| = Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante Yahveh. = |
| Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito; |
| no ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia; tiende hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme! |
| Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo que un brasero; |
| trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer mi pan; |
| ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado. |
| Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las ruinas; |
| insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado; |
| me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan maldicen por mi nombre. |
| El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas, |
| ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has tirado: |
| mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno. |
| Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de edad en edad. |
| Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de apiadarte de ella, ha llegado la hora; |
| que están tus siervos encariñados de sus piedras y se compadecen de sus ruinas. |
| Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria; |
| cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria, |
| volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará. |
| Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh: |
| que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, |
| para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte. |
| Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén, |
| cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh. |
| El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días. |
| Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De edad en edad duran tus años! |
| Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de tus manos; |
| ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan. |
| Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años. |
| Los hijos de tus siervos tendrán una morada, y su estirpe ante ti subsistirá. |
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