Segunda Carta a los Tesalomicenses
La primera Carta a los cristianos de Tesalónica fue muy bien recibida, pero no produjo todos los frutos deseados. La preocupación por el retorno de Cristo se hacía más intensa, y algunos anunciaban, en nombre del Espíritu, la inminencia del acontecimiento. En apoyo de estas afirmaciones, se citaba la autoridad de Pablo.
Para contener la agitación, el Apóstol intervino otra vez. El tema central de la SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES es nuevamente la Venida del Señor al fin de los tiempos, pero aquí la atención se dirige, más que al hecho mismo, a los signos que deben precederla.
Saludo inicial
1 1 Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios, nuestro Padre y al Señor Jesucristo. 2 Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Acción de gracias y felicitaciones
3 Hermanos, siempre debemos dar gracias a Dios a causa de ustedes, y es justo que lo hagamos, porque la fe de ustedes progresa constantemente y se acrecienta el amor de cada uno hacia los demás. 4 Tanto es así que, ante las Iglesias de Dios, nosotros nos sentimos orgullosos de ustedes, por la constancia y la fe con que soportan las persecuciones y contrariedades. 5 En esto se manifiesta el justo Juicio de Dios, para que ustedes sean encontrados dignos del Reino de Dios por el cual tienen que sufrir.
LA VENIDA DEL SEÑOR
La Venida gloriosa de Cristo es parte esencial de la fe y la meta final de la esperanza cristiana. El Señor se manifestará para realizar el Juicio de Dios, que hará triunfar la verdadera justicia. Pablo describe aquella Venida con las imágenes propias del estilo "apocalíptico", y para que la comunidad de Tesalónica no se deje alarmar por falsas predicciones, le recuerda las dos señales que anunciarán la proximidad del fin de los tiempos.
La primera será la aparición del "Hombre impío" (2. 3) –el "Anticristo", según la expresión usual– que pretenderá ocupar el lugar de Dios y ya trabaja en el mundo, oculta o abiertamente, para perder a los creyentes. La otra señal será la apostasía provocada por aquel y ya insinuada por Jesús (Mt. 24. 12; Lc. 18. 8), que consistirá en el rechazo de la verdad del Evangelio. A este anuncio tan sombrío, Pablo contrapone una certeza luminosa: el Señor Jesús aplastará esa última ofensiva del espíritu del mal.
La retribución final
6 Es justo que Dios retribuya con sufrimientos a quienes los hacen sufrir a ustedes. 7 En cambio, a ustedes, los que sufren, les dará el descanso junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús, que vendrá desde el cielo, con los ángeles de su poder, 8 en medio de un fuego ardiente. Entonces él hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. 9 Estos sufrirán como castigo la perdición eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10 cuando él venga aquel Día para ser glorificado en sus santos y admirado por todos los que hayan creído. ¡Y ustedes han creído en nuestro testimonio!
11 Pensando en esto, rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. 12 Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Advertencia sobre los falsos anuncios
2 1 Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, 2 que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado. 3 Que nadie los engañe de ninguna manera.
Las señales precursoras del Día del Señor
Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, 4 el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. 5 ¿No recuerdan que cuando estuve con ustedes les decía estas cosas? 6 Ya saben qué es lo que ahora lo retiene, para que no se manifieste sino a su debido tiempo. 7 El misterio de la iniquidad ya está actuando. Sólo falta que desaparezca el que lo retiene, 8 y entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el resplandor de su Venida.
9 La venida del Impío será provocada por la acción de Satanás y estará acompañada de toda clase de demostraciones de poder, de signos y falsos milagros, 10 y de toda clase de engaños perversos, destinados a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar. 11 Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal.
INSTRUCCIONES A LA COMUNIDAD
La Venida del Señor –cercana o lejana– no debe ser una excusa para entregarse a la ociosidad o desentenderse del mundo presente. Así lo advierte el Apóstol en la segunda parte de esta Carta, que es un ejemplo de realismo cristiano. Su advertencia se traduce en una regla bien concreta: "El que no quiera trabajar, que no coma" (3. 10). Y él confirma esta enseñanza con el ejemplo de su trabajo personal, al que se refiere también en otras de sus Cartas (1 Cor. 9. 1-18; 2 Cor. 11. 9; 1 Tes. 2. 9).
Exhortación a la perseverancia
13 Nosotros, por nuestra parte, siempre debemos dar gracias a Dios, a causa de ustedes, hermanos amados por el Señor. En efecto, Dios los eligió desde el principio para que alcanzaran la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad. 14 Él los llamó, por medio de nuestro Evangelio, para que posean la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y conserven fielmente las tradiciones que aprendieron de nosotros, sea oralmente o por carta. 16 Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, 17 los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.
Exhortación a la fidelidad
3 1 Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. 2 Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe. 3 Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno. 4 Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones. 5 Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.
Exhortación al trabajo
6 Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. 7 Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes 8 y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. 9 Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar.
10 En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. 11 Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. 12 A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.
13 En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien. 14 Si alguno no obedece a las indicaciones de esta carta, señálenlo, y que nadie trate con él para que se avergüence. 15 Pero no lo consideren como a un enemigo, sino repréndanlo como a un hermano.
Despedida
16 Que el Señor de la paz les conceda la paz, siempre y en toda forma. El Señor esté con todos ustedes.
17 El saludo es de mi puño y letra. Esta es la señal característica de todas mis cartas: así escribo yo, Pablo.
18 La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.
1 8. Éx. 3. 2; Is. 66. 15; Jer. 10. 25.
9-10. Is. 2. 10-11; Sal. 89. 8.
12. Is. 66. 5.
2 2-4. Dn. 11. 36; Ez. 28. 2; Is. 14. 13. Ver Apoc. 13. 1-8. El "Adversario" –es decir, el gran "enemigo" de Dios, convertido en el "rival" de Cristo– aparece como un ser "personal". Ver notas Jb. 1. 6; 1 Jn. 2. 18-19.
6-7. "Lo que" o "el que" todavía "retiene" la manifestación del "Adversario" o "Anticristo", obligando a "Satanás" (v. 9) –del que es su instrumento– a obrar en secreto, es una causa desconocida para nosotros.
El misterio de la iniquidad" es el plan de Satanás, que intenta frustrar en la medida de lo posible la obra redentora de Cristo.
8. Is. 11. 4.
9. Ver 1 Tes. 2. 18.
3 7-9. Ver nota 1 Cor. 9. 12-15.
17. Ver Gál. 6. 11.