| Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y colgadle en el saliente de nuestras murallas; |
| y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura, contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis. |
| Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante vosotros. |
| Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel, saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada. |
| «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros como destinado a la muerte.» |
| Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido. |
| Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!» |
| «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta el momento en que les estaba hablando. |
| Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría. |
| Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para siempre a la casa de Israel. |
| Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por grupos, hacia las subidas. |
| Al verlos los asirios, communicaron la novedad a sus oficiales, y éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus jefes, |
| hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar completamente.» |
| Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda, porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit. |
| Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado. |
| Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos, al tiempo que rasgaba sus vestiduras. |
| Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no verla, se precipitó hacia la tropa gritando: |
| «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes, derribado en tierra y decapitado!» |
| Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes gritos y voces por todo el campamento. |
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