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Carta a los Efesios





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Carta a los Efesios

Esta Carta no contiene ninguna noticia o exhortación personal, ni parece responder a problemas o peligros concretos, como el resto de las Cartas de Pablo. En los saludos finales no se nombra a nadie en particular, y muchos manuscritos antiguos omiten el nombre de los destinatarios. Tales indicios hacen suponer fundadamente que esta Carta es una especie de "encíclica" enviada por Pablo a las Iglesias de la provincia romana de Asia, y que sólo más tarde, a comienzos del siglo II, se señaló a la Iglesia de Éfeso como destinataria de la misma.

En ella el Apóstol retoma, con mayor amplitud y en forma más ordenada, los temas esenciales de la Carta a los Colosenses. Pero a pesar de las numerosas semejanzas, el pensamiento evoluciona de una Carta a otra, de tal manera que las mismas expresiones adquieren, según el caso, matices diversos. No es improbable que un discípulo de Pablo haya intervenido en la redacción de esta Carta. Así se explicarían ciertas particularidades de su estilo y de su composición.

La CARTA A LOS EFESIOS es una contemplación del plan de Dios realizado en Jesucristo y en la Iglesia, con la consiguiente exhortación a llevarlo a la práctica en todos los actos de la vida. Pablo pone de relieve la función "cósmica" de Cristo, su dominio sobre las potestades angélicas y su soberanía sobre todo el universo (1. 20-21). La Iglesia es presentada como instrumento de Cristo en su obra salvífica que se extiende a toda la creación: ella es el Cuerpo y la plenitud de Cristo (1. 22-23), donde judíos y paganos se reúnen para formar un solo Pueblo de Dios (2. 14-18); y es también el Templo, que tiene como "piedra angular" al mismo Jesucristo, y que se va edificando por la acción del Espíritu Santo (2. 19-22).

Saludo inicial

1 1 Pablo, Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, saluda a los santos que creen en Cristo Jesús. 2 Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

EL MISTERIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA

La Carta se inicia con un solemne himno que refleja las características del estilo litúrgico y se inspira en las grandes bendiciones judías. Su tema es el "misterio de Cristo" (3. 4), o sea, el designio divino de salvación, oculto desde la eternidad en Dios, anunciado por los Profetas y realizado plenamente en Jesucristo. La iniciativa de este designio pertenece al Padre. Él nos eligió y nos predestinó para que fuéramos sus hijos adoptivos. Pero quien cumple la acción salvadora del Padre es "su Hijo muy querido" (1. 6), por medio del Espíritu, que es "el anticipo de nuestra herencia" en la gloria (1. 14).

Este tema medular de la fe cristiana se amplía a lo largo de la primera parte de la Carta. Pablo destaca "la extraordinaria grandeza del poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos" (1. 19-20) y "lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia" (1. 22). A ella, que es su Cuerpo, le comunicó abundantemente los dones del Espíritu (1 Cor. 12. 4-11). Y a ella le toca llevar a su plenitud la obra salvadora del Señor, haciendo cada vez más efectiva la reconciliación de los hombres con Dios y entre sí.

El plan de salvación

3 Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en Cristo

con toda clase de bienes espirituales en el cielo,

4 y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,

para que fuéramos santos

e irreprochables en su presencia, por el amor.

5 Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos

por medio de Jesucristo,

conforme al beneplácito de su voluntad,

6 para alabanza de la gloria de su gracia,

que nos dio en su Hijo muy querido.

7 En él hemos sido redimidos por su sangre

y hemos recibido el perdón de los pecados,

según la riqueza de su gracia,

8 que Dios derramó sobre nosotros,

Dándonos toda sabiduría y entendimiento.

9 Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,

conforme al designio misericorDioso

que estableció de antemano en Cristo,

10 para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:

reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,

bajo un solo jefe, que es Cristo.

11 En él hemos sido constituidos herederos,

y destinados de antemano –según el previo designio

Del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad–

12 a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo,

para alabanza de su gloria.

13 En él, ustedes,

los que escucharon la Palabra de la verdad,

la Buena Noticia de la salvación,

y creyeron en ella,

también han sido marcados con un sello

por el Espíritu Santo prometido.

14 Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia

y prepara la redención del pueblo

que Dios adquirió para sí,

para alabanza de su gloria.

La supremacía de Cristo

15 Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, 16 doy gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis oraciones. 17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. 18 Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, 19 y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder 20 que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, 21 elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. 22 Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, 23 que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.

La gratuidad de la salvación en Cristo

2 1 Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados 2 que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan. 3 Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo las apetencias de la carne y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, 5 precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– 6 y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo.

7 Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. 8 Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; 9 y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. 10 Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.

La reconciliación entre los judíosy los paganos

11 Por eso, recuerden lo que ustedes eran antes: paganos de nacimiento, llamados "incircuncisos" por aquellos que se dicen "circuncisos", en virtud de un corte practicado en la carne. 12 Entonces ustedes no tenían a Cristo y estaban excluidos de la comunidad de Israel, ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.

14 Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, 15 y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, 16 y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. 17 Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. 18 Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.

19 Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. 20 Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.

21 En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. 22 En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

El misterio de Cristo

3 1 Por eso yo, Pablo, estoy preso por Cristo Jesús, a causa de ustedes, los de origen pagano. 2 Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. 3 Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. 4 Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, 5 que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. 6 Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio. 7 De este Evangelio, yo fui constituido ministro por el don de la gracia que recibí de Dios, en virtud de la eficacia de su poder.

El ministerio de Pablo

8 Yo, el menor de todos los santos, he recibido la gracia de anunciar a los paganos la insondable riqueza de Cristo 9 y de hacer brillar a los ojos de todos la dispensación del misterio que estaba oculto desde siempre en Dios, el creador de todas las cosas, 10 para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia. 11 Este es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor, 12 por quien nos atrevemos a acercarnos a Dios con toda confianza, mediante la fe en él. 13 Les pido, por lo tanto, que no se desanimen a causa de las tribulaciones que padezco por ustedes: ¡ellas son su gloria!

Súplica del Apóstol

14 Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, 15 de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. 16 Que él se digne fortificarlos por medio de su Espíritu, conforme a la riqueza de su gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior. 17 Que Cristo habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor. 18 Así podrán comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, 19 en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios.

Doxología

20 ¡A aquel que es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, 21 a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén.

EL COMPORTAMIENTO CRISTIANO: UNIDAD Y AMOR MUTUO

No es suficiente contemplar el "misterio de Cristo" y bendecir al Padre por su designio de amor. Hay que vivir ese misterio y ser consecuentes con ese designio. Si en Jesús han sido "reunidas" todas las cosas, ¿cómo los cristianos podemos vivir desunidos? En la Iglesia hay diversidad de dones y de funciones, pero esa necesaria diversidad, lejos de ser un obstáculo para su unidad, tiene que contribuir a enriquecerla y a ponerla más de manifiesto. Como todo cuerpo y a la manera de un "edificio", la Iglesia debe crecer constante y armónicamente con el aporte de todos, hasta alcanzar "la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo" (4. 13).

Pero la unidad cristiana tiene que ser el fruto de la Vida nueva que recibimos al revestirnos de Cristo en el Bautismo. Lo mismo debe decirse de todo el comportamiento cristiano. Por algo hemos pasado de las tinieblas a la luz. Como "hijos de la luz" (5. 8), estamos llamados a imitar a Dios, practicando el amor incomparable de su Hijo en nuestras relaciones con los demás. De una manera particular, ese amor debe resplandecer en la vida conyugal, a la que Pablo presenta como un signo privilegiado de la unión de Cristo con la Iglesia.

Llamado a la unidad

4 1 Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. 2 Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. 3 Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. 4 Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. 5 Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. 6 Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.

La diversidad de los carismas

7 Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido. 8 Por eso dice la Escritura:

Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos

y repartió dones a los hombres.

9 Pero si decimos que subió, significa que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra. 10 El que descendió es el mismo que subió más allá de los cielos, para colmar todo el universo. 11 Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. 12 Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.

La unidad en la verdad y el amor

14 Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. 15 Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza, 16 y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la actividad propia de cada uno de los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor.

La Vida nueva en Cristo

17 Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos 18 y tienen la mente oscurecida. Ellos están apartados de la Vida de Dios por su ignorancia y su obstinación, 19 y habiendo perdido el sentido moral, se han entregado al vicio, cometiendo desenfrenadamente toda clase de impurezas. 20 Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo, 21 si es que de veras oyeron predicar de él y fueron enseñados según la verdad que reside en Jesús. 22 De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo dejándose arrastras por los deseos engañosos, 23 para renovarse en lo más íntimo de su espíritu 24 y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad.

Deberes de amor hacia el prójimo

25 Por eso, renuncien a la mentira y digan siempre la verdad a su prójimo, ya que todos somos miembros, los unos de los otros. 26 Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, 27 dando así ocasión al demonio. 28 El que robaba, que deje de robar y se ponga a trabajar honestamente con sus manos, para poder ayudar al que está necesitado. 29 No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan. 30 No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención. 31 Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. 32 Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.

La conducta de los hijos de Dios

5 1 Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. 2 Vivan en el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios. 3 En cuanto al pecado carnal y cualquier clase de impureza o avaricia, ni siquiera se los mencione entre ustedes, como conviene a los santos. 4 Lo mismo digo acerca de las obscenidades, de las malas conversaciones y de las bromas groseras: todo esto está fuera de lugar. Lo que deben hacer es dar gracias a Dios. 5 Y sépanlo bien: ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro –que es un idólatra– tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios. 6 No se dejen engañar por falsas razones: todo eso atrae la ira de Dios sobre los que se resisten a obedecerle. 7 ¡No se hagan cómplices de los que obran así!

Las obras de la luz y de las tinieblas

8 Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. 9 Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. 10 Sepan discernir lo que agrada al Señor, 11 y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. 12 Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. 13 Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, 14 porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice:

Despiértate, tú que duermes,

levántate de entre los muertos,

y Cristo te iluminará.

15 Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas 16 que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. 17 No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. 18 No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. 19 Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazon. 20 Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Los deberes de los esposos

21 Sean dóciles los unos a los otros por consideración a Cristo: 22 las mujeres a su marido, como si fuera el Señor, 23 porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. 24 Así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres deben ser dóciles en todo a su marido.

25 Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, 26 para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, 27 porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. 28 Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. 29 Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, 30 por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. 31 Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. 33 En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.

Los deberes de los padres y de los hijos

6 1 Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor porque esto es lo justo, 2 ya que el primer mandamiento que contiene una promesa es este: Honra a tu padre y a tu madre, 3 para que seas feliz y tengas una larga vida en la tierra. 4 Padres, no irriten a sus hijos; al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor.

Los deberes de los esclavosy de los patrones

5 Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo; 6 no con una obediencia fingida que trata de agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, cumpliendo de todo corazon la voluntad de Dios. 7 Sirvan a sus dueños de buena gana, como si se tratara del Señor y no de los hombres, 8 teniendo en cuenta que el Señor retribuirá a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre. 9 Y ustedes, patrones, compórtense de la misma manera con sus servidores y dejen a un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos, que lo es también de ustedes, está en el cielo, y no hace acepción de personas.

La armadura del cristiano

10 Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. 11 Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. 12 Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.

13 Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. 14 Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. 15 Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. 16 Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. 17 Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Exhortación a la oración

18 Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, 19 y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, 20 del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas. ¡Así podré hablar libremente de él, como debo hacerlo!

Noticias personales

21 Tíquico, el querido hermano y fiel servidor en el Señor, los pondrá al corriente de cómo me encuentro y de lo que estoy haciendo. 22 Con este propósito, lo envié para que él les dé noticias nuestras y los conforte interiormente.

Despedida

23 Llegue a todos los hermanos la paz, el amor y la fe, que proceden de Dios, el Padre, y del Señor Jesucristo.

24 La gracia permanezca con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con un amor incorruptible.

1 13. "Marcados con un sello": ver 2 Cor. 1. 22.

14. Sobre "el Espíritu, anticipo de nuestra herencia", ver nota 2 Cor. 1. 22.

21. "Principado, Potestad, Poder y Domina-ción": ver nota 1 Cor. 15. 24.

22-23. Sal. 8. 7. Ver 1 Cor. 15. 26-27; Col. 1. 18-19.

2 2. El "espacio", según la concepción de los antiguos, estaba poblado de potencias demoníacas, cuyo "Príncipe" era Satanás.

8-9. Ver Rom. 3. 27-30.

12. "Alianzas": ver Rom. 9. 4.

14. Jesucristo es "nuestra paz" porque él reconcilió al mundo pecador con Dios, y a los hombres entre sí. La imagen del "muro" encierra una alusión al muro que separaba el atrio de los paganos del recinto reservado a los judíos en el Templo de Jerusalén, y simboliza la división entre los dos pueblos, eliminada por la cruz de Cristo.

17. Is. 57. 19; Zac. 9. 10.

18. Los paganos entran a formar parte del Pueblo de Dios por haber recibido el don del Espíritu lo mismo que Israel. Ver Hech. 10. 44-48; 11. 15-18.

20. Los "profetas" son aquí los de la Nueva Alianza, depositarios, junto con los "apóstoles", de la revelación del misterio de Cristo, para anunciarlo mediante la predicación del Evangelio. Ver nota 1 Cor. 12. 10.

"Piedra angular": ver nota Mt. 21. 42.

3 3. Ver Gál. 1. 16.

8. Ver nota Hech. 9. 13.

10. Ver nota 1 Cor. 15. 24.

4 8. Sal. 68. 19. Según un método rabínico de interpretar la Escritura, en el Salmo citado, Pablo tiene en cuenta solamente la palabra "subió", en la cual encuentra anunciada la Ascensión de Jesús y la efusión del Espíritu Santo por medio de los carismas.

9. "Las regiones inferiores de la tierra" son las regiones subterráneas donde los antiguos situaban la morada de los muertos. Allí bajó Cristo antes de su Resurrección, y ese trayecto cósmico, que va desde lo más profundo hasta lo más alto del cielo, le dio la soberanía sobre todo el universo. Ver nota Sal. 6.6; 1 Ped. 3. 19.

11-12. Ver nota Rom. 12. 6-8.

15-16. Ver 1. 22-23.

22-24. Ver Col. 3. 9b-10.

25. Zac. 8. 16. Ver Col. 3. 9a.

26. Sal. 4. 5 (texto griego).

5 2. Éx. 29. 18.

4. Ver Col. 3. 8.

5. Ver Col. 3. 5.

8. Ver Jn. 12. 36; 1 Tes. 5. 5.

14. Este es un fragmento de un himno cristiano primitivo, que se usaba en la liturgia bautismal.

18. Prov. 23. 31 (texto griego).

22-25. Ver Col. 3. 18-19; 1 Ped. 3. 1-7.

26. Al describir la purificación de la Iglesia, esposa de Cristo, por medio del bautismo, Pablo alude probablemente a una ceremonia nupcial de los griegos: el baño de la novia en las aguas de una fuente o río sagrado, mientras ella pronunciaba una fórmula ritual.

31. Gn. 2. 24.

32. El "gran misterio" es la unión de Cristo con la Iglesia, prototipo de la unión matrimonial. Ver Apoc. 19. 7.

6 1-4. Éx. 20. 12. Ver Col. 3. 20-21.

5-9. Ver Col. 3. 22 - 4. 1; 1 Tim. 6. 1-2; Tit. 2. 9-10; Flm. v. 16; 1 Ped. 2. 18; nota 1 Cor. 7. 20-22.

11. Ver Rom. 13. 12; 2 Cor. 6. 7.

12. Sobre "los espíritus del mal", ver nota 2. 2.

14. Is. 11. 5; 59. 17; Sab. 5. 17-23.

15. Is. 52. 7.

16-17. Is. 59. 17. Ver 1 Tes. 5. 8.

 

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