a reír junto conmigo con este cuento; y es que hace poco se lo conté a nuestro segundo hijo, quien también fue víctima del mismo angelito juguetón.

 

En fin, no hay ningún problema, por experiencia propia sé, que los que somos orejones en mi familia, lo somos sólo por un tiempo, después el cuerpo crece y las orejas se quedan del mismo tamaño. Y además, lo más importante; con orejas grandes o chicas, hombres o mujeres, feos o bonitos, altos o chaparritos, gordos o delgados, inteligentes o no, Dios nos ama por igual, ya que todos somos obra de sus manos.

 

Escucha lo que Dios mismo te dice en su Palabra: “Te lo está diciendo tu creador: te he llamado por tu nombre, eres mío; eres valioso a mis ojos, eres estimado, y Yo te amo. Por eso, no temas, Yo estoy contigo”.

Isaías 43;1-5

LAS TRES PREGUNTAS (Abril 23, 2000)

Cierto sábado a medio día, conducía el auto rumbo a mi casa. Acababa de recoger de la Parroquia a mi hijo mayor quien había asistido a su clase de catecismo.

Mi hijo, después de comentarme algunos pormenores de su clase me dijo: "Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?". Para mí pensé: "¿Qué pregunta puede hacer un niño de 6 años?. Seguramente no tendré problema en contestarle.". Así que le contesté que sí. enderezándose en el asiento y poniendo un rostro solemne finalmente mi hijo preguntó: "Papá, ¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera venido?."

Antes de abrir la boca guarde silencio por unos instantes, necesitaba pensar bien antes de dar una respuesta, pero la verdad es que estaba sorprendido, tuve que reconocer que aquella era una muy buena pregunta y que tendría que reflexionar más antes de contestarla. Así que con el afán de no quedar como un padre ignorante no recuerdo que argumentos utilice para darme tiempo para pensar mi respuesta. Me tomé un día, dos días, la semana completa y no pude responder.

Y así llegó el siguiente sábado, nuevamente recogí a mi hijo y unos momentos después me preguntó: "Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?". 

Yo pensé que me haría el mismo cuestionamiento de la semana anterior y que ahora no podría escaparme, así que resignadamente contesté que sí. El, enderezándose en el asiento y poniendo el mismo rostro solemne de la semana anterior preguntó: "Papá, ¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera muerto en la cruz?."

Me quedé pasmado, esta pregunta resultaba tan buena como la primera y al igual que la otra no pude contestarla en aquel momento, y salí lo mejor librado posible prometiendo que pronto le contestaría ambas preguntas.

Pero, pasó la semana y el siguiente sábado, recogí con temor a mi hijo de su clase de catecismo. Se subió al auto y sin esperar más me preguntó:  "Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?". 

La verdad es que hubiera preferido contestar "no", pero tomando valor y sabiendo que muy probablemente la "goliza" sería de 3 a 0, valientemente contesté que sí. Mi pequeño se enderezó en el asiento y con toda la solemnidad que su rostro de seis años le permitió, me preguntó: "Papá, ¿Si Jesús no hubiera muerto en la cruz, aún estaría vivo?."

Finalmente me rendí, tal vez algún día podría darle a mi hijo las respuestas que esperaba, pero en aquel momento no podría hacerlo. Y doble las manos, porque, ¿qué otra cosa se puede hacer cuando Dios quiere darnos una lección?. Qué otra cosa podía hacer sino inclinar mi cabeza y guardar silencio cuando Dios quería decirme que con todo lo que he aprendido realmente aún no se nada. Que para ser viento fuerte, tengo que curtirme aún en muchas batallas.

 Confía en Yavé sin reserva alguna; no te apoyes en tu inteligencia. En todas tus empresas tenle presente, y él dirigirá todos tus pasos. No te tengas por sabio: teme a Yavé y huye del mal.

Proverbios 3;5-7

UN HOMBRE CLAMA EN LA OSCURIDAD.(Abril 23, 2000)

Apenas llegando a la celebración, percibí que en aquella parte del Templo algo extraño sucedía. Ya el tumulto era el mismo de todos los años en la misa nocturna del Sábado Santo. 

Después de observar, me encaminé hacia un espacio que extrañamente se conservaba libre a unos instantes de iniciar la ceremonia.

Al llegar, fácilmente adivine el porque. En el centro de aquel espacio se encontraba un hombre completamente postrado en el suelo. En la penumbra, no pude observar nada más de él, y al igual que todos, con desconfianza me puse de pie a cierta distancia de donde se encontraba. Con el rabillo del ojo pude observar como este hombre se levantaba del suelo, se hincaba, levantaba su cabeza y dirigía su rostro, con los ojos cerrados, hacia el cielo, al mismo tiempo que extendía sus brazos hacia los lados. Luego encogió su cuerpo y se postró de nuevo rostro en tierra, todo esto, con una lentitud pasmosa.

No hubo tiempo de observar más, la ceremonia del Sábado Santo dio inicio y para dar paso al encendido del Cirio Pascual la totalidad de las luces del Templo fueron apagadas.

Y en ese mismo instante, mientras nuestras pupilas se acostumbraban a aquella repentina oscuridad, se escuchó una fuerte voz de hombre que exclamaba con atronadores gritos: "Señor, ya no voy a robar. Tú sabes señor que he robado, y que he estado ya tres veces en la penitenciaría. Tú sabes que estoy separado de mi familia porque no me quieren por eso, pero Tú me vas a ayudar.  Tú me diste mis manos y las voy a utilizar para trabajar, yo sé que Tú me vas a ayudar. Porque Tú eres el Rey de Reyes y el señor de Señores. Y tú me vas a ayudar".

En medio de aquella oscuridad no se escuchó otra cosa que aquellos gritos, pasmados todos, no atinábamos a decir ni hacer nada. Cuando en eso, se escuchó la voz del Sacerdote que iniciaba el rito del encendido del Cirio pascual; ritual que por otro lado representa a la luz en medio de la oscuridad, la luz de Jesús que alumbra nuestras vidas.

Se encendió el Cirio y poco a poco aquella luz fue pasando a las pequeñas velas que todos los asistentes llevábamos en nuestras manos. La luz poco a poco se hizo en el templo y la oscuridad se disipó.

Yo, al igual que todos, pude observar como al irse haciendo la luz, aquel hombre se había ido acercando poco a poco a la puerta, y cuando la iluminación era casi completa, finalmente se retiró.

¡Que Pascua más grande ha sido para mí esta la del 2000! He podido presenciar como la Pascua de Jesús sigue actuando entre los hombres. He podido escuchar y sentir como con su luz sigue cambiando vidas. Pude ver como un corazon que ha estado en tinieblas, ahora se le ofrece y le dice:"Haz la Pascua en mí, llévame del pecado a la libertad, líbrame de la oscuridad y llévame a la luz, ya no quiero seguir así, ya no quiero seguir sufriendo."

Finalmente, aquel hombre ya no estaba más ahí, la ceremonia continuó y un sólo pensamiento quedó en mi mente: "Señor, que sea como él te ha pedido, por favor Señor, tómale la palabra".

 

 ...El publicano, en cambio, se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "Dios mío, ten piedad de mí, porque soy un pecador."...

Lucas 18;9-14

     

 

Del libro “Libro de Anécdotas”

De: José Luis Contreras Sáenz.

Chihuahua, Chih., Méx.

Inicio: Abril 23 del 2000  

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