Libro de Habacuc
Nada de cierto sabemos sobre el autor de este Libro, como tampoco sobre la fecha de su composición ni sobre los opresores a que se refiere. Parecería que se trata de un levita o de un profeta vinculado al Templo de Jerusalén, y probablemente su oráculo esté dirigido contra los caldeos (1. 6), que en el 587 a. C. destruyeron el reino de Judá. En tal caso, el libro de HABACUC habría sido compuesto alrededor del año 600.
Habacuc no se une al coro de profetas que reprochan al pueblo sus pecados y lo amenazan con el castigo. Lo mismo que Job, él se plantea el problema del mal. Ambos discuten con Dios, pero mientras el primero protesta por el triunfo de los malos sobre los buenos, el autor de este oráculo se queja por el triunfo de las naciones paganas sobre el Pueblo de Dios. Por más que Israel sea culpable y merezca el castigo, ¿no son peores los otros pueblos? ¿Cómo puede Dios convertirlos en el instrumento de su castigo?
La respuesta del Señor es un llamado a la paciencia. También las naciones paganas recibirán su merecido. Dios hará justicia a su tiempo. Mientras tanto, el justo "vivirá por su fidelidad" (2. 4). Fundado en la traducción griega de este texto, san Pablo lo refiere a la fe que justifica al hombre, librándolo del pecado y dándole la vida de Dios (Rom. 1. 17; Gál. 3. 11). El mismo texto vuelve a encontrarse en la Carta a los Hebreos, dentro de una exhortación a perseverar en la fe (Heb. 10. 37-38).
Título
1 1 Oráculo que el profeta Habacuc recibió en una visión.
DIÁLOGO DEL PROFETA CON DIOS
A diferencia de los otros profetas, Habacuc se resiste a admitir que el opresor de su Pueblo sea el instrumento de la ira de Dios para castigarlo. El orgullo de ese opresor supera cualquier otro pecado: "¡Él hace de la fuerza su Dios!" (1. 11). ¿Puede el Dios justo y santo confiar la misión de hacer justicia a un pueblo injusto? El profeta se tranquiliza a la espera de la hora del Señor: el orgulloso perderá la vida y el justo se salvará.
Primera queja del profeta: la falta de justicia
2 ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio
sin que tú escuches,
clamaré hacia ti: "¡Violencia!",
sin que tú salves?
3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad
y te quedas mirando la opresión?
No veo más que saqueo y violencia,
hay contiendas y aumenta la discordia.
4 Por eso la Ley no tiene vigencia
y el derecho no aparece jamás:
¡sí, el impío asedia al justo,
por eso sale a luz un derecho falseado!
Primer oráculo: los caldeos, castigo de Dios
5 Miren a las naciones y observen,
asómbrense y queden pasmados,
porque en estos días realizaré una obra
que si se la contaran, no la creerían.
6 Sí, yo voy a suscitar a los caldeos,
ese pueblo salvaje e impetuoso,
que recorre las extensiones de la tierra,
para usurpar moradas ajenas.
7 ¡Es aterrador y temible:
en él solo se funda
su derecho y preeminencia!
8 Sus caballos son más ágiles que leopardos,
más rapaces que lobos nocturnos;
sus jinetes galopan,
sus jinetes vienen de lejos,
vuelan como el águila que se lanza sobre su presa.
9 ¡Todos llegan para la violencia
con el rostro tendido hacia adelante,
y amontonan cautivos como arena!
10 Él se burla de los reyes,
los soberanos son un juguete para él,
juega con las ciudades fortificadas,
levanta un terraplén y las conquista.
11 Entonces, cambia el viento y sigue adelante...
¡Él hace de la fuerza su Dios!
Segunda queja del profeta: los agravios del opresor
12 ¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos,
mi Dios, mi Santo, que no muere jamás?
Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia,
tú, mi Roca, lo estableciste para castigar.
13 Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal
y no puedes contemplar la opresión.
¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores
y callas cuando el impío devora a uno más justo que él?
14 ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar,
como a reptiles, que no tienen jefe!
15 ¡Él los pesca a todos con el anzuelo,
los barre y los recoge con sus redes!
Por eso se alegra y se regocija,
16 y ofrece sacrificios e incienso a sus redes,
porque gracias a ellas su porción es abundante
y sus manjares, suculentos.
17 ¿Vaciará sus redes sin cesar,
masacrando a los pueblos sin compasión?
Segundo oráculo: el justo vivirá por su fidelidad
2 1 Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro;
vigilaré para ver qué me dice el Señor,
y qué responde a mi reproche.
2 El Señor me respondió y dijo:
Escribe la visión,
grábala sobre unas tablas
para que se la pueda leer de corrido.
3 Porque la visión aguarda el momentofijado,
ansía llegar a término y no fallará;
si parece que se demora, espérala,
porque vendrá seguramente, y no tardará.
4 El que no tiene el alma recta, sucumbirá,
pero el justo vivirá por su fidelidad.
IMPRECACIONES CONTRA EL OPRESOR
Sin duda, los papeles van a cambiar. Los crímenes del opresor se volverán contra él. El profeta desarrolla esta convicción en cinco violentas imprecaciones, en las que denuncia la prepotencia y los abusos de los caldeos, a la vez que ridiculiza su idolatría.
Preludio
5 ¡Ciertamente, la riqueza es traidora,
y el hombre presuntuoso no subsistirá,
el que dilata su garganta como el Abismo
y es insaciable como la Muerte,
el que reúne para sí a todas las naciones
y acapara para él a todos los pueblos!
6 ¿No entonarán todos estos contra él
sátiras, sarcasmos y enigmas?
Ellos dirán:
La codicia
¡Ay del que acumula lo que no le pertenece
–¿hasta cuándo?–
y se carga de objetos prendados!
7 ¿No se levantarán de repente tus acreedores,
y no se despertarán tus expoliadores?
¡Tú serás una buena presa para ellos!
8 Por haber despojado a numerosas naciones,
lo que resta de esos pueblos te despojará a ti,
a causa de la sangre humana derramada
y de la violencia contra el país,
contra la ciudad y todos sus habitantes.
Las ganancias ilícitas
9 ¡Ay del que acumula para su casaganancias deshonestas,
a fin de establecer en lo alto su nido
y escapar a los golpes de la desgracia!
10 Hiciste un proyecto vergonzoso para tu casa:
al diezmar a numerosos pueblos,
atentas contra tu propia vida.
11 Porque la piedra gritará desde el muro
y desde el armazón le responderá la viga.
La violencia
12 ¡Ay del que edifica una ciudad con sangre
y la funda sobre la injusticia!
13 ¿No proviene del Señor de los ejércitos
que sólo para el fuego se fatiguen los pueblos
y las naciones se extenúen por nada?
14 Porque la tierra se llenará
Del conocimiento de la gloria del Señor,
como las aguas cubren el mar.
La crueldad
15 ¡Ay del que hace beber a su prójimo!
¡Tú derramas tu veneno hasta embriagarlo,
para contemplar su desnudez!
16 Te has saciado de ignominia, no de gloria;
¡bebe tú también y muestra tu prepucio!
El cáliz de la mano del Señor se volverá sobre ti,
y tu gloria se convertirá en ignominia.
17 Porque la violencia hecha al Líbanote cubrirá
y la matanza de los animales te aterrará,
a causa de la sangre humana derramada
y de la violencia contra el país,
contra la ciudad y todos sus habitantes.
La idolatría
19 ¡Ay del que dice al madero: "Despierta",
y a la piedra muda: "Levántate"!
¿Puede eso pronunciar un oráculo?
¡Sin duda, está recubierto de oro y plata,
pero no hay soplo de vida en su interior!
18 ¿De qué sirve una imagen esculpida,
para que el artista la talle,
o una imagen de metal fundido, un oráculo falso,
para que el artista ponga su confianza en ella,
fabricando ídolos mudos?
20 El Señor reside en su santo Templo,
¡guarde silencio toda la tierra delante de él!
SALMO DE HABACUC: LA INTERVENCIÓN VICTORIOSA DEL SEÑOR
El libro de Habacuc termina con una bellísima oración de carácter litúrgico, llena de imágenes inspiradas en los Salmos, como también en viejas leyendas orientales purificadas de sus reminiscencias politeístas y mitológicas. En ella, como en muchos Salmos, se une a la súplica un himno al poder de Dios, puesto de manifiesto en su triunfo sobre las fuerzas del caos y a través de sus grandes proezas en favor del Pueblo elegido.
3 1 Oración del profeta Habacuc, en el tono de las lamentaciones.
2 ¡Señor, yo he oído tu renombre!
¡He visto tu obra, Señor !
¡En el curso de los años, hazla revivir,
en el curso de los años, manifiéstala;
pero en la conmoción, acuérdate de tener piedad!
3 Dios viene de Temán,
y el Santo, del monte Parán.
Su majestad cubre los cielos, Pausa
y su alabanza llena la tierra.
4 Su resplandor es como la luz,
brotan rayos de sus manos,
y allí está el secreto de su fuerza.
5 Delante de él avanza la Peste,
y la Fiebre sigue sus pasos.
6 Él se detiene, y hace vacilar la tierra,
mira, y hace estremecer a las naciones.
¡Se desmoronan las montañas eternas,
se hunden las colinas antiguas,
sus caminos de siempre!
7 Yo he visto anonadados a los campamentos de Cusán,
se conmueven las carpas del país de Madián.
8 ¿Arde la ira del Señor contra los ríos?
¿Tu cólera se enciende contra los ríos
y tu furor contra el mar,
para que montes en tus caballos,
en tus carros de guerra victoriosos?
9 Tú pones al desnudo tu arco
y sacias de flechas su cuerda. Pausa
Abres la tierra, y brotan torrentes.
10 Te ven las montañas y se espantan,
pasa una lluvia torrencial,
el océano hace oír su voz
y levanta sus manos en alto.
11 El sol y la luna se detienen en su morada,
a la luz de tus flechas que vuelan,
al resplandor del centelleo de lanza.
12 Con furia recorres la tierra,
con ira pisoteas las naciones.
13 Has salido para salvar a tu pueblo,
para salvar a tu Ungido;
has abatido el techo de la casa del impío,
has descubierto sus cimientos hasta la roca. Pausa
14 Has traspasado con tus flechasla cabeza de sus jefes,
que se lanzaban tempestuosamentepara destrozarme,
entre gritos de alegría,
como quien devora a un pobre ocultamente.
15 Con tus caballos has surcado el mar,
entre el bullir de las aguas caudalosas.
16 Al oírlo, se conmovieron mis entrañas,
ante el fragor, balbucean mis labios;
la caries penetra en mis huesos
y debajo de mí tiemblan mis pasos.
Espero tranquilo el día de la angustia,
que le sobrevendrá al pueblo que nos ataca.
17 Porque la higuera no florece,
ni se recoge nada en las viñas;
fracasa la cosecha del olivo
y los campos no dan alimento;
las ovejas desaparecen del corral
y no hay bueyes en los establos.
18 Pero yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré en Dios, mi Salvador.
19 El Señor, mi Señor, es mi fortaleza:
él da a mis pies la agilidad de las gacelas
y me hace caminar por las alturas.
Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda.
1 2. Ver Sal. 13. 2-3; Jb. 19. 7.
3. Ver Jer. 12. 1-2.
2 1. Los profetas suelen considerarse a sí mismos como "centinelas" de Israel (Is. 21. 6-12; Jer. 6. 17; Ez. 3. 17; 33. 1-9; Os. 9. 8). En este caso, el profeta está en su puesto de guardia, no para alertar al pueblo sobre la inminencia del peligro, sino para escuchar la Palabra del Señor, que llega de manera imprevisible.
2. Ver Is. 8. 1 ; 30. 8; Jer. 30. 2; Apoc. 1. 19.
4. Ver Rom. 1. 17; Gál. 3. 11; Heb. 10. 38.
14. Is. 11. 9.
3 18. Ver 1 Sam. 2. 1; Is 61. 10; Lc. 1. 47.
19. Ver Deut. 32. 13; Is. 58. 14; Sal. 18. 34.