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¿Es Jesús el Rey de tu Vida y de tu Hogar?





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¿ES JESÚS EL REY DE TU VIDA Y DE TU HOGAR?

Nihil Obstat P. Ignacio Reinares Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto

Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca (Perú)

ÁNGEL PEÑA O.A.R LIMA - PERÚ 2009 ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN

La devoción al Corazón de Jesús El Corazón de Jesús y los Papas Apóstoles del Corazón de Jesús Santa Margarita María de Alacoque Revelaciones Promesas 1.- Resúmenes de las promesas 2.- Promesas especiales a Comunidades religiosas Consagración al Corazón de Jesús y de María. Promesa del Corazón Inmaculado de María El Señor de la Misericordia El apóstol mundial del Corazón de Jesús Testimonios de vida Entronización del Corazón de Jesús Forma de hacer la entronización Una nueva forma de entronización Horas santas. Guardia de honor Letanías y oraciones al Corazón de Jesús Preguntas

CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

En este libro vamos a tratar el tema de la devoción al Corazón de Jesús. Comenzaremos por hablar de la devoción al Corazón de Jesús en la Biblia y en el Magisterio de la Iglesia. Después, veremos cuáles han sido sus principales apóstoles y la importancia de la consagración a Jesús de acuerdo a las revelaciones a santa Margarita María de Alacoque, que ha sido quien más impulso ha dado a esta devoción.

En lo que se refiere a la entronización, hablaremos ampliamente del padre Mateo Crawley, el apóstol mundial de esta devoción, y veremos el modo concreto de llevar a cabo esta entronización en los hogares.

Ojalá que este libro estimule a que muchas familias que se consagren a Jesús por medio de María decidan la entronización de Jesús en su familia para que Él sea el amigo fiel y confidente en las dificultades y luchas de cada día. Una familia cristiana de verdad debería tener a Jesús como Rey de su Hogar. Éste es mi deseo para todas las familias.

La devoción al Corazón de Jesús El Corazón de Jesús es el símbolo e imagen sensible del amor infinito de Jesús por eso, se le aparecía a santa Margarita de Alacoque con su Corazón ardiendo en llamas. Cuando hablamos del Corazón de Jesús, estamos hablando de su Corazón como símbolo de su amor a los hombres y, por eso cada vez que decimos Corazón de Jesús, podemos decir igualmente Jesús. El divino Corazón o simplemente Jesús, es nuestro Dios y Señor. Por lo cual, debemos adorarlo y amarlo con todo nuestro corazon, especialmente, donde está realmente vivo y palpitante de amor por nosotros: en la Eucaristía. Las imágenes son representaciones, pero Eucaristía es la realidad viva de la presencia real de Jesús y de su Corazón vivo y resucitado, que sigue palpitando de amor por nosotros. De ahí que la devoción al Corazón de Jesús sea inseparable de la devoción de Jesús Eucaristía. Esta devoción al Corazón de Jesús tiene sus raíces en el evangelio, donde vemos a Jesús, manifestándose a los hombres desde el primer momento con todo su amor. Él mismo nos invita a acercarnos a su Corazón. Nos dice: Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados... y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazon, y hallaréis descanso para vuestras almas porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11, 28-30). San Juan el discípulo predilecto tuvo la dicha de poder descansar sobre su Corazón. Dice: Uno de ellos, el amado de Jesús, estaba recostado sobre su pecho (Jn 13, 23-25). Fue testigo de la lanzada, que le traspasó el Corazón. Uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado y, al instante, salió sangre y agua (Jn 19, 34). Así se cumplió la Escritura que dice: “Mirarán al que traspasaron (Jn 19, 37; Zac 12, 10). EL Corazón de Jesús en la fuente de todas las bendiciones, pues en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2, 3) En Él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente y vosotros alcanzáis la plenitud en Él (Col 2, 9). Por eso, san Pablo nos exhorta a tener los mismos sentimientos del Corazón de Cristo, al decir: Revestíos, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente y, por encima de todo esto, revestíos de amor, que es el vínculo de la perfección (Col 3, 12 -14).

El Corazón de Jesús y los Papas

A lo largo de la historia, ha habido varios santos que han extendido esta devoción en la Iglesia. Y los Papas han ido recogiendo el sentir popular y han ido aprobando fiestas o devociones concretas, estimulando este amor al Corazón de Jesús, que en el siglo pasado se ha ido complementando con la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Veamos cómo han promovido los Papas esta devoción. El Papa Clemente XIII, el 6 de febrero de 1765, aprobó oficialmente la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús para Polonia. El Papa Pío IX, el año 1856, extendió esta fiesta a toda la Iglesia. En 1871 concedió a es la fiesta el rango de primera clase, de acuerdo al pedido de los obispos del concilio Vaticano I. El Papa León XIII, el 25 de mayo de 1899, publicó la encíclica Annun sacrum en la que explica la importancia de la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús. En ella nos dice: Consagrándonos a Él, no solamente reconocemos y aceptamos abiertamente su imperio con alegría, sino que testimoniamos realmente que, si lo que le ofrecemos nos perteneciera, se lo ofreceríamos de todo corazon. Así pedimos a Dios que reciba de nosotros estos mismos objetos, que ya le pertenecen de un modo absoluto. Ésta es la eficacia del acto de que estamos hablando y éste es el sentido de sus palabras.

La consagración del mundo la llevó a cabo el 11 de junio de 1899, diciendo: Es el acto más importante de mi pontificado. El 28 de junio de ese mismo año elevó la fiesta del Corazón de Jesús al rango de doble de primera clase (el honor o categoría más grande).

El Papa Pío X, el 22 de agosto de 1906, pidió que cada año se renovara la consagración de la humanidad al Corazón de Jesús en la presencia del Santísimo Sacramento con la misma fórmula con lo que hizo el Papa León XIII.

El Papa Pío XI, a quien se le conoce como el Papa del Sagrado Corazón, escribió tres encíclicas sobre el Sagrado Corazón: Quam Primas (11 de diciembre de 1925), en la que establece la fiesta de Cristo Rey, pidiendo que la consagración anual de la humanidad al Corazón de Jesús se haga en esa fiesta. La encíclica Miserentissimus Redemptor (8 de mayo de 1928), donde habla de la necesidad de reaparición al Corazón de Jesús y que se haga en todas las iglesias el día de la fiesta del Corazón de Jesús cada año. Y la encíclica Caritate Christi compulsi (3 de mayo de 1930), donde propone la devoción de reparación al Sagrado Corazón como remedio para las necesidades de la humanidad.

El Papa Pío XII, el 15 de mayo de 1956, publicó la encíclica Haurietis aquas, consolidando la doctrina y devoción al Corazón de Jesús. En ella nos dice: En la historia de la devoción al Corazón de Jesús debemos recordar los nombres de aquellos que se pueden considerar como los precursores de esta devoción. Así por ejemplo, se distinguieron por haber establecido y promovido cada vez más este culto al Corazón sacratísimo de Jesús: San Buenaventura, san Alberto Magno, santa Gertrudis, santa Catalina de Siena, el beato Enrique Suso, san Pedro Canisio y san Francisco de Sales.

San Juan Eudes es el autor del primer oficio litúrgico en su honor, cuya fiesta solemne se celebró con el beneplácito de muchos obispos de Francia el 20 de octubre de 1672. Pero, entre todos los promotores de esta excelsa devoción, merece un puesto especial santa Margarita María Alacoque, porque su celo, iluminado y ayudado por el de su director espiritual, san Claudio de la Colombiére, consiguió que este culto, ya tan difundido, haya alcanzado el desarrollo que hoy suscita la admiración de los fieles cristianos y que, por sus características de amor y reparación, se distingue de todas las demás formas de la piedad cristiana.

El Papa Juan Pablo II es el Papa de los dos Corazones, del Corazón de Jesús, unido al Corazón de María. A Jesús por María. En su primera encíclica Redemptor hominis nos habla del Corazón de Cristo. El 25 de Marzo de 1984 consagró el mundo y la Iglesia al Inmaculado Corazón de María tal como lo había pedido la misma Virgen María a Lucía de Fátima, aclarando que el Corazón de María es el medio y el camino más seguro para llegar al Corazón de Jesús.

Apóstoles del Corazón de Jesús

En el siglo XII se destaca Guillermo de S. Thierry (+1148), que enseñaba la importancia de “entrar de lleno en el Corazón de Jesús, en el Santo de los Santos”. San Bernardo de Claraval (+1153) dice que el dejarse traspasar su Corazón nos habla de su bondad y la caridad de su Corazón para con nosotros. San Víctor (+1173) decía que no se puede encontrar dulzura que ese pueda comprar con la del Corazón de Jesús. Santa Clara de Asís (+1253) saluda muchas veces al día al Sagrado Corazón de Jesús en el Santísimo Sacramento. San Buenaventura (+1274) habla del Corazón de Jesús como de una fuente de agua viva.

Santa Gertrudis (1256-1303), llamada la Grande, contribuyó mucho a la difusión de la devoción del Corazón de Jesús en los siglos XIV y XV. Se le ha llamado la teóloga del Sagrado Corazón. Ella disfrutó de inenarrables delicias, al estar recostada como san Juan Evangelista en el pecho de Jesús. El cartujo Lansperguis (+1539) parece que fue el primero en recomendar tener la imagen de su Corazón en un lugar visible para venerarla.

San Juan Eudes (1601-1680) fue un apóstol del Corazón de Jesús y del Corazón de María. El Papa Pío X, en el Breve de su beatificación, lo llamó doctor de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Él dice: La fiesta del Corazón de Jesús es la fiesta de las fiestas. Pertenece más al cielo que a la tierra, es más fiesta de serafines que de hombres... Si se celebra en la Iglesia una fiesta tan solemne en honor del divino sacramento de la Eucarística, ¡qué fiesta no debería establecerse en honra de su Sacratísimo Corazón, que es el origen de todo lo grande y precioso que existe en este augusto sacramento!.

San Francisco de Sales (+1622) atribuía la fundación de las religiosas de la Visitación a la obra de los Corazones de Jesús y de María. Santa Juana de Chantal (+1641) dijo: El Señor nos dé la gracia de vivir y morir en el Sagrado Corazón de Jesús. Ambos amantes del Corazón de Jesús cofundaron la congregación de la Visitación, de la cual saldría santa Margarita María de Alacoque, la principal promotora de esta devoción.

El venerable Bernardo Hoyos (1711-1735), jesuita, es considerado el primer apóstol de la devoción del Corazón de Jesús en España. Nos dice: “Adorando al Señor en la hostia, me dijo clara y distintamente el 3 de mayo de 1733, que quería por mi medio extender el culto de su Corazón sacrosanto, para comunicar sus dones”. El 14 de mayo de ese mismo año, “Estaba pidiendo una fiesta del Corazón de Jesús, en especial para España, pues mi memoria parece que hay de ella, y me dijo Jesús: Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”.

En junio de 1734, vio a Jesucristo en la noche de la Última Cena, antes de instituir el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En su Corazón luchaban el amor a los hombres y la tristeza al contemplar tantos ultrajes y desprecios que recibiría en este sacramento. Y nos dice: “En aquel punto, determinó Jesús repara las injurias del Santísimo Sacramento, abriendo su Corazón y manifestando a la iglesia este tesoro soberano... Ésta fue una de las mayores gracias que ha hecho el Señor a su iglesia después de la del Sacramento. Y aquí entendí de nuevo que la fiesta del Corazón de Jesús, sería, después de la del Corpus Christi, la más venerable en la Iglesia.

La Madre María del divino Corazón, religiosa alemana perteneciente a la familia de los condes Droste Zu Vischering, nos dice: A los 21 años (1884) oraba yo un día en la capilla la mañana de la fiesta del Corazón de Jesús delante de esta imagen, a la cual desde mi infancia tenía tanta devoción. El Santísimo estaba expuesto. La imagen del Corazón de Jesús estaba rodeada de flores y velas, y estaba muy cerca del altar del lado del Evangelio. Al orar delante de ella, podía, de una sola mirada, ver también la sagrada hostia en la custodia... Acababa de comulgar y toda unida a nuestro Señor estaba embriagada de las delicias de su Corazón, cuando Él, con una voz que no se deja oír con los oídos del cuerpo sino con esa voz interior que yo no conocía todavía y que hoy me es tan familiar, me dijo: “Tú serás la esposa de mi Corazón”. No puedo decir lo que sentí. Me quedé consternada, anonadada, confundida y, al propio tiempo, inundada de las olas de su amor. ¡Qué dichosos instantes! ¡La esposa de su Corazón! Pero ¿cómo?, ¿cuándo? El velo que cubría mi porvenir se levantó a estas palabras, aunque no lo comprendí del todo...

A partir de ese momento, no pensaba más que en el Corazón de Jesús como mi esposo. Puse su imagen sobre mi reclinatorio y sobre mi pupitre. ¡Qué consuelo cada vez que miraba a mi esposo, qué intimidad entre nosotros! Vivía con Él, le decía todo, y Él estaba siempre lleno de misericordia y de bondad para mí .

En mayo de 1894, llegó ella a Oporto (Portugal) como Superiora de la Casa que su Congregación del Buen Pastor tenía en esa ciudad. Recibió del Corazón de Jesús el mandato de escribir al Papa León XIII para que hiciese la congregación del mundo al Sagrado Corazón. Como la primera carta no hizo mucho efecto, aunque impresionó al Papa, Jesús le mandó escribir por segunda vez con la misma intención. En esta segunda carta le escribía al Papa:

Santísimo Padre:

Profundamente confundida, vuelvo a los pies de Vuestra Santidad para suplicarle humildemente que me permita hablarle sobre el asunto de que le hablé en junio pasado. Entonces, mal convalecida de una mortal dolencia, no pude más que dictar una carta, y aún ahora, enferma y postrada en cama, me veo forzada a escribir con lápiz. En mi última confié a V.S. algunas gracias que el Señor, en su infinita misericordia, se ha dignado concederme sin mirar mi miseria y con gran confusión debo confesar a V.S. que después ha seguido tratándome con la misma misericordia.

Por orden expresa de Jesucristo y con el consentimiento de mi confesor, vengo con el más profundo respeto y sumisión más perfecta a participar a V.S. otras nuevas comunicaciones que se ha dignado hacerme el Señor acerca del punto de mi primera carta. Cuando el año pasado V.S. padecía una indisposición que, atendida a vuestra edad avanzada, llenó de solícito cuidado el corazon de vuestros hijos, me dio el Señor el dulcísimo consuelo de asegurarme que prolongaría los días de V.S. con el fin de que consagrase al mundo entero al Corazón de Jesús. Más tarde, a principios de diciembre, me dijo el Señor que había dilatado su vida para otorgarnos esta gracia de la consagración, y me dio la impresión de que después de haber hecho la consagración, Vuestra Santidad acabaría pronto su peregrinación sobre la tierra.

La víspera de la Inmaculada Concepción, Nuestro Señor me dio a conocer que en virtud de este nuevo impulso que recibiría el culto de su divino Corazón, hará resplandecer una nueva luz sobre el mundo entero... Reconocí los abrasados deseos que Él tiene de que su Corazón adorable sea más y más conocido y glorificado, y de derramar la abundancia de sus dones y bendiciones por toda la faz de la tierra. En verdad, me siento indigna de comunicar todo eso a V.S., pero el Señor, después de hacerme renovar el sacrificio de mí misma como víctima y esposa de su Corazón, aceptando toda clase de padecimientos, humillaciones y menosprecios, me dio el riguroso mandato de escribir de nuevo a Vuestra Santidad sobre este asunto.

Pudiera parecer extraño que pida el Señor esta consagración del mundo entero y no sólo de la Iglesia Católica. Pero su deseo de reinar, de ser amado y glorificado, y de abrasar todos los corazones en su amor y en su misericordia, es tan ardiente que Él quiere que V.S. le ofrezca todos los corazones de aquellos que le pertenecen por el bautismo a fin de facilitarles le vuelta de la verdadera Iglesia, y los corazones de todos los que no han recibido todavía la vida espiritual por el bautismo, pero por los que Él ha dado su vida y su sangre y que son llamados también a ser un día hijos de la santa Iglesia a fin de acelerar por este medio su nacimiento espiritual.

Nuestro Señor no me ha hablado directamente más que de la congregación, pero me ha mostrado, en diversas ocasiones, con insistencia el ardiente deseo que tiene de que su Corazón sea más y más glorificado y amado para bien de las naciones. Me parece que le será agradable que la devoción de los primeros viernes de mes aumente, mediante una exhortación de V.S. al clero y a los fieles, también por la concesión de nuevas indulgencias. Nuestro Señor no me lo ha dicho expresamente, como cuando me habló de la consagración, pero yo creo adivinar este ardiente deseo de su Corazón sin que pueda, sin embargo, afirmarlo...

Dignaos, Santo Padre, bendecir, juntamente con sus hermanas y protegidas, a la que, besando respetuosamente el pie de V.S., tiene el honor de llamarse la más humilde y obediente hija de V.S. Sor María del divino Corazón Droste zu Vischering. Superiora del Monasterio del Buen Pastor de Oporto. (Portugal), 6 de enero de 1899.

El 15 de enero llegó esta carta a manos del Papa León XIII, quien quedó muy impresionado. Inmediatamente, al cardenal Jacobini, nuncio de su Santidad en Lisboa, que obtuviese los informe sobre esta religiosa de la que se dice que es una santa y que tiene comunicaciones celestiales.

El 25 de marzo, a raíz de una difícil operación de la que salió muy bien, decidió publicar la encíclica Annum sacrum, declarando que los días 9, 10 y 11 de junio de dispusieron los fieles con un triduo y que se hiciera la consagración en todas las iglesias. La consagración del mundo entero la hizo el Papa León XIII en la basílica vaticana el 11 de junio de 1899. Según sus propias palabras, fue el acto más importante de mi pontificado. Veamos el texto de la consagración:

CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; miradnos humildemente postrados ante vuestro altar. Vuestros somos y vuestros queremos ser; y para que podamos hoy unirnos más íntimamente con Vos, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a vuestro Sagrado Corazón.

Es verdad que muchos jamás os conocieron, que muchos os abandonaron después de haber despreciado vuestros mandamientos; tened misericordia de los unos y de los otros, benignísimo Jesús, y atraedlos a todos a vuestro Santísimo Corazón.

Reinad, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de vos, sino también sobre los hijos pródigos que os abandonaron, y haced que éstos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

Reinad sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y volvedlos al puerto o se hallan y la unidad de la fe, para que en breve no haya sino solo redil y un solo Pastor.

Conceded, oh Señor, a vuestra Iglesia, segura y completa libertad; otorgad la paz a las naciones y haced que del uno al otro confín de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amén.

Benigna Consolata Ferrero (1885-1916), religiosa italiana de la Visitación, murió a los 31 años con fama de santidad. Jesús le decía: Es necesario reavivar la devoción a este Corazón para que el mundo se conmueva de nuevo. Mi Corazón ha de ser la salvación de todo el mundo, la salvación de cuantos lo busquen y lo conozcan.

Yo no puedo resistir, viendo tantas almas engañadas. Con ella usaré de misericordia, llamándolas dulcemente a mi divino Corazón. Yo les revelaré los secretos inefables de mi divino Corazón y les enseñaré a vivir de mi amor, de aquel amor que vuelve suave el dolor más grande y que hace gustar al alma una paz celestial, aún en medio de las rudas pruebas.

Mi Corazón es tan poco conocido que si los hombres tuviesen que elegir entre Mí y un pedazo de pan, preferirían el pan... Esto me causa mucha pena. Ver a los hombres que gimen, sufren privaciones, languidecen; conocer que tengo todo lo que necesitan, ver que lo rehúsan, que lo desprecian, es una pena que me pesa en el Corazón. Para no sentirla, sería menester no haber muerto por ellos como Yo he muerto... ¡Cuánto me preocupa el amor de los hombres! ¡Cuánto ansío su amor! Por esto, cuando encuentro un corazon que me abre las puertas, me precipito dentro con todas mis gracias.

Dame el consuelo de darme tus miserias. Yo quiero hacer contigo de trapero, esto es, del que se lleva los trapos viejos y encima paga al que se los da. Si tú me das tus miserias, Yo te pago; tú te quitas de encima un problema, y a Mí me das un placer; pero es necesario vendérmelas con un acto de humildad profunda, no despechada, sino de verdad. Y luego, Benigna mía, llámame como quieras: el trapero del amor o de la misericordia, las dos cosas me agradan. Amor y misericordia son como la respiración de mi dulcísimo Corazón. Yo atraigo a mí todas las miserias de mis pobres y débiles criaturas para consumirlas en el fuego de la caridad divina.

Tú no puedes creer, Benigna, el placer que experimento en hacer de Salvador, es todo mi contento y fabrico las más bellas obras maestras, precisamente de aquellas almas que he tomado de más abajo, más de entre el fango, porque tengo más materia, tengo más cosas sobre que trabajar.

Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690)

Esta religiosa francesa de la Orden de la Visitación es la más importante de los apóstoles del Corazón de Jesús. Benedicto XV, en la homilía de su canonización, dijo: Es claro cuál es el encargo asignado por Dios a santa Margarita: Predicar a todos los hombres las riquezas del Corazón de Jesús.

Ella recibió cuatro grandes revelaciones del Corazón de Jesús y en sus diversas comunicaciones con Él, recibió las famosas promesas del Corazón de Jesús. Ella difundió la práctica de la consagración al Corazón de Jesús y la práctica de los nueve primeros viernes de mes.

Todo lo cual tiene como finalidad llevarnos a una vida de confianza en Jesús sin miedos o temores paralizantes que nos alejen de Él. De ahí ha surgido la famosa jaculatoria: Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío. Esta misma confianza en Jesús será posteriormente resaltada por santa Faustina Kowalska, la mensajera del Señor de la Misericordia, pues Jesús se le presenta como el Amor, el Perdón y la Misericordia. Jesús no quiere que le tengan miedo, especialmente los grandes pecadores, sino que siempre, a pesar de todos sus pecados, confíen en Él y se acerquen a Él a pedirle humildemente perdón, sabiendo que serán escuchados y perdonados. Por eso, en la imagen del Señor de la misericordia se coloca la frase: Jesús, en Ti confío.

Hablando concretamente de santa Margarita María, veamos ahora las promesas y Revelaciones que le hace el Sagrado Corazón de Jesús. Y notemos que se presenta especialmente, cuando está expuesto en el santísimo sacramento, para dar a entender la íntima relación entre el Corazón de Jesús y la Eucaristía, pues son la misma y única realidad: Jesús que está vivo, con su Corazón palpitante en el sacramento de la Eucaristía.

Revelaciones

Primera Revelación principal (27 diciembre 1673):

Un día, estando delante del Santísimo Sacramento, me encontré toda penetrada por esta divina presencia, pero tan fuertemente que me olvidé de mi misma y del lugar donde estaba, y me abandoné a este Espíritu, entregando mi corazon a la fuerza de su amor. Me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió las maravillas inexplicables de su Corazón sagrado... Y me dijo: “Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres y por ti en particular que, no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad, le es preciso comunicarlas por tu medio y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros que te estoy descubriendo”... Me pidió después el corazon y yo le supliqué que lo tomase. Lo cogió y lo introdujo en su Corazón adorable, en el cual me lo mostró como un pequeño átomo que se consumía en aquel horno encendido. Lo sacó de allí cual si fuera una llama ardiente en forma de corazon y lo volvió a colocar en el sitio de donde lo había cogido, diciéndome: “He ahí, mi muy amada, una preciosa prenda de mi amor, el cual encierra en tu pecho una pequeña centella de sus vivas llamas para que te sirva de corazon y te consuma hasta el postrer momento”.

Quedé muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de mí que no podía reponerme para hablar, sino haciéndome violencia.

Segunda Revelación principal (1674):

Se me presentó el Corazón divino como en un trono de llamas, más ardiente que el sol y transparente como un cristal con su adorable llaga. Estaba rodeado de una corona de espinas, que simbolizaba las punzadas que nuestros pecados le inferían; y una cruz encima significaba que, desde los primeros instantes de la Encarnación, es decir, desde que fue formado este Sagrado Corazón, fue implantada en él la cruz. Desde aquellos primeros momentos, se vio lleno de todas las amarguras que debían causarle las humillaciones, pobreza, dolor y desprecio que la sagrada humanidad debía sufrir durante todo el curso de su vida y de su sagrada pasión.

Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado de los hombres y de apartarlo del camino de la perdición, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres con todos los tesoros de su amor, de misericordia, de gracia, de santificación y de salvación que contiene. Pero es preciso honrarle bajo la figura de ese Corazón de carne, cuya imagen quería que se expusiera y que llevara yo sobre mi corazon. Y dondequiera que esta imagen fuere expuesta para ser honrada derramaría sus gracias y bendiciones...

Una vez, este Soberano de mi alma me mandó velar todas las noches del jueves al viernes durante una hora, postrada en la tierra con Él, diciéndome que me enseñaría lo que deseaba de mí. Esto tenía también por objeto reparar lo que sufrió en aquella hora en que, estando en el Huerto de los Olivos, se quejó diciendo que sus apóstoles no habían podido velar con Él una hora... Me mandó comulgar todos los primeros viernes de cada mes para reparar los ultrajes que durante el mes ha recibido en el Santísimo Sacramento y me decía: “Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento que esta sed me consume y no hallo a nadie que se esfuerce según mi deseo en apagármela, correspondiendo de alguna manera a mi amor”.

Jesús me dijo: “Hija mía, tu deseo de recibirme ha penetrado tan dentro de mi Corazón que, si no hubiese instituido este sacramento de amor, lo instituiría ahora para hacerme tu alimento. Me agrada tanto el que deseen recibirme que, todas las veces que el corazon forma este deseo, otras tantas le miro amorosamente para atraerle a Mí”.

Tercera Revelación principal (1674):

Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme completamente retirada al interior de mí misma por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, se me presentó Jesucristo, mi divino Maestro, todo radiante de gloria con sus cinco llagas que brillaban como cinco soles; y por todas partes salían llamas de su sagrada humanidad, especialmente de su adorable pecho, el cual parecía un horno. Abrióse este y me descubrió su amantísimo y amabilísimo Corazón, que era el vivo foco de donde procedían semejantes llamas.

Entonces, fue cuando me descubrió las maravillas inexplicables de su amor puro y el exceso a que le había conducido el amor al os hombres, de los cuales no recibía sino ingratitudes y desprecios.

Cuarta y última Revelación principal (16 de junio de 1675):

Estando una vez en presencia del Santísimo Sacramento, recibí de Dios gracias excesivas de su amor y sintiéndome movida del deseo de corresponderle en algo y rendirle amor por amor, me dijo: “No puedes darme mayor prueba que la de hacer lo que yo tantas veces te he pedido”. Entonces, descubriendo su divino Corazón me dijo: He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y en reconocimiento no recibo dé la mayor parte más que ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por frialdad y desprecio con que tratan en este sacramento del amor.

Te pido que sea dedicado el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día y reparando su honor por medio de un respetuoso ofrecimiento, a fin de expiar las injurias que he recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares.

Promesas

Jesús prometió que todos los que se consagren a este Sagrado Corazón no perecerán jamás y que, como es manantial de todas las bendiciones, las derramaría en abundancia en todos los lugares donde estuviera expuesta la imagen de este amable Corazón para ser allí amado y honrado. Que, por este medio, uniría a las familias desunidas y asistiría y protegería a las que se vieran en alguna necesidad.

El Corazón de Jesús no permitirá que se pierda cosa alguna que le esté verdaderamente consagrada y dedicada.

Un viernes, en la sagrada comunión, me dijo estas palabras: “Te prometo en la excesiva misericordia de mi Corazón que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los sacramentos; mi divino Corazón será su asilo seguro en el último momento.

Como tiene tan vivos deseos de ser conocido, amado y honrado por los hombres, en el corazon de los cuales tanto ha anhelado establecer por este medio el imperio de su puro amor, ha prometido grandes recompensas a todos los que se emplearen en hacerle reinar. ¡Qué felicidad es contarse en este número!.

Ha prometido a todos cuantos se consagren y se ofrezcan a Él para darle este contento que jamás les dejará perecer. Que será un asilo seguro contra las asechanzas de sus enemigos, sobre todo, en la hora de la muerte y que los recibirá amorosamente en su divino Corazón, poniendo en seguridad su salvación y que, como Él es la fuente de todas las bendiciones, las derramará abundantemente en todos los lugares donde sea honrada la imagen de ese Sagrado Corazón.

Además, prometió que daría la paz a las familias en que reinara la misericordia y protegería a las estuvieran en necesidad... Y también creo que se cumplirán y protegería a las que estuvieran en necesidad… Y también creo que se cumplirán aquellas palabras que me hacía oír de continuo entre las grandes dificultades y oposiciones que había al principio de esta devoción: YO REINARÉ A PESAR DE MIS ENEMIGOS Y DE CUANTOS SE OPONGAN A ELlO. No temas yo reinaré a pesar de mis enemigos y de todos los que quisieran oponerse.

Yo espero que esta devoción será uno de los meDios de que Él se quiere servir para sacar de la perdición un gran número de almas, arruinando en ellas el imperio de Satanás, para reponerles, con su gracia santificante, en el camino de la salvación eterna, como me parece haberlo prometido. Me hizo ver esta devoción como uno de los últimos esfuerzos de su amor para con los hombres a fin de que, poniéndolo a plena luz en un cuadro particular su divino Corazón, traspasado de amor por su salvación, pueda asegurar su salud, eterna y no dejar perecer a ninguno de aquellos que le estén consagrados... El les servirá de asilo seguro en la hora de la muerte para recibirlos y defenderlos de sus enemigos.

Nada más dulce ni más grato y, al mismo tiempo, más fuerte y eficaz para convertir a los pecadores más endurecidos que la suave unción de la caridad ardiente de este Corazón amable. Él penetrará los corazones más insensibles por medio de la palabra de sus predicadores y fieles amigos, haciendo que sea como una espada ardiente que derrita en su amor los corazones más helados.

Infinitos son los tesoros de bendiciones y de gracias que encierra este Sagrado Corazón. No sé ya que haya en la vida espiritual ningún ejercicio de dirección más propio para elevar el alma en poco tiempo a la más alta perfección y hacerle gustar las verdaderas dulzuras que se encuentran en el servicio de Jesucristo. Sí, lo digo con seguridad: Si supiera cuán agradable le es a Jesucristo esta devoción, no habría un solo cristiano por poco amor que tuviera a este amable Salvador que no la practicase enseguida... En cuanto a las personas seglares, encontrarán en su estado, por medio de esta amable devoción, cuantos socorros necesiten, es decir paz en sus familias, alivio en sus trabajos, bendiciones del cielo en todas sus empresas y consuelo en sus tristezas. En ese mismo Sagrado Corazón es en donde hallarán propiamente un lugar de refugio durante su vida y principalmente en la hora la muerte... Mi divino Maestro me ha dado a conocer que los que trabajen en la salvación de las almas, tendrán un arte especial para conmover los corazones más endurecidos, si profesan tierna devoción a su Corazón Sagrado, y si trabajan para inspirarla a los demás y establecerla en todas partes.

El Corazón de Jesús me ha hecho ver varios nombres que estaban escritos en Él, a causa del deseo que tienen de hacerlo honrar, y por esto mismo no permitirá que jamás sean borrados de Él.

Resumen de las promesas del Sagrado Corazón de Jesús de Alacoque para los que le tengan devoción y sean apóstoles de su divino Corazón.

Les daré las gracias necesarias a su estado (Carta N° 141 a su director). Pondré paz en sus familias (Carta al padre Croiset, 10 de agosto de 1689). Los consolaré en todas sus aflicciones (Carta N° 141 a su director). Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte (Carta al padre Croiset, 16 de agosto de 1689). Bendeciré abundantemente sus empresas (Carta N° 141 a su director) Los pecadores hallarán misericordia (Carta a su hermano, el alcalde, junio de 1689). Los tibios se harán fervorosos (Carta al padre Croiset, 15 de setiembre de 1689). Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección (Carta N°141 a su director). Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada (Carta a la madre Saumaise, 24 de agosto de1685; carta al padre Croiset, 10 de agosto, de 1689). Les daré la gracias de mover los corazones más endurecidos (Carta N° 141 a su director). Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de él. (Carta a la madre Greyfie, enero de 1686). Te prometo en la excesiva misericordia de mi Corazón que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros ciernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final, no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los sacramentos. Mi divino Corazón será su refugio seguro en los últimos momentos. (Carta a la madre Saumaise de mayo de 1688). No perecerá ninguno que se me consagre (Carta a la madre Saumaise, 24 de agosto de 1685).

2- Promesas especiales a comunidades religiosas

Jesús prometió que Él derramaría la suave unción de su ardiente caridad en todas las comunidades en que fuera honrada esta divina imagen.

Y prometió que, en las comunidades religiosas en que fuere honrado y se pusieran bajo su especial protección, mantendría en ellas todos los corazones unidos para no formar sino un solo corazon con el suyo. Y aquellas Comunidades que le conozcan y se coloquen bajo su protección, Él derramará abundantemente sus tesoros de gracias santificantes por la unción de caridad y la suavidad de su amor.

Consagración al Corazón de Jesús y de María

Este es un punto importante en las revelaciones de santa Margarita María de Alacoque y que han practicado y recomendado muchos santos con abundantes frutos espirituales.

Consagrarse significa entregarse totalmente, como una madre que se consagra al cuidado de su esposo y de sus hijos. Es como una dedicación completa, como cuando decimos que tal se ha consagrado a las ciencias o al comercio.

De la misma manera, Jesús quiere que nos entreguemos totalmente a Él, con una disponibilidad total y sin condiciones, poniendo todo lo que somos y tenemos a su servicio para que Él disponga libremente de nosotros según su santa voluntad. Consagración es, pues, una donación de todo nuestro ser, es abandonarse totalmente en sus manos divinos para amarlo sin medida y seguirlo sin condiciones.

Santa Margarita María le decía a la hermana de la Barge: La invito a que haga entera donación de todo su ser espiritual y corporal, y de todo cuanto haya de hacer o haya hecho, a fin de que, después de haber Él purificado y consumido todo cuanto le agrade, pueda disponer de ello según su deseo.

Ella misma dice que Jesús le mandó hacer su testamento.

Una vez me pidió Jesús que hiciese un testamento a su favor de la manera que Él me enseñaría y que mi Superiora serviría de notario. Todo se hizo como Él había deseado. Enseguida, habiéndoselo presentado, habiéndoselo presentado, me lo hizo firmar sobre mi corazon de la manera dolorosa que quiso. Y luego me dijo: “Ahora eres toda mía y toda para Mí, para hacer de ti todo lo que me agrade como de mi hija, mi esclava, mi víctima y el juguete de los deseos de mi Corazón.

Después me dijo: “Yo te constituyo heredera de los tesoros de Mi Corazón para que puedas disponer de ellos a tu gusto a favor de las personas bien dispuestas. Este Corazón será tu fiador que responderá y pagará por ti. Él será el reparador de todos tus defectos y tendrá cuidado del desempeño de todos los deberes y obligaciones y no carecerás de auxilio. Y, como tú te has entregado y sacrificado por completo al amor de mi beneplácito, no debes ya tener otra aplicación que la de amarme y dejarte inmolar y sacrificar por Mí”.

Como vemos, Jesús no se deja ganar en generosidad y la constituye heredera de todos los tesoros de su Corazón. Por eso, el consagrarnos nosotros a este divino Corazón será un medio extraordinario de santificación.

Dice santa Margarita María: Cuando nos hemos consagrado y dedicado por completo a este Corazón adorable, para honrarle y amarle con todos nuestros meDios, abandonándolos del todo, Él se cuida de nosotros y nos hace arribar al puerto de la salvación a pesar de las borrascas.

Y ella escribió su primera consagración así:

Yo N.N. consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable: ser toda suya y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazon a cuanto desagradarle.

Te elijo, oh sagrado Corazón, por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la garantía de mi salvación, el remedio de mi fragilidad, el reparador de todas mis faltas y el asilo seguro en la hora de mi muerte.

Oh Corazón de amor, pongo toda mi confianza en Ti. Consume en mí todo lo que te desagrade. Que tu puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazon de tal modo que jamás te olvide ni me separe de Ti. Te suplico, por todas tus bondades, que mi nombre esté escrito en tu Corazón y jamás sea borrado de Él, porque quiero vivir y morir como hija (esclava) tuya para siempre. Amén.

San Juan Eudes enseñaba la siguiente consagración: Jesús, te ofrecemos, donamos y te inmolamos nuestro corazon. Recíbelo, poséelo todo entero; purifícalo, ilumínalo, santifícalo para que en él vivas y reines ahora y siempre por los siglos de los siglos.

San Ignacio de Loyola propone esta consagración: Tomad, Señor, y recibí toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed de acuerdo a vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia que esto me basta.

Y, en general, todos los santos, de una manera o de otra, con unas palabras u otras, han hecho de su vida una entrega total al servicio de Dios que, en realidad, es una verdadera consagración. Actualmente, se habla mucho también de la consagración al Inmaculado Corazón de María. Esta devoción al Inmaculado Corazón de María ha tomado especial impulso a raíz de las apariciones de Fátima, donde María le decía a Lucía: Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.

Habéis visto el infierno adonde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados... Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará, Rusia que se convertirá, y será concedido al mundo un periodo de paz.

Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio (Tuy, España, 13 de junio de 1929).

En 1944, el Papa Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, pero esta consagración no reunía las condiciones exigidas por Jesucristo de que lo hiciera en unión con todos los obispos del mundo. En cambio, la que hizo Juan Pablo II en la plaza de san Pedro el 25 de marzo de 1884, sí reunía estas condiciones, como lo reconoció la vidente Lucía.

Veamos la consagración del mundo por Juan Pablo II:

Nos encontramos unidos con todos los Pastores de la Iglesia, con un particular vínculo, constituyendo un cuerpo y un colegio al igual que los apóstoles constituían un cuerpo con Pedro.

En el vínculo de tal unidad, pronunciamos las palabras del presente Acto, en el que deseamos incluir, una más las esperanzas y las angustias de Iglesia por el mundo contemporáneo...

Oh Madre de los hombres y de los pueblos, Tú que conoces todos los sufrimientos y sus esperanzas, Tú que sientes naturalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, que sacuden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, dirigimos directamente a Tu Corazón: abraza, con amor de Madre y de sierva del Señor, este nuestro mundo humano, que te confiamos y consagramos llenos de inquietudes por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De una manera especial te confiamos y consagramos aquellos hombres y aquellas naciones, que de esta entrega y de esta consagración tienen particular necesidad.

He aquí que encontrándonos ante Ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo ha hecho de sí mismo al Padre: “Por ellos, ha dicho Él, me consagró a Mí mismo, para que también ellos sean consagrados en la Verdad” (Jn 17, 19). Queremos unirnos a Nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual, en su divino Corazón, tiene la fuerza de obtener el perdón y de procurar la reparación.

La fuerza de esta consagración dura para todos los tiempos y abraza a todos los hombres, los pueblos y las naciones, y supera todo mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de provocar en el corazon del hombre y en su historia y que, de hecho, ha provocado en nuestros tiempos.

Oh, ¡cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo: para que nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo mismo! La obra redentora de Cristo, en efecto, debe ser participada por el mundo por medio de la Iglesia.

¡Madre de la Iglesia! ¡Ilumina al Pueblo de Dios por el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad! Ilumina, especialmente aquellos pueblos de los que Tú misma esperas nuestra consagración y nuestra entrega. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo a toda la familia humana del mundo contemporáneo. Confiando a Ti, oh Madre, el mundo, todos los hombres y todos los pueblos, Te confiamos, también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu Corazón materno.

¡Oh Corazón Inmaculado! ¡Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en el corazon de los hombres de hoy y que en sus efectos inconmensurables ya grava sobre la vida presente y parece cerrar los cambios hacia el futuro!

¡Acoge, oh Madre de Cristo, este grito cargado con los sufrimientos de los hombres de todos los hombres! ¡Cargado con el grito de enteras sociedades! Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado: el pecado del hombre y el pecado del mundo, el pecado en todas sus manifestaciones.

¡Que se revele, en la historia del mundo el infinito poder salvífico de la Redención: poder del Amor MisericorDioso! ¡Que Él detenga el mal! ¡Transforme las conciencias! ¡Que en Tu Corazón Inmaculado se manifieste a todos la luz de la Esperanza! Amén.

Juan Pablo II fue el Papa de los dos Corazones: del Corazón de Jesús y del Corazón de María. Por eso nos recomienda consagrarnos a Jesús por medio de María.

PROMESA DEL INMACULADO CORAZON DE MARÍA

El 10 de diciembre de 1925, estando Lucía en el convento de Pontevedra (España), se le apareció la Santísima Virgen, le mostró su Corazón cercado de espinas y le dijo:

Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos en todo momento le clavan sin saber quien haga algún acto de reparación para sacarlas.

Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos, procura consolarme y di a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la santa comunión, recen una parte del rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, que yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todos las gracias necesarias para la salvación de sus almas.

María nos promete la salvación por medio de la devoción de los cinco primeros sábados de mes, al igual que Jesús prometía la salvación a quienes confesaran, comulgaran y rezaran por el Papa nueve primeros viernes de mes seguidos.

El Señor de la Misericordia

No podemos dejar de hablar aquí del Señor de la Misericordia, ya que está íntimamente unido a la devoción al Corazón de Jesús, pues es el mismo Jesús que le decía a santa Faustina Kowaslska: Yo soy el Amor, el perdón y la misericordia. Es el mismo Corazón de Jesús, que ese nos presenta bajo la acción de su amor misericorDioso o de su misericordia amorosa especialmente para con los pecadores.

Jesús le dijo: Pinta una imagen mía, según la visión que ves, con la inscripción “Jesús, yo confío en Ti”. Yo deseo que esta imagen sea venerada primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honre esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte...

Los dos rayos de la imagen significan el agua y la sangre (el rayo pálido representa el agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas). Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia, cuando mi Corazón agonizante fue abierto por la lanza en la cruz. Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no lo seguirá hasta allí... Yo deseo que se establezca una fiesta de la misericordia y que esta imagen sea venerada por todo el mundo. Esta fiesta será el primer domingo después de Pascua.

Ella escribió en su Diario algunas invocaciones:

Misericordia divina, que brotas del seno del Padre, en Ti confío. Misericordia divina, supremo atributo de Dios, en Ti confío. Misericordia divina, misterio incomprensible, en Ti confío. Misericordia divina, fuente que brota del misterio de la S. Trinidad, confío en Ti. Misericordia divina, de donde brotan la vida y la felicidad, en Ti confío. Misericordia divina, más sublime que los cielos. Misericordia divina, manantial de milagros y maravillas. Misericordia divina, que bajas a la tierra en la persona de Jesús. Misericordia divina, que manaste de la herida abierta del Corazón de Jesús. Misericordia divina, que fundaste la Iglesia. Misericordia divina, presente en el bautismo. Misericordia divina, que nos acompaña a lo largo de la vida. Misericordia divina, que nos ayuda especialmente en la hora de la muerte. Misericordia divina, por la que se convierten los pecadores más endurecidos. Misericordia divina, que deja atónitos a los ángeles. Misericordia divina, manantial de felicidad y alegría. Misericordia divina, que presides todas las obras de Dios. Misericordia divina, dulce consuelo de los corazones angustiados. Misericordia divina, única esperanza de los desesperados. Misericordia divina, esperanza para quienes han perdido toda esperanza.

Oh Dios eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros tu bondadosa mirada y aumenta tu misericordia en nosotros para que, en los momentos difíciles, no nos desalentemos ni nos desesperemos, sino que, con la máxima confianza, nos sometamos a tu santa voluntad, que es Amor y Misericordia. Amén (Diario, 12 de febrero 1937).

El Papa Juan Pablo II, consagró el mundo a la divina misericordia el 17 de agosto de 2002 en el santuario de la divina misericordia de Cracovia. Veamos algunas de sus palabras:

Hoy, en este santuario, quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericorDioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegué a todos los habitantes de la tierra y llene su corazon de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al mundo. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: De aquí debe salir “la chispa que preparará al mi mundo para su última venida”. Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad. Os encomiendo esta tarea a vosotros amadísimos hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Cracovia y en Polonia, y a todos los devotos de la Misericordia divina que vengan de Polonia y del mundo entero. ¡Sed testigos de la misericordia!

Dios, Padre misericorDioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo. Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.

Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en Ti; Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.

Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, tu misericordia de nosotros y del mundo entero y del mundo entero. Amén.

EL APÓSTOL MUNDIAL DEL CORAZON DE JESÚS

El padre Mateo Crawley (1875-1960) nació el 18 de noviembre de 1875 en Arequipa (Perú). Fue bautizado con el nombre de Eduardo Máximo; pero, al hacer sus votos religiosos, cambió su nombre por el de Mateo y así se le conoce en el mundo entero. A los nueve años, fue a vivir con sus padres a Valparaíso (Chile), donde estudió, y entró en el noviciado de la congregación de los Sagrados Corazones. Siendo seminarista, descubrió olvidada en un armario del colegio una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que cambiaría en cierto modo su vida.

Esta imagen había pertenecido al presidente de Ecuador Gabriel García Moreno. Este gran católico y presidente por tres veces del Ecuador, bajo la guía del padre Manuel Proaño, director nacional del Apostolado de la Oración, organizó la consagración de Ecuador al Corazón de Jesús. Para ello, pidió al Superior general de los Redentoristas cincuenta misioneros fervorosos, para hacer una intensa evangelización a nivel nacional. Y, obtenido el beneplácito de los obispos y de las Cámaras, emitió un decreto que decía: Se consagra la República del Ecuador al Santísimo Corazón de Jesús, declarándolo su patrón y protector. Esta consagración se realizó el 25 de marzo de 1874 en la catedral de Quito. En 1984, el Papa Juan Pablo II, en su visita a Ecuador, renovó esta consagración del país ante un millón de fieles.

Pero García Moreno tenía muchos enemigos, que eran contrarios a la religión católica. El 6 de agosto de 1875, después de asistir a misa y comulgar, cuando iba a subir las escaleras exteriores del palacio, lo asaltaron los conjurados que lo estaban esperando. Le dieron catorce puñaladas y seis balazos. Antes de matarlo, uno de ellos le dijo: Muere, verdugo de la libertad. Y él tuvo fuerzas para decir: Dios no muere.

Inmediatamente después de su muerte, sus familiares y amigos, temiendo que los revolucionarios se apoderaran del gobierno y destruyeran todos los objetos religiosos, recogieron la imagen del Corazón de Jesús que tenía en su despacho presidencial y que había presidido la consagración del Ecuador, y lo escondieron. Esta imagen fue entregada por la familia al padre Serrano, sacerdote ecuatoriano de los Sagrados Corazones, quien en 1890 la llevó a Valparaíso, donde estuvo cuatro años escondida en un armario.

Dice el padre Mateo: Confundida con otros objetos de interés, se hallaba la preciosa tela en el fondo de un baúl a la espera de la hora de Dios para comenzar a difundir luz espléndida como el sol de amor y gloria divina. Yo tuve la felicidad, mejor dicho, la gracia enorme como inmerecida de sacarla de la sombra y de llevarla en mis hombros como una bandera de victoria de un polo a otro polo, y no creo pecar de atrevimiento, si juzgo que García Moreno, mártir incomparable del Corazón de Jesús, no fue ajeno a esta predestinación de la que fui objeto sin ningún mérito propio.

El padre Mateo descubrió esta imagen del Corazón de Jesús en 1894 y en 1897 se la pidió al padre provincial como un estandarte de lucha y prenda de victoria para su obra de la entronización del corazon en los hogares, que comenzó a poner por obra a partir de 1905. Mientras tanto, desde su ordenación Sacerdotal en 1898, colocó este cuadro en el Salón de honor del colegio que tenía su congregación en Valparaíso.

En 1907, como tenía muy mala salud, los Superiores lo enviaron a Europa para restablecerse. El padre Mateo aprovechó su viaje para conversar con diversas autoridades eclesiásticas y exponerles sus ideas. En junio de ese año, fue recibido por el Papa Pío X, quien le dijo: No sólo te permito tu trabajo (en esta tarea de la entronización), sino que te lo mando. Esta es una obra de salvación social. Conságrale tu vida. Él había ideado esta palabra entronización para establecer el Reinado social de Cristo a través del método de que reinara familia por familia, haciendo que Jesús fuera el Rey y Señor de cada hogar.

Ese mismo año, el 24 de agosto, va al santuario de Paray-le-onial, donde santa Margarita María de Alacoque había recibido las revelaciones sobre el Corazón de Jesús. Allí tuvo una experiencia mística, que le confirmó en su misión, siendo curado milagrosamente de sus males, especialmente de los bronquios. Desde ese momento, se dedica en cuerpo, alma y espíritu, a la predicación para conquistar el mundo para Dios.

De regreso a Chile, en 1908, inició su cruzada de entronización en Valparaíso. El arzobispo de Santiago de Chile fue el primero en dar la aprobación oficial a su Obra el 11 de agosto de 1908. Después predicó en Perú, Uruguay y Argentina.

El 23 de julio de 1914, cuando ya había estallado la primera guerra mundial, se embarcó para Europa. Su estadía, según la intención de sus Superiores, sería de unos meses; pero, en realidad, no volvería a su tierra sino después de 42 años de predicar por muchos países a lo largo del mundo. En 1915, el Papa Benedicto XV le concedió una Audiencia en la que dijo: Haga saber que es voluntad del Papa que esta Obra redentora se extienda por todo el mundo.

Por todas partes, a lo largo del mundo, conmueve a todos con su fervor y su amor a Jesús, Rey de amor, y promoviendo sin cesar su entronización como Rey de Reyes y Señor de los Señores. La fuerza la recibía de la oración. Por las noches se pasaba algunas horas en oración ante el Santísimo. Y, por la mañana, la santa misa era el centro de cada día y la vida de su vida.

La misa, que celebrada por él, era de por sí un testimonio viviente de la presencia real de Jesús. Decía: Si Dios me dejara escoger entre cincuenta años de éxtasis y una misa, yo escogería la misa. Todas las manifestaciones de los Congresos... no valen una misa del Cura de Ars. El director de la revista eucarística del clero de Montreal, publicaba en diciembre de 1944 lo siguiente: La predicación más convincente del padre Mateo es su misa. Hemos tenido el privilegio de ayudársela durante los días de retiro. Y hemos comprendido por qué en 1918 el Papa Benedicto XV había pedido el padre Mateo que celebrara en su presencia. Es un recogimiento total, una interioridad, una intimidad con el Amigo, una paz, una suavidad que no se pueden describir. El padre desaparece y en la misma medida aparece el sacerdote principal: Jesús. Se ha creado una atmósfera. Uno se encuentra en el monte santo. Uno quisiera permanecer en él toda la vida. El recogimiento intenso del padre es por sí solo una predicación.

Cuando le preguntaron si había tenido alguna dificultad para celebrar la misa delante del Papa Benedicto, respondió: ¿Por qué había de tenerla? Tenía ante mí más que al Papa, tenía sobre el altar al mismo jefe del Papa.

En una circular de 1914 decía: “No se podrá insistir suficientemente en la unión indispensable que debe haber entre el culto a la Eucaristía y el Sagrado Corazón de Jesús. Son dos palabras, dos títulos, pero un solo amor, uno solo” Y escribía: “La relación entre el culto del Sagrado Corazón y la Eucaristía es íntima... Nuestro objetivo es formar millares y millares de familias eucarísticas mediante esta Cruzada de entronización.

La entronización se abría campo poco a poco en los distintos países de Europa, incluso en consagraciones colectivas de municipios locales del Estado, empresas, diócesis enteras. En España, la apoteosis tuvo lugar en la erección del monumento nacional al Corazón de Jesús en el centro geográfico de España, el Cerro de los Ángeles, en Madrid.

La ceremonia de consagración de España en el Cerro de los Ángeles fue el 30 de mayo de 1919. Asistió el rey Alfonso XIII, la reina Victoria, la reina madre y la familia real con el gobierno en pleno y representantes de Las Cortes y de los organismos del Estado. El nuncio bendijo el monumento, El rey leyó el acta de consagración y toda España vibró de entusiasmo, renovando esta consagración en pueblos y parroquias de todo el país. En 1936 los comunistas dinamitaron este monumento, pero antes de dinamitarlo, fusilaron la imagen del Corazón de Jesús como si estuviera vivo. Sin embargo, después de la guerra, fue reconstruido, más hermoso aún en 1965 e inaugurado por gloria de Dios.

En Uruguay se levantó un hermoso monumento en el Monte de la Victoria, que domina la ciudad de Montevideo. En Bolivia se levantó también un monumento al Corazón de Jesús en presencia del Presidente de la República y de sus ministros... Y así en otros países del mundo y no sólo en, Europa o América.

El padre Mateo viajó a Palestina, Indonesia, Hawai, Malasia, Vietnam, Hong Kong, Filipinas, Sri Lanka, India, Manchuria, Japón, Las islas de Polinesia y a distintos países de África. Su mayor triunfo en USA, fue la consagración, en 1942, de la diócesis de Chicago al Corazón de Jesús.

Además, el padre Mateo organizó otras Obras como la Asociación del Apostolado del sufrimiento, para asociar a los enfermos a su Obra. La Obra de los benjamines (niños) o tarcisios (jóvenes y adultos) para que hiciera apostolado del Corazón de Jesús, recibiendo fuerza de la Eucaristía. Él decía: Sólo del sagrario surgirá la conversión de las almas. Además, instauró las Horas Santas y la Adoración nocturna en los hogares.

El Papa Pío XI, en 1935, lo nombró misionero para evangelizar a los misioneros, entregándole un crucifijo. Así quedaba constituida como misionero de los misioneros. Y él decía: ¡Que sorpresa! Realizar a mis 60 años el sueño de mi juventud, investido de la función, no sólo de misionero, sino de misionero de los valerosos misioneros.

El 31 de diciembre de 1946, estando en Canadá, tuvo que ser internado en la clínica hospital de Montreal por graves problemas de salud en la clínica hospital de Montreal. Así estuvo durante diez años sin poder predicar. Pero ya había dicho con anterioridad: Cuando no pueda escribir, oraré y sufriré.

Desde su cama de enfermo escribió muchas cartas circulares a los Secretariados de su Obra esparcidos por todo el mundo. Escribió sus libros: Jesús, Rey de amor; Hora santa; Adoración nocturna; Catecismo de la entronización; El santo sacrificio de la misa; Manual de los Sagrados Corazones... Y se guía publicando artículos en diversas revistas religiosas.

En 1956, sintiéndose un poco mejor, decidió viajar a Valparaíso, Chile, después de 42 años de ausencia. Y decía: He recorrido nuestro planeta, hablando en seis idiomas del Rey de amor. He tenido un rechazo: Kerenski me cerró las puertas de Rusia. Hasta 1958 celebraba misa cada día sentado en su oratorio particular, donde tenía el Santísimo por un privilegio especial, que le concedió el Papa Pío XI; pero, a partir de la Navidad de 1958, ya no pudo celebrar más la misa y ya no podía levantarse. Graves problemas de circulación hicieron que le tuvieran que amputar una pierna.

Él seguía orando y sufriendo. Decía: “Pidan por mí la gracia de las gracias, la de ser el santo sacerdote que siempre he deseado llegar a ser. Tengan bondad de pedir al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen que, en una medida más grande todavía, yo crezca en amor de Nuestro Señor y en santidad sacerdotal... El apóstol es un cáliz lleno de Jesús que desborda a ese Jesús sobre las almas”. Murió el 4 de mayo de 1960. Tenía 84 años.

Fue enterrado en Valparaíso, en la cripta que los religiosos de su Congregación tienen debajo del Sagrario de la iglesia, donde él celebró su primera misa. Antes de morir había escrito en su testamento:

Renuncio a los sufragios que, después de mi muerte, pudieran ofrecer en mi favor y por mi alivio. Queda entendido que este tesoro está definitivamente adjudicado y destinado en su integridad a un fin mucho más elevado: Todas esas oraciones deben ser ofrecidas en simple memoria mía, por el triunfo y el reinado del divino Corazón de Jesús y en acción de gracias por la gloria que le he procurado mediante la Obra providencial de la entronización.

Testimonios de vida

El padre Mateo cuenta muchos ejemplos sobre el poder de la oración en familia por la conversión de alguno de sus miembros, alejados de Dios. Y también sobre cómo vivir la consagración a Jesús, reconociendo a Jesús en todo momento como el Rey de amor de nuestras vidas. Él mismo dice como una anécdota personal: Acaso me tengan por mentecato, pero mirad lo que me pasa, a veces. Cuando voy en el tranvía, tomo dos billetes: Uno para Él y otro para mí. ¿Cómo así? Porque quiero demostrarle que lo tengo muy presente y que vivimos juntos. No puedo hacerlo en gran escala, porque soy pobre y nada tengo; pero, al dar una propina o al pagar o comprar algo en el cochero y en el fondista, veo siempre a Jesús.

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Cierto caballero, teniendo necesidad de hacerse una operación, se dirigió a un hospital protestante con el fin de librarse de la visita de cualquier sacerdote católico. Ahora bien, llegado el día de la operación, su hija se atrevió a pedirle como última gracia que le permitiera a un sacerdote pasar cinco minutos a la sala. Su padre, furioso, la arrojó de la sala diciéndole: “Jamás, jamás, jamás”. La familia rezaba insistentemente por él. Un día, en el preciso momento de ponerse a la mesa, le fue entregada una carta. La familia esperaba una reacción violenta. Terminada la lectura de la carta, el padre palideció, se quedó como ensimismado por unos instantes y, levantándose, exclamó:

Un trabajo urgente me espera, voy a encerrarme en mi despacho. Que nadie venga a molestarme.

A los cinco minutos me presenté y el anciano se confesó diciéndome:

Padre, previendo que la emoción no me dejaría hablar, he optado por hacerle mi confesión por escrito. Aquí está. Haga el favor de leerla en voz alta.

Así lo hice. Y, una vez que le di la absolución, me pidió que, al día siguiente, le diera la comunión. Admirado, a la vista del poder de la gracia divina, no pude menos de acceder y él se fue al teléfono para dar cuenta al vicepresidente de la logia de la que él era presidente, que acababa de confesarse, invitando a todos los masones de la ciudad a su primera comunión al día siguiente por la mañana.

Al poco tiempo, recibí una carta de este mismo señor en la que me decía: Padre, tengo que participarle que me he hecho apóstol de mis dos hermanos, que uno de estos días se han confesado por primera vez, y mañana voy a acompañarles en su primera comunión; uno de ellos a los 71 años, y el otro con 75.

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Se preparaba para su primera comunión una piadosa niña de ocho años. Para prepararse mejor y con más amor, se privó de frutas y refrescos durante el caluroso verano. Pero Jesús no se deja vencer en generosidad, y, como premio, le manifestó con manifestaciones sensibles cada vez que comulgaba. Jesús le hablaba y entre los dos había un diálogo hermoso.

Ahora bien, como materia tan delicada puede haber engaño, resuelvo tentar animosa y confiadamente al Señor y arrancarle la prueba de que realmente Él es quien le habla. Un día le dijo a la niña:

Mira, si mañana Jesús comienza a hablarte, le dices: “Aguarda in momento, Jesús mío, porque hoy quiero hablar la primera.

Él te dirá: ¿Por qué?

Porque el padre me ha dado un encargo importante para Ti. El padre está intrigado con lo de nuestras conversaciones y quiere estar seguro de que eras Tú. Jesús, el que me hablas. Por eso, El padre y yo te pedimos un regalo.

Te dirá: ¿Qué regalo?

Como respuesta y prueba de que eres realmente Jesús, danos una gran conversión, un alma.

Te responderá: ¿Qué alma?

Yo no sé de quién se trata pero tú sabrás mejor que yo a quién se refiere el padre.

Querida niña, si tienes alguna respuesta, aguarda, como de costumbre, al sábado y después de confesarte me la das.

Llegó el sábado siguiente. Yo estaba intrigado y emocionadísimo, preguntándome cuál sería la respuesta de Jesús. Terminada la confesión, la niña me dice:

Padre, ya está. Jesús me dijo al día siguiente en la comunión: “Dile al padre que el sábado, terminando tu confesión, aquel señor, a quien se refiere y al que nadie ha podido convertir, irá donde el padre para hacer su confesión. Deme, padre, la absolución, porque ese señor viene ya.

Se la doy, está rezando su penitencia ante el altar del Sagrado Corazón, me levanto del confesionario y, saliendo de la iglesia, caminando por un corredor interior, siento que alguien me llama:

Padre, Padre, aguárdeme.

Vuelvo la cabeza y ahí está el mismo personaje que nadie ha podido convertir, Jesús lo ha vencido y lo regala como obsequio al apostolado de amor de una niña de ocho años.

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Ocurrió en plena guerra mundial. Recibe un día de la madre, mujer admirable de fe, un telegrama oficial en el que se le comunica la muerte en el campo de batalla del hijo mayor... Corre al salón y coloca el telegrama a los pies del Rey de amor. Luego llama a los pequeñitos y a los empleados, adorna la imagen del Corazón de Jesús. Y después, lee el telegrama. Entonces, todos sollozan, pero en paz, en los brazos de Jesús.

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El día de la distribución de premios regresan los seis chicos a casa con sus diplomas. Van donde su papá para recibir sus felicitaciones. Pero les dice:

Venid primero aquí, seguidme.

Y van al gran salón, donde está la imagen del corazon de Jesús que preside la familia, y les hace depositar ante Él sus diplomas como un homenaje al Rey del hogar. Recitan el acto de consagración y, después, que vengan los abrazos y felicitaciones. Y el papá les dice:

No olviden que en este hogar el único que manda y a quien nunca hay que olvidar es a Jesús.

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Un día bendije un matrimonio de dos pobrecitos y me pidieron que entronizase en un tugurio al Corazón de Jesús. Les dije:

Prometedme que trataréis a Jesús como un amigo, como si lo vierais.

Pocos años más tarde, viene el pobre joven a llamarme y me dice que su mujer se está muriendo. Voy a la casa a confesarla, sorprendido de la paz de cielo que reina en aquel lugar. Pregunto a la enferma:

Hija mía, dime con toda verdad, ¿has sido desgraciada en tu matrimonio?

No, ni por un segundo. Hemos sufrido, hemos luchado, pero, desgraciados con Jesús, nuestro amigo y Rey? Jamás, jamás.

Lo mismo lo confirmó el esposo. Ellos habían comprendido bien el espíritu de la entronización, pues hicieron de Jesús el Rey y el amigo inseparable.

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Una pobre campesina, me escribía: “Padre, desde que he hecho la entronización en mi pobre choza, me considero la inquilina de Jesús, ya que todo es suyo: mis flores, mis aves, mi viejo, todo es suyo. Yo vivo alojada en el palacio del Rey... Ya no vivimos nosotros, sino todos en Él y para Él”.

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El dueño de casa de una nobilísima familia, gran cristiano, había resuelto hacer la entronización un viernes. Pero el Señor dispuso otra cosa. Cayó enfermo y el miércoles era ya cadáver. Pero, antes de morir, había dicho a su esposa que no quería salir de la casa al cementerio sin que el vacío que él dejaba lo llenara Jesús, para que fuera el amo y el dueño del hogar.

Cuando llega el momento del supremo adiós y antes de llevarse el ataúd, la viuda, rodeada de sus hijos, les dice a todos sus amigos y familiares:

Un momento, no lo llevéis todavía.

Coloca un hermoso cuadro del Corazón de Jesús sobre el ataúd y dice: “Su última voluntad era que se hiciera entes de llevarlo al cementerio la entronización del Corazón de Jesús en nuestro hogar”. Lee la oración de consagración y, terminada la oración, dice:

Ahora pueden llevarse el cadáver porque ahora se queda con nosotros el Corazón de Jesús.

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Cuenta el padre Mateo que estaba un día en casa de un Almirante de la Armada chilena, donde había hecho la entronización del Corazón de Jesús a instancia de la esposa y de los hijos, aunque el Almirante no creía en esas cosas. Y dice:

Aquel día estábamos solos los tres amigos: El Corazón de Jesús, el Almirante y quien esto cuenta. Yo le dije sin ambajes:

He venido para que usted sea amigo del Corazón de Jesús. Vengo resuelto a no irme sin darle la absolución, que selle esta amistad. Quiero que se confiese. El Almirante se disculpaba con excusas: Voy a pensarlo, otro día.

¿Y si la muerte viniera esta noche? ¿Le diría usted que regrese dentro de un mes, porque hoy no está preparado y necesita pensarlo? Es Jesús quien lo llama, Almirante. Arrodíllese y no se preocupe, yo lo ayudaré.

Al fin, acepta. Le ayudo a hacer el examen de conciencia y se confiesa con admirable sencillez y sinceridad. Y, desde esa fecha hasta su muerte, ocurrida años después, fue un fervoroso católico. Falleció en mis brazos, repitiendo estas palabras: Te amo, Jesús, porque eres Jesús. Venga a nosotros tu reino.

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En una familia de Valparaíso (Chile) una amiga mía estaba en cama. Desde hacía muchos años, un señor extranjero, pariente lejano del dueño de casa y protestante empedernido. Yo era entonces un colegial de unos doce años. Recuerdo que, de vez en cuando, me pedían que entrara al cuarto del enfermo para distraerle conversando. Y él siempre aprovechaba la ocasión para atacar la fe católica. En esa casa se había rezado mucho por su conversión.

Durante el mes de mayo, mes de María, cuando llegaba yo del colegio por la tarde, me esperaba la familia reunida toda en el cuarto de la señora y yo leía la meditación, el ejemplo y las oraciones. Ese año, hacíamos el mes de Mayo por la conversión del protestante, cuya salud estaba muy quebrantada. Una de esas tardes, estando rezando las oraciones, oímos la campanilla del enfermo. Interrumpimos un instante y la sirviente acudió a su cuarto. Un segundo después regresó, diciendo:

El señor tiene un ataque y se está muriendo.

Corrimos todos a su dormitorio y, en efecto, estaba en estado agónico. Caemos de rodillas ante la cama y comenzamos a rezar jaculatorias y avemarías... Al poco rato, el enfermo abre los ojos, se incorpora y pausadamente dice: “Quiero morir como católico y quiero ser bautizado.

La sirvienta corre a la parroquia, pero los sacerdotes están todos fuera en ese momento, visitando enfermos. ¿Qué hacer? El enfermo insiste y está gravísimo. Entonces, recordando lo que enseña el catecismo, empapo una esponja en agua y lo bautizo.

En ese mismo instante, sonriente, el enfermo exclama:

Soy feliz, rezad en voz alta una oración a la Virgen.

Pide la imagen de la Virgen, la coge, la abraza y la besa llorando. Todos rezamos la Salve y él va repitiendo a duras penas toda la oración. Cuando llegamos a las palabras: Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María, levanta con mano temblorosa la imagen, la mira, la besa, la abraza y, en ese beso supremo, expira.

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En cierta familia cristiana, una de las hijas, joven, dotada de brillante inteligencia y gran fineza de espíritu, se trastorna repentinamente hasta la. El médico la observa varios días y termina declarando que no hay curación posible y que es preciso llevarla a un sanatorio. Yo les dije:

Id ante el Rey de amor y, postrados ante Jesús, renovad vuestro acto de consagración familiar, rezando después un Magnificat en acción de gracias, porque os ha juzgado dignos de este sacrificio. La madre titubea al principio; pero, al fin, juntamente con sus hijos, ofrece generosamente su pena al Corazón de Jesús todos los días, al despertar, el Magníficat es la primera oración para agradecer la gracia tan grande como dolorosa. Sólo habían transcurrido unas semanas, cuando recibo una carta de gratitud, anunciándome la curación absoluta de la enferma, calificada de milagrosa por los médicos.

Entronización del Corazón de Jesús

La obra de la entronización ya había sido madurada de alguna manera por el padre Mateo, incluso antes de su ordenación sacerdotal. En 1905 comenzó a practicarla. Por eso, cuando en 1907 fue a Europa, se propuso proponerla a las más altas autoridades de la Iglesia. Pero para él comenzó, propiamente, según dice en algunas oportunidades, el 24 de agosto de 1907 en Paray-le-Monial, donde tuvo una experiencia divina en que le confirmó en su ideal, y lo curó de sus enfermedades, para poder así realizar su misión de entronización a nivel mundial.

Cuando el Papa Benedicto XV le confirma su misión y le envía una carta personal y autógrafa, le dice en ella: Entronización es instalar una imagen del Corazón de Jesús como en un trono, en el lugar más noble de la casa, de tal manera que Jesucristo, Nuestro Señor, reine visiblemente en los hogares católicos. Esta especie de definición la tomarán al pie de la letra los Papas Pío XI y Pío XII.

Él nos dice: Entronización es el reconocimiento oficial y social de la realeza del Corazón de Jesús en una familia cristiana. Y este reconocimiento reviste una forma sensible y permanente con la instalación solemne de una imagen del Sagrado Corazón en el lugar y sitio de honor de la casa y con el acto de consagración del hogar.

La entronización, bien entendida, es Jesús, atravesando nuestro umbral y ocupando su asiento en el hogar, el puesto que de derecho divino le corresponde, el que se le brindaba en los días de su vida mortal en la hospitalaria casa solariega de Betania... Es preciso que reine en las familias para reinar luego en la sociedad.

La entronización, en su verdadero espíritu, debe ser Jesús viviendo en el hogar, con quien consultamos y compartimos la vida de familia. Jesús en cuya presencia se canta, se llora, se alegra y se sufre, se vive y se muere.

Para hacer la entronización elíjase una imagen, en lo posible, rica y artística, adórnese con flores y luces, reúnanse en esa hora solemne los padres y los hijos, que nadie falte en el hogar querido. Y si se quiere, amigos íntimos y allegados que formen la corte y asistan a una lección de adoración familiar.

La entronización debe ser una consagración vivida (al Corazón de Jesús), el comienzo de una vida familiar verdaderamente cristiana. Consagración vivida que quiere decir que el Corazón de Jesús llegará a ser el centro de la familia, cuya única dicha debe ser hacer la voluntad del Amo de casa. Esto supone una “Convivencia”, o sea, un compartir la vida familiar con aquel Jesús a quien se le ha ofrecido un trono, para que conviva con sus amigos, bendiciéndolos a todos en la casa... ¡Oh, qué bien se vive y se lucha; que bien se canta y se llora, cuando en el centro del hogar está Jesús, que lo preside, lo vivifica y lo hermosea como todo amigo, como confidente y como Rey! En una palabra, Jesús vive realmente en ese hogar y la familia vive de Él.

No se trata de buscar triunfos numéricos, de entronizarlo en mil hogares, sino lo importante es la intensidad del amor... Por eso, estamos muy lejos de aconsejar la entronización en un hogar que no puede llamarse cristiano y donde no hay propósito de corrección ni enmienda. ¡Eso no, jamás debe hacerse!.

Jesús pide hospedaje en nuestra familia. Él quiere el primer lugar, pues quiere ser el Rey. Jesús quiere ser el centro, el alma, el amigo vivo de nuestro hogar. La familia debe considerarlo como un miembro más y acudir a Él, representado en la imagen del Corazón de Jesús, con plena confianza en las alegrías y en las penas; en todo momento, quiere participar de nuestra vida. Ahora bien, para asegurar el éxito de la entronización y que no sea un mero acto rutinario, es preciso que estén presentes todos los miembros de la familia y que todos lo acepten como su Rey y Señor. Si en la casa, el papá no fuera creyente, pero permite hacerlo, también se puede hacer. En este caso, la familia entera tiene una gran tarea encomendada: orar por el papá para obtener de Jesús su conversión a la fe o la vida honesta.

Si los papás están de acuerdo, aunque algún hijo no lo desee, también puede hacerse. Y los papás tendrán un motivo más que suficiente para encomendar diariamente al hijo en sus oraciones. Pero es importante preparar bien el acto de la entronización. Se escoge un día que tenga especial significado familiar. Hay que entender que no se trata de añadir una imagen más a las ya existentes en la casa ni tampoco de una pequeña ceremonia religiosa. Se trata de que Jesús quiere ser aceptado como Rey permanente del hogar, para vivir permanentemente con la familia.

Para ello no basta que se preparen flores y luces en el salón y que se invite a algunos vecinos y amigos. La entronización exige algo más importante, exige que los corazones de los miembros de la familia estén abiertos a Jesús. Por eso, es importante que ese día estén todos confesados y hayan comulgado.

El padre Mateo dice: Preparad cuidadosamente la entronización, como si debierais sembrar de flores el camino por donde pasará Jesús. Como si hubierais de levantarle arcos de triunfo y alfombrar la entrada de la casa dichosa.

Pero, para que no se marchiten las flores ni se apaguen las luces, y perdure en la familia una vida más fervorosa y cristiana, es preciso prepararse, no para una fiesta pasajera, sino para una vida entera llena de amor a Jesús.

También hay que tener en cuenta que la entronización no es una recompensa a una buena familia ni una ceremonia de buen tono social, sino un medio para estimular la vida cristiana. Es una profesión explícita de fe y de nuestro amor y pertenencia a Jesucristo. En una palabra, es un medio de santificación de la familia y, por eso, es algo bueno y recomendable.

Según decía el cardenal Billot, la primera entronización del Corazón de Jesús tuvo lugar el 20 de julio de 1685, cuando las novicias de la Visitación de Paray-le-Monial le hicieron una fiesta a su maestra santa Margarita María de Alacoque e hicieron espontáneamente su consagración ante un cuadro, que representaba al Corazón de Jesús.

Al principio el padre Mateo realizaba la entronización de modo, diríamos, circular. Hacía pasar una imagen del Corazón de Jesús familia por familia. Cada familia conservaba tres días y hacía oración ante la imagen, rezando el rosario. Después, pasaban procesionalmente la imagen a otra familia. Cuando las diferentes familias se habían preparado de ese modo, iba el padre a la casa para proceder a la entronización definitiva. Los primeros países en que lo realizó fueron Chile, Perú, Uruguay y Argentina. A principios de 1914, el número de familias entronizantes ya pasaba del millón, comenzándose a formar en diversas regiones y países los Secretariados de la Obra en los diferentes lugares del mundo.

Forma de hacer la entronización

Se escoge un día especial para la familia y se bendice la imagen del Corazón de Jesús que va a ser colocado en la sala más digna de la casa. El sacerdote leerá la fórmula de la consagración de la familia, aceptando a Jesús como el Rey del hogar. Si no pudiera asistir el sacerdote, la imagen, previamente bendecida, puede ser colocada en el lugar escogido y el responsable de la familia puede recitar la oración de consagración.

Lo importante es que toda la familia se sienta comprometida y, ese día tan especial, puedan asistir previamente a la misa para comulgar. Igualmente, todos los años, el mismo día, deben recordar la fecha de la entronización y asistir a misa y comulgar en la medida de lo posible.

Todos deben ser conscientes de que su familia es de Jesús, es propiedad de Jesús, y que todo, deben hacerlo contando con Él. Por eso, cuando vengan las alegrías, hay que celebrarlas con Jesús, siendo agradecidos. Y cuando vengan las penas por las enfermedades o muerte de seres queridos, hay que pedirle ayuda y consuelo. Además, cada día sería muy deseable que se reúna toda la familia ante la imagen de Jesús para orar en familia; pues la familia que reza unida permanecerá unida. Recibiendo las bendiciones de Jesús.

También es deseable que, junto a la imagen de Jesús, haya una imagen bendita de María, pues a Jesús vamos mejor por medio de María. Y la consagración de la familia a María puede ser algo previo para la consagración al Corazón de Jesús, de modo que así reine Jesús en el hogar por medio de María.

La fórmula de consagración, leída por el sacerdote o el jefe de familia, puede ser la siguiente:

Sagrado Corazón de Jesús, Tú has manifestado a santa Margarita de Alacoque el deseo de reinar en las familias cristianas y le has dicho que a los que te amen y se consagren a tu divino Corazón:

Bendeciré los lugares (hogares) donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada. Pondré paz en sus familias. Los consolaré en todas sus aflicciones. Bendeciré abundantemente todas sus empresas. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.

Queremos proclamarte en este momento como el Rey y Dueño de nuestro Hogar y de nuestra familia. Queremos que reines en nuestras mentes y en nuestros corazones por el amor. Queremos amarte y adorarte a Ti, Jesús, que siempre nos esperas en la Eucaristía.

Queremos que reines en nuestra vida entera: en nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, palabras, miradas, obras... Todo es tuyo y todo lo te lo entregamos para que reines en nuestro cuerpo y en nuestra alma, pues queremos hacer siempre tu santa voluntad.

Oh Jesús divino, dirige nuestra familia por el camino del bien, bendice nuestro trabajo, nuestras diversiones, nuestras amistades y todas nuestras actividades, porque queremos que Tú seas el primero en todo. Y, si alguna vez llegara alguno a nuestra familia a serte infiel y a alejarse de Ti por el pecado, te pedimos que lo ilumines, le des el don del arrepentimiento y lo devuelvas de nuevo a tu redil.

Señor Jesús, cúbrenos a todos nosotros con tu sangre bendita derramada en la cruz y protégenos ahora y siempre de todo poder del maligno. Madre nuestra, Virgen María, cúbrenos con tu manto de pureza y amor, y danos la gracia de la pureza y de la fidelidad. Ángeles de la guarda, cuidadnos y defendednos de todo mal.

Y, como una gracia especia, te pedimos, Señor, por nuestros familiares difuntos para que los tengas en tu gloria. Y, cuando nos llegue a nosotros la hora de la partida, sal a nuestro encuentro para llevarnos a gozar contigo eternamente en tu reino, de modo que un día podamos estar toda la familia reunida y feliz contigo en el cielo para siempre.

Jesús divino, Rey de nuestro Hogar, Tú eres nuestro Rey. Establece aquí tu trono, porque no queremos otro reine sino Tú. Por eso, con toda la fuerza de nuestro corazon queremos decir: ¡Viva por siempre amado, bendecido y glorificado en este Hogar el Corazón divino de Jesús! ¡Venga a nosotros tu reino! ¡Bendito y alabado seas por siempre, Jesús! ¡Bendito seas por siempre Santísimo Sacramento de la Eucaristía! ¡A Ti el honor, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos! Amén.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío. Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. (Puede recitarse un padrenuestro y un avemaría antes de recibir la bendición del sacerdote).

Una nueva forma de entronización

Una nueva forma sería hacer la consagración de la familia en la iglesia delante de Jesús sacramentado. Recordemos que hablar del Corazón de Jesús es hablar del mismo Jesús de Nazaret, que está vivo y resucitado, no en una imagen sino en la Eucaristía. Por eso, el mejor lugar para hacer la entronización familias es ante el sagrario de una iglesia, es decir, ante el mismo Jesús en persona.

Se escoge un día que tenga un sentido especial para la familia como puede ser el cumpleaños de uno de sus miembros o el día del matrimonio de los papás, y ven todos a la iglesia bien confesados para comulgar en la misa. De este modo, su consagración como familia será más eficaz y mejor recibida por Jesús. A ir a la iglesia, llevan los dos cuadros: del Corazón inmaculado por María y del Corazón de Jesús, pues María siempre está junto a Jesús a la Eucaristía y quiere estarlo también en el hogar. Y, así como Jesús pidió la consagración del mundo a su divino Corazón, también quiso la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María. Ambas consagraciones se complementan.

Pues bien, después de la misa, que podría haberse encargado por la salud o unión familiar y a la que puede invitarse a otros familiares y amigos, se pide al sacerdote que bendiga ambos cuadros, y que presida la consagración de la familia. Si el sacerdote no tiene tiempo, la mamá podría hacer delante del sagrario el acto de consagración a María y el papá al Corazón de Jesús, reconociendo a Jesús como el Rey del hogar.

El acto de consagración podría ser con estas o parecidas palabras:

Consagración a María

Oh María, Madre de nuestra familia, a tu Corazón Inmaculado queremos consagrarnos en este día. Queremos ponernos bajo tu manto y protección para que siempre nos defiendas de todo mal y de todo poder del maligno. Madre, nuestra Virgen María, defiéndenos de los peligros, ayúdanos a superar las tentaciones y preservarnos de todo mal. Y, cuando lleguen los momentos de dolor, sé Tú nuestro refugio. Y, en los momentos de alegría, llévanos por el camino que nos conduzca a Dios para serle siempre agradecidos.

Madre nuestra, recibe nuestro humilde acto de consagración. Tuyos somos y tuyos queremos ser para siempre. Y danos la gracia de amar a Jesús con todo nuestro corazon y ofrecerle el homenaje de nuestro amor, especialmente en la Eucaristía.

Todos repiten: Soy todo tuyo, Reina mía, madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Te entrego mi vida y mi amor, mi pasado, mi presente y mi futuro con todo ello se lo presente a Jesús, que lo recibirá contento de tus manos. Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Amén.

A continuación, se procede a la consagración al Corazón de Jesús

Señor Jesús, queremos proclamarte en este momento como el Rey y dueño de nuestro hogar y de nuestra familia. Queremos que reines en nuestras mentes y en nuestros corazones por el amor. Queremos amarte y adorarte a Ti, Jesús, que siempre nos esperas en la Eucaristía. Queremos que reines en nuestra vida entera: en nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, palabras, miradas, obras... Todo es tuyo y todo te lo entregamos para que reines en nuestro cuerpo y en nuestra alma, pues queremos hacer siempre tu santa voluntad.

Oh divino Corazón de Jesús, dirige nuestra familia por el camino del bien, bendice nuestro trabajo y nuestras empresas, nuestras diversiones, nuestras amistades y todas nuestras actividades para que Tú seas el primero en todo.

Cúbrenos a todos con tu sangre bendita y protégenos de todo poder del maligno. Ayúdanos en los momentos difíciles y consuélanos en nuestras penas.

Sé Tú la alegría de nuestras vidas, porque sin Ti no podemos ser felices. Te pedimos por nuestros familiares difuntos para que los tengas en tu gloria. Y, cuando a nosotros nos llegue el momento de la partida definitiva, reúnenos a todos en tu reino para gozar unidos contigo en la patria celestial.

Jesús, bendice nuestro hogar. Sé Tú nuestro Rey. Establece en nuestra casa tu trono para siempre, porque no queremos que reine otro sino Tú. Por eso, con toda la fuerza de nuestro corazon, queremos decir: ¡Viva por siempre amado, bendecido y glorificado en nuestro hogar el Corazón divino de Jesús! ¡Venga a nosotros tu reino! ¡Bendito y alabado seas por siempre Jesús! ¡Bendito seas por siempre en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía! ¡A Ti el poder, el honor y la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Todos repiten: Oh Jesús, por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida. Jesús, yo te amo y yo confío en Ti Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

A continuación, el sacerdote puede dar la bendición y todos llevan con devoción los cuadros de Jesús y María hasta la casa, donde se colocarán, con flores y luces, en el salón principal.

Sería de desear que todos los días, la familia reunida ante las imágenes de Jesús y María, tenga unos minutos de oración familiar, rezando, a ser posible el rosario, pues la familia que reza unida estará unida.

También sería bueno que todos los años recordarán el día de la entronización de Jesús en la familia con una misa familiar, y que celebraran con especial solemnidad las fiestas del corazon de Jesús, del corazon Inmaculado de María y las de Cristo Rey y del Jueves Santo, día de la Eucaristía. Todo esto sin olvidar que la consagración de la familia a Jesús por María debería ser precedida, en la medida de lo posible, de la posible, de la consagración personal de cada uno a Jesús y a María.

Horas santas

Las familias que tienen Jesús como Rey de su hogar deben llevar una vida cristiana de verdad, de misa y comunión frecuentes, cumpliendo fielmente los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y siendo un ejemplo de vida cristiana para los demás. Para mantener encendida la llama de los buenos propósitos que acompañaron la entronización, el padre Mateo recomienda, además de la oración familiar diaria, una Hora santa al mes. A ser posible, la noche de jueves al primer viernes, como le pedía Jesús a santa Margarita María.

Una hora en que esté toda la familia reunida, por ejemplo de 8 a 9 de la noche, para orar y acompañar a Jesús ante la imagen entronizada y pensando en el sagrario más cercano, donde está realmente presente. Si algunas familias pueden hacer esta hora santa el viernes de semana, sería mucho mejor. Incluso, las familias numerosas, podrían hacer una noche de adoración al mes. Por ejemplo, de 10 de la noche a las cuatro de la mañana, turnándose los miembros de la familia, incluidos los empleados, haciendo una hora cada uno. El propósito es acompañar a Jesús solitario en la noche, que es cuando más pecados se cometen, adorándolo y consolándolo con nuestra compañía.

Por supuesto que el ideal sería hacer esta noche de adoración familiar u hora santa en una capilla de adoración perpetua; pero, si eso no es posible, al menos, hacerlo en la propia casa. Y, si en una casa solamente hay un miembro porque los demás no quieren, puede hacerlo en su propia habitación y no en la sala donde está la imagen de Jesús entronizada.

Debemos aclarar que todo esto no obliga bajo pecado y que es simplemente una exigencia de amor que nos pide Jesús para acompañarlo en sus momentos de más soledad. Él no se dejará ganar en generosidad y llenará a esa familia con abundantes bendiciones, más de lo que se pudiera pensar o imaginar. Lo importante es que Jesús sea el Rey de amor de nuestras vidas y de nuestros hogares para gloria de Dios y bien de las almas.

Guardia de honor

La guardia de honor es una Asociación que propone una hora de guardia cada día al Corazón de Jesús presente en la Eucaristía desde el lugar donde nos encontremos.

Según los estatutos de la Asociación: Los asociados eligen una hora del día durante la cual, atentos a Jesucristo presente en el tabernáculo, le ofrecen las ocupaciones habituales de dicha hora sin cambiar nada durante ella. (Artículo 4).

Los asociados a la hora de presencia (hora de guardia) profesan un amor y un respeto particular a la sagrada Eucaristía (Artículo 5)

No es necesario pasar esa hora de oración en la iglesia. Los asociados, sin cambiar nada de sus ocupaciones ordinarias y sin dejar de cumplirlas lo mejor posible, van en espíritu al puesto de amor: el sagrario. Y ofrecen a Jesús sus pensamientos, palabras, acciones, alegrías y penas. Y, sobretodo, el deseo de consolar al Corazón divino de Jesús con su amor. La hora de guardia no causa a nadie ningún trastorno en sus ocupaciones o en el cumplimiento del deber, incluso en sus esparcimientos. Se trata simplemente de santificar las acciones más indiferentes, haciéndolas para agradar a Dios y cumplir su santa voluntad.

Para formar parte de esta Asociación se precisa ser admitido oficialmente. Ser inscrito con su nombre y apellido en el registro de la Asociación y asegurar con regularidad la hora de la presencia (hora de guardia que se haya elegido). Pero nada obliga bajo pecado.

El centro general para España y países de habla española está en el Monasterio de la Visitación, calle santa Engracia 20, Madrid.

Esta Obra de la guardia de honor tuvo su cuna en el Monasterio de la Visitación de Bourg (Francia) el 13 de marzo de 1863. Allí está el Centro mundial de la Asociación.

El fin de la Obra es que, en todos los momentos del día y de la noche, haya asociados esparcidos por todas partes del mundo, que estén en unión con Jesús, presente realmente de la Eucaristía, a través de su hora de guardia.

Se recomienda que los asociados participen frecuentemente en la misa y comunión, especialmente los primeros viernes de mes y en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El primer viernes es deseable que se reúnan los asociados de cada lugar o parroquia para asistir a una misa y así conocerse, teniendo una pequeña reunión para dar algunas indicaciones o repartir material para fomentar la Obra en otras personas.

LETANÍAS Y ORACIONES AL CORAZÓN DE JESÚS

Señor, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Dios, Padre Celestial, Ten piedad de nosotros Dios Hijo, Redentor del mundo. Dios, Espíritu Santo, Santísima trinidad, que eres un solo Dios,

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, Corazón de Jesús, de infinita majestad, Corazón de Jesús, templo santo de Dios, Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad, Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace, Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados, Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan, Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, Corazón de Jesús, colmados de oprobios, Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados, Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Escúchanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros.

Jesús, manso y humilde de Corazón, Haz nuestro corazon semejante al tuyo.

Oración

Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece, y concede el perdón a quienes piden misericordia en el nombre de tu Hijo Jesucristo, el cual vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Acto de desagravio

¡Oh Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago más que olvido, negligencia y menosprecio! ¡Míranos postrados ante tu altar para reparar con especiales muestras de amor la frialdad de tantos hermanos que en todas partes del mundo te hieren con sus blasfemias e ingratitudes. Pero, recordando que también nosotros, alguna vez, te hemos ofendido, deseamos ante todo que nos perdones para que podamos seguirte con un corazon limpio.

Queremos reparar tantos pecados con que eres ofendido, especialmente, por la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las injurias proferidas contra Ti y contra los santos, los insultos contra el Papa y los sacerdotes, los sacrilegios con que eres profanado en el sacramento de la Eucaristía y, en fin, tantos pecados de quienes se oponen a tu Evangelio y a los derechos de la iglesia por Ti fundada, y que quisieran verte desaparecer de la faz de la tierra, especialmente de las escuelas, de los lugares públicos y de los corazones de los hombres.

Quisiéramos consolarte con nuestro pequeño amor y, por eso, queremos unirlo al tuyo, que en cada momento lo ofreces al eterno Padre en cada misa por la salvación del mundo. Recibe la ofrenda de nuestro amor y de nuestro consuelo. Y concédenos, por intercesión de la Virgen María, nuestra Madre, y de todos los ángeles y santos, que podamos amarte con perseverancia hasta el fin de la vida y que un día podamos reunirnos todos nosotros en el cielo, para ser felices contigo por toda la eternidad. Amén.

Consagración personal al Corazón de Jesús

Jesús, yo te consagro en este momento mi persona, mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos para no servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarte, amarte y glorificarte. Esta es mi voluntad irrevocable: ser todo tuyo y hacerlo todo por tu amor, renunciando a cuanto pudiera desagradarte. Te elijo, oh Jesús, como el centro de mi amor, el protector de mi vida, la garantía de mi salvación, el remedio de mi fragilidad, el reparador de todos los pecados de mi vida y quiero que seas mi asilo seguro en la hora de mi muerte.

Sagrado Corazón de Jesús, pongo toda mi confianza en Ti. Quita de mi alma todo lo que te desagrade y que tu puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazon, de modo que jamás me olvide ni me separe de Ti. Te suplico, por tu amor, que mi nombre esté escrito en tu divino Corazón para siempre, porque quiero vivir y morir como hijo tuyo para siempre. Amén.

Oración de confianza

Oh Jesús, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían. Tú nos dices en el Evangelio como al paralítico: “Confía, hijo mío, tu fe te ha salvado” “No tengas miedo, solamente confía en Mi”.

Animado con estas palabras, acudo a Ti con plena confianza para decirte desde lo más íntimo de mi alma: “Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío; Jesús, yo te amo; yo confío en Ti”.

Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazon semejante al tuyo. Amén.

Oración de entrega

Oh Corazón de Jesús, como expresión de mi gratitud y en satisfacción de todos mis pecados, yo N.N..., te doy mi corazon y me consagro enteramente a Ti, por medio de María, para que siempre se cumpla en mí tu santa voluntad. Oh Jesús, por medio de María, me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida.

Oh María, Madre mía, yo me consagro del todo a Ti y, en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazon, en una palabra, todo mi ser. Y, ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a cosa y posesión tuya. Amén.

Consagración de la familia al Corazón de Jesús

Oh divino Corazón de Jesús, postrados humildemente ante tu altar, queremos consagrarte en este nuestra familia con todos nuestros seres queridos. Oh Jesús, por medio e intercesión de María, te pedimos que bendigas nuestro hogar y pongas tu amor, paz, unión y comprensión entre nosotros. También te pedimos por nuestros familiares difuntos y por todos aquellos familiares nuestros que vivirán hasta el fin de los siglos. A todos te los encomendamos desde ahora. Te encomendamos a toda nuestra familia, escribe nuestros nombres en tu divino corazon y escóndenos en Él. Cúbrenos con tu sangre bendita y protégenos de todo poder del maligno; y haz que un día todos juntos nos reunamos contigo y con María, en unión con todos los santos y ángeles (especialmente de nuestros ángeles custoDios), en la patria celestial. Amén.

Oración de consagración para Instituciones

Señor Jesús, nos diste la prueba más grande de amor al hacerte hombre para ser nuestro amigo y quedarte después con nosotros permanentemente en el sacramento de la Eucaristía. Gracias, Señor, por perdonar nuestros pecados y tener misericordia de nosotros.

Como miembros de la Institución... queremos servirte, amarte y darte gloria con nuestras acciones y trabajos. Queremos que reines en nuestro corazon, en nuestros hogares y en nuestra Institución. Te proclamamos nuestro Rey y Señor. Tuyos somos y tuyos queremos ser para siempre. Acepta, Señor Jesús, nuestra humilde entrega y ayúdanos para nunca más ofenderte con nuestros pecados, de modo que nuestra vida sea un canto continuo de gloria y alabanza en tu honor. Por eso, todos unidos, queremos decirte con toda la alegría de nuestra fe: “Jesús, Tú eres nuestro Dios; Tú eres nuestro Señor; Tú eres nuestro Rey. A ti el honor el poder y la gloria por los siglos de los siglos”. Amén.

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PREGUNTAS

¿Es Jesús el rey de tu vida? ¿Reina en tus pensamientos, sentimientos y deseos? ¿Reina en tu trabajo y tu descanso? ¿Reina en tus diversiones y tiempo libre? ¿Reina en tu afectividad? ¿Es el rey y dueño de tu casa, de tus posesiones y de tu dinero? ¿Es el rey de tu matrimonio y de tu familia? ¿Estás consagrado a Jesús por María? ¿Has pensado seriamente en entregar toda tu vida al servicio del Señor? ¿Quieres ser santo? ¿Has hecho ya la entronización del Corazón de Jesús en tu hogar? ¿Haces oración en familia? En tu casa, ¿Hay amor, paz y comprensión? ¿Es Jesús un miembro más de tu familia? ¿Es Jesús Eucaristía el centro de tu vida? ¿Vas a misa todos los días?

Jesús espera mucho de ti y te necesita para la gran tarea de la salvación del mundo. Él cuenta contigo. ¿Qué le vas a responder? Él quiere que seas santo y des lo mejor de ti mismo. No te des por vencido, no te detengas... En el camino de Dios, en el camino del amor, en el camino de la santidad, hay un camino infinito por recorrer. Jesús te espera con María al final del camino. Recuerda que un ángel bueno te acompaña. ¡Feliz viaje hacia la santidad!

CONCLUSIÓN

Al terminar este libro sobre la devoción del Corazón de Jesús y, especialmente, sobre el tema de la entronización, fomentada a lo largo del mundo por el padre Mateo Crawley, podemos decir que vale la pena consagrarse a Jesús individualmente y en familia. Son inmensas las gracias y bendiciones que Jesús ha prometido por medio de santa Margarita María Alacoque y Él no miente. Por eso, las familias, verdaderamente cristianas, deberían estar todas consagradas como familias al Corazón de Jesús por medio de María; ya que el Corazón de Jesús quiere reinar por medio del Corazón Inmaculado de María.

Ojalá que este librito ponga un granito de arena en fomentar la devoción a Jesús y a María, y haga de todos nosotros cristianos eucarísticos, centrados en la Eucaristía, donde está realmente presente Jesús con su Corazón palpitante, y donde, junto a Jesús, también está María.

Que seas católico eucarístico y mariano. Que Dios te bendiga. Saludos de mi ángel.

P. Ángel Peña O.A.R. Agustino Recoleto LIMA-PERÚ

BIBLIOGRAFÍA

Alcañiz Florentino, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, 5° Edición Granada, 1957. Chasle Luis, Soeur Marie du divin Coeur, Paris, 1925. Crawley Mateo, Jesús rey de amor, Lima, 1948. Doré, Le sacré Coeur de Jesús, Son amour, Paris, 1909. Gertrudis santa, Revelaciones. Ignacio de Loyola, Un solo corazon, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 2006. Lucia de Fátima, Memorias de Lucía, Ed. Sol de Fátima, Madrid, 1974. Sáenz José María, Vida y obras principales de santa Margarita María, Ed. Cor Jesu, Madrid, 1977. Uriarte, Vida del padre Hoyos, segunda edición. Varios, Manual de la guardia de honor, Ed. Cor Jesu, Madrid, 1983. Varios, Reinado social del Sagrado Corazón de Jesús, Lima, 1951. Varios, Revelaciones del Señor a Sor Benigna Consolata, Montevideo, 1917. Varios, Un solo Corazón, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 2006.

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