Segunda Carta de Pedro
Esta SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO fue escrita bastante tiempo después de la primera, probablemente por un discípulo del Apóstol y al estilo de un "testamento" espiritual atribuido al mismo. Sus destinatarios están indicados de una manera muy vaga (1. 1).
El autor comienza por recordar el sentido de la vocación cristiana. Como partícipe de "la naturaleza divina" (1. 4), el discípulo de Cristo está llamado a vivir santamente, en conformidad con la palabra apostólica y profética. En esa palabra inspirada por el Espíritu Santo se funda, en efecto, la predicación cristiana (1. 16, 19-21).
A continuación, lanza una dura invectiva contra los falsos maestros espirituales que corrompen la fe y las costumbres de la comunidad, y los amenaza con los castigos que recayeron sobre los ángeles rebeldes y sobre los grandes pecadores del Antiguo Testamento (2. 1-22). Toda esta parte reproduce casi textualmente la Carta de Judas y, al igual que esta, se inspira en las tradiciones "apocalípticas" tan difundidas en el Judaísmo de esa época.
Finalmente, el autor previene contra el escepticismo de algunos frente al retraso de la Venida del Señor. Ese supuesto retraso sólo se debe a su "paciencia" misericorDiosa, que quiere dar a todos el tiempo necesario para convertirse (3. 9). Su Venida es cierta, aunque no se pueda precisar el momento. Nada tiene que hacernos dudar de ella. Al contrario, debemos "acelerarla" con nuestra vida santa, mientras aguardamos "un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia" (3. 11-13).
Saludo inicial
1 1 Simón Pedro, servidor y Apóstol de Jesucristo, saluda a todos aquellos que, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, han recibido una fe tan preciosa como la nuestra. 2 Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del conocimiento de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor.
Llamado a la santidad
3 Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos conocer a aquel que nos llamó por la fuerza de su propia gloria. 4 Gracias a ella, se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a participar de la naturaleza divina, sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos.
5 Por esta misma razón, pongan todo el empeño posible en unir a la fe, la virtud; a la virtud, el conocimiento; 6 al conocimiento, la templanza; a la templanza, la perseverancia; a la perseverancia, la piedad; 7 a la piedad, el espíritu fraternal, y al espíritu fraternal, el amor. 8 Porque si ustedes poseen estas cosas en abundancia, no permanecerán inactivos ni estériles en lo que se refiere al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 El que no las posee es un ciego, un miope, porque olvida que ha sido purificado de sus pecados pasados. 10 Por eso, hermanos, procuren consolidar cada vez más el llamado y la elección de que han sido objeto: si obran así, no caerán jamás 11 y se les abrirán ampliamente las puertas del Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
El testimonio apostólico
12 Por eso yo les recordaré siempre estas cosas, aunque ustedes ya las saben y están bien convencidos de la verdad que ahora poseen. 13 Me parece justo que los mantenga despiertos, recordándoles esto mientras yo viva en esta tienda de campaña, 14 porque sé que muy pronto tendré que dejarla, como me lo ha hecho saber nuestro Señor Jesucristo. 15 Y haré todo lo posible para que, después de mi partida, ustedes se acuerden siempre de estas cosas.
16 Porque no les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza. 17 En efecto, él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la Gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección". 18 Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con él en la montaña santa.
La palabra profética
19 Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones. 20 Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura. 21 Porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.
Los falsos maestros
2 1 En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición. 2 Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de blasfemias. 3 Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha.
Las lecciones del pasado
4 Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio. 5 Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia. 6 También condenó a la destrucción y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los impíos del futuro. 7 En cambio, libró a Lot, el justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley: 8 porque teniendo que vivir en medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las iniquidades que veía y escuchaba. 9 El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio, 10 sobre todo, a los que, llevados por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía.
La perversidad de los falsos maestros
Estos hombres audaces y arrogantes no tienen miedo de blasfemar contra los ángeles caídos, 11 mientras que los ángeles superiores en fuerza y en poder no pronuncian ningún juicio injurioso contra ellos en la presencia del Señor. 12 Pero ellos, como animales irracionales, destinados por naturaleza a ser capturados y destruidos, hablan injuriosamente de lo que ignoran, y perecerán como esos mismos animales, 13 sufriendo así el castigo en pago de su iniquidad. Ellos se deleitan entregándose a la depravación en pleno día; son hombres viciosos y corrompidos, que se gozan en engañarlos mientras comen con ustedes. 14 Son seres malditos, cuyos ojos no pueden mirar a una mujer sin desearla; seres insaciables de pecado, que seducen a las almas débiles y cuyos corazones sólo conocen la codicia. 15 Ellos abandonaron el camino recto, extraviándose tras los pasos de Balaam, hijo de Bosor, que se dejó seducir por un salario injusto; 16 pero él encontró quien le reprochara su falta: un animal de carga pronunció palabras humanas y puso freno a la insensatez del profeta.
17 Los que obran así son fuentes sin agua, nubes arrastradas por el huracán: a ellos les está reservada la densidad de las tinieblas. 18 Con sus palabras altisonantes y vacías, atraen, por medio de los deseos desenfrenados de la carne, a los que apenas acaban de librarse de los que viven en el error. 19 Les prometen la libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción: porque uno es esclavo de aquello que lo domina. 20 En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero. 21 Más le hubiera valido no conocer el camino de la justicia que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido. 22 En él se cumple lo que dice justamente el proverbio: El perro volvió a comer lo que había vomitado, y este otro: "La puerca recién lavada se revuelca en el barro".
El Día del Señor
3 1 Queridos hermanos, esta es la segunda carta que les escribo. En las dos les he recomendado algunas cosas, para que tengan un criterio exacto. 2 No olviden lo que ha sido anunciado por los santos profetas, así como tampoco el mandamiento del Señor y Salvador, que los Apóstoles les han transmitido.
3 Sepan, en primer lugar, que en los últimos días vendrán hombres burlones y llenos de sarcasmo, que viven de acuerdo con sus pasiones, 4 y que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Venida? Nuestros padres han muerto y todo sigue como al principio de la creación". 5 Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. 6 A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. 7 Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos.
8 Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. 9 El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. 10 Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida.
La preparación para la Venida del Señor
11 Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, 12 esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. 13 Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia.
14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche. 15 Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación, como les ha escrito nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada, 16 y lo repite en todas las cartas donde trata este tema. En ellas hay pasajes difíciles de entender, que algunas personas ignorantes e inestables interpretan torcidamente –como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura– para su propia perdición.
17 Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza. 18 Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria, ahora y en la eternidad!
1 3. Sobre la "gloria" de Dios, ver nota Lc. 2. 9.
13. "Tienda de campaña": ver nota 2 Cor. 5. 1.
18. La "montaña santa" es el lugar de la transfiguración. Ver Mt. 17. 5.
20-21. En ningún otro escrito del Nuevo Testamento se afirma tan explícitamente el carácter inspirado de la Sagrada Escritura y la necesidad de interpretarla de acuerdo con la tradición apostólica.
2 4. Este "Juicio" ratificará la sentencia que ya fue pronunciada.
5. Ver Gn. 6 - 8.
6-8. Ver Gn. 19.
10. Probablemente, se trata de la "Soberanía" de Cristo. Ver Jds. v. 8.
11. Ver Jds. vs. 9-10.
16. Ver Núm. 22. 28-33.
22. Prov. 26. 11. El segundo refrán no es bíblico.
3 3. Ver 1 Tim. 4. 1.
8. Sal. 90. 4.
10. "El Día del Señor": ver nota Hech. 2. 17-21.
Como un ladrón": ver Mt. 24. 42-44; 1 Tes. 5. 2.
"Por el fuego": Pedro se inspira en el tema popular de la purificación del mundo por el "fuego", para referirse al motivo fundamental de la esperanza cristiana (v. 13), que es la renovación final de todas las cosas. Ver nota Rom. 8. 19.
13. Ver Is. 65. 17; 66. 22; Apoc. 21. 1. La "justicia" designa un orden donde todas las cosas están sometidas plenamente a la voluntad de Dios. Ver nota Rom. 1. 17.
15-16. En este pasaje se encuentra la primera mención de una colección de Cartas de Pablo considerada como parte integrante de las Escrituras canónicas. Los pasajes de las mismas que se prestaban a falsas interpretaciones eran, sin duda, los relativos a la segunda Venida del Señor (1 Tes. 4. 13 - 5. 11; 2 Tes. 1. 7-10; 2. 1-12), y a la libertad cristiana (Rom. 7; Gál. 5). En estos últimos, especialmente, algunos buscaban la justificación del libertinaje moral.