| Si has salido, hijo mío, fiador de tu prójimo, si has chocado tu mano con un extraño, |
| si te has obligado con las palabras de tu boca, si de la palabra de tu boca te has dejado prender, |
| haz esto, hijo mío, para quedar libre, pues has caído en manos de tu prójimo:Vete, póstrate, importuna a tu prójimo; |
| no concedas a tus ojos sueño ni a tus párpados reposo; |
| líbrate, como la gacela del lazo, como el pájaro de la mano del pajarero. |
| Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio. |
| Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; |
| asegura en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la mies. |
| ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿cuándo te levantarás de tu sueño? |
| Un poco dormir, otro poco dormitar, otro poco tumbarse con los brazos cruzados; |
| y llegará como vagabundo tu miseria y como un mendigo tu pobreza. |
| Un malvado, un hombre inicuo, anda con la boca torcida, |
| guiña el ojo, arrastra los pies, hace señas con los dedos. |
| Torcido está su corazón, medita el mal, pleitos siembra en todo tiempo. |
| Por eso vendrá su ruina de repente, de improviso quebrará, y no habrá remedio. |
| Seis cosas hay que aborrece Yahveh, y siete son abominación para su alma: |
| ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, |
| corazón que fragua planes perversos, pies que ligeros corren hacia el mal, |
| testigo falso que profiere calumnias, y el que siembra pleitos entre los hermanos. |
| Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre. |
| Tenlos atados siempre a tu corazón, enlázalos a tu cuello; |
| en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar. |
| Porque el mandato es una lámpara y la lección una luz; camino de vida los reproches y la instrucción, |
| para librarte de la mujer perversa, de la lengua suave de la extraña. |
| No codicies su hermosura en tu corazón, no te cautive con sus párpados, |
| porque un mendrugo de pan basta a la prostituta, pero la casada va a la caza de una vida preciosa. |
| ¿Puede uno meter fuego en su regazo sin que le ardan los vestidos? |
| ¿Puede uno andar sobre las brasas sin que se le quemen los pies? |
| Así le pasa al que se llega a la mujer del prójimo: no saldrá ileso ninguno que la toque. |
| No se desprecia al ladrón cuando roba para llenar su estómago, porque tiene hambre. |
| Mas, si le sorprenden, paga el séptuplo, tiene que dar todos los bienes de su casa. |
| Pero el que hace adulterar a una mujer es un mentecato; un suicida es el que lo hace; |
| encontrará golpes y deshonra y su vergüenza no se borrará. |
| Porque los celos enfurecen al marido. y no tendrá piedad el día de la venganza. |
| No hará caso de compensación alguna; aunque prodigues regalos, no aceptará. |
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