| Y me dijo: Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. |
| Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, |
| y me dijo: Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy. Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel. |
| Entonces me dijo: Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras. |
| Pues no eres enviado a un pueblo de habla oscura y de lengua difícil, sino a la casa de Israel. |
| No a pueblos numerosos, de habla oscura y de lengua difícil cuyas palabras no entenderías. Si te enviara a ellos, ¿no es verdad que te escucharían? |
| Pero la casa de Israel no quiere escucharte a ti porque no quiere escucharme a mí, ya que toda la casa de Israel tiene la cabeza dura y el corazón empedernido. |
| Mira, yo he hecho tu rostro duro como su rostro, y tu frente tan dura como su frente; |
| yo te hecho tu frente dura como el diamante, que es más duro que la roca. No los temas, no tengas miedo de ellos, porque son una casa de rebeldía. |
| Luego me dijo: Hijo de hombre, todas las palabras que yo te dirija, guárdalas en tu corazón y escúchalas atentamente, |
| y luego, anda, ve donde los deportados, donde los hijos de tu pueblo; les hablarás y les dirás: Así dice el Señor Yahveh, escuchen o no escuchen. |
| Entonces, el espíritu me levantó y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación: Bendita sea la gloria de Yahveh, en el lugar donde está, |
| el ruido que hacían las alas de los seres al batir una contra otra, y el ruido de las ruedas junto a ellos, ruido de gran trepidación. |
| Y el espíritu me levantó y me arrebató; yo iba amargado con quemazón de espíritu, mientras la mano de Yahveh pesaba fuertemente sobre mí. |
| Llegué donde los deportados de Tel Abib que residían junto al río Kebar - era aquí donde ellos residían -, y permanecí allí siete días, aturdido, en medio de ellos. |
| Al cabo de los siete días, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: |
| Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte. |
| Cuando yo diga al malvado: Vas a morir, si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. |
| Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida. |
| Cuando el justo se aparte de su justicia para cometer injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá él por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. |
| Si por el contrario adviertes al justo que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido advertido, y tú habrás salvado tu vida. |
| Allí fue sobre mí la mano de Yahveh; me dijo: Levántate, sal a la vega, y allí te hablaré. |
| Me levanté y salí a la vega, y he aquí que la gloria de Yahveh estaba parada allí, semejante a la gloria que yo había visto junto al río Kebar, y caí rostro en tierra. |
| Entonces, el espíritu entró en mí y me hizo tenerme en pie, y me habló. Me dijo: Ve a encerrarte en tu casa. |
| Hijo de hombre, he aquí que se te van a echar cuerdas con las que serás atado, para que no aparezcas en medio de ellos. |
| Yo haré que tu lengua se te pegue al paladar, quedarás mudo y dejarás de ser su censor, porque son una casa de rebeldía. |
| Mas cuando yo te hable, abriré tu boca y les dirás: Así dice el Señor Yahveh; quien quiera escuchar, que escuche, y quien no quiera, que lo deje; porque son una casa de rebeldía. |
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